miércoles, 2 de octubre de 2013

UN NUEVO LEMA. UN NUEVO CURSO. UNA NUEVA TIERRA DE MISIÓN. ¡EMPECEMOS CON UNA ORACIÓN!



En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


Monición entrada
Comienza, como cada curso, el tiempo de la siembra; el de la cosecha, sólo Dios sabe cuándo será.  Esta que es siempre nuestra tarea, este año nos la proponemos de manera especial y específica. Nos proponemos ser sembradores y a la vez semilla que florece en cualquier terreno porque Dios cuenta con nosotros en su tarea evangelizadora. De tal forma que nos acercaremos a la consecución del lema que nos proponemos: ¡Vivo porque tú vives!, porque la semilla es parte de Dios, nosotros somos “parte suya” y florecemos en su nombre, convirtiéndonos en “parte de todos”, porque seguimos siendo muchos, pero uno sólo.

Audición: Sois la sal, sois la luz. Luis Guitarra (Ctrl + clic con el ratón)

Lectura Marcos 4, 1-20
Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento. Decía: Quien tenga oídos para oír, que oiga. Palabra de Dios.

Reflexión
Quizá, cada vez que escuchamos esta parábola surgen en nosotros las preguntas ¿Qué tipo de tierra soy yo? ¿Cómo acojo la gracia y la Palabra de Dios? ¿Qué hago para que ella de fruto? Y no está mal hacerse ese tipo de preguntas, al contrario, es preciso hacerse este tipo de preguntas.
Pero al escuchar este Evangelio, teniendo de fondo la frase de la madre Matilde “Donde Dios nos sembró es necesario florecer”, quizá podamos fijarnos en otro aspecto importante de la parábola: Dios siembra en todos los terrenos, no escoge, no separa, no disgrega... se fía del terreno, es decir, se fía de cada uno de nosotros. ¿Qué está en juego entonces? Nuestra confianza y fe en  Dios, así como nuestra libertad. Nuestra fe para creer que Dios a través de nosotros puede florecer y nuestra libertad para comprometernos y responsabilizarnos de la tarea evangelizadora, a través de la educación. Ese es este año nuestro reto.
Breve Silencio (individualmente se puede releer tanto la parábola, como la reflexión y monición).


Salmo de la tierra



Tú me hiciste, Señor, tu tierra abierta
con vocación de sementera.

Tú, sembrador de belleza y de armonía,
sembraste en mí tu amor, tu paz, tu risa.
sembraste tu Palabra, tu fe, tu libertad,
tu Eucaristía, sembraste tu verdad, tu salvación, tu justicia, sembraste, Resurrección y Vida.

¡Cuánta buena semilla, sembrador de mi tierra regada ya al inicio con agua de bautismo! Por todo, yo te bendigo, Señor.

Tú me hiciste, Señor, tu tierra abierta con vocación de sementera.

Hay personas–mi familia, mis amigos, mi claustro-que me aman bien y han sembrado en mis surcos de amistad sincera, la alegría de vivir, la música y la fiesta, el calor de tu Palabra y el gozo de la fraternidad.

Han dejado caer abiertamente la pasión por la paz, un respeto leal por la naturaleza, un deseo de justicia y de bondad universal a la par de tu Evangelio. ¡Cuánta buena semilla sembrada ya en mi tierra!

Tú me hiciste, Señor, tierra abierta
con vocación de sementera.

Mas alguien también sembró cizaña
que me hace estallar en dolor
y me rompe en mil pedazos por dentro.
Escarbo aquí, en mi tierra,
y también encuentro la mentira, el engaño,
la indiferencia amarga y el olvido de Ti...
Me encuentro a veces fragmentado, Señor,
me encuentro extraño en mi propia tierra,
sin dueño, sin sendero por el que ir.

Es entonces cuando más necesito
volverme para dejarme mirar por Ti,
sembrador de mi existencia.
Es entonces cuando mi tierra reseca añora tu agua, tus manos de labrador, tu siembra,
y vuelvo a recordar que tú me hiciste, Señor,
tierra abierta con vocación de sementera.

Hoy vengo ante Ti, sembrado como estoy
con mi tierra en las manos, sabiendo que Tú me amas, así, sencillamente, esperando la recogida del verano.
Yo sé, Señor, que tiempo llegará en que Tú mismo recojas mi trigo maduro y dispuesto.
Gracias, mi labrador, mi sembrador, mi amigo.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...





Oración Final

Haz de nosotros un terreno fértil, Señor.
Para recibir en lo profundo la semilla de tu evangelio.
Para esperar cada mañana el agua fecunda de tu palabra.
Para confiar en tu cuidado y aceptar las podas de nuestras malezas.
Para brotar con nueva fuerza en actitudes de hombres nuevos.
Para crecer con perseverancia en la misión que tú nos muestres.
Para dar frutos que alimenten la vida y camino de otros, como nos diste ejemplo.
Queremos ser terreno fértil, a la vez que queremos florecer
aquí y ahora, como lo haría Madre Matilde.
Acepta nuestra pobre tierra y abónala con tu presencia cada jornada del curso que comenzamos.


Por Jesucristo nuestro Señor, AMÉN


Nada que no sepamos se nos dice aquí.
Pero recordad que somos espejo donde otros, que están creciendo, se miran continuamente. 
Si decidís ser semilla, tierra, viento, maceta, tarde de sol o “chirimiri”, tened en cuenta que sin AMOR, no sois nada.
¡FELIZ COMIENZO! 
¡¡ÁNIMO Y ADELANTE!!

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