miércoles, 16 de octubre de 2013

¡DAR GRACIAS A DIOS POR LOS DONES RECIBIDOS!



El grito  “UBUNTU”, “VIVO PORQUE TU VIVES”, está en boca Mártires, Beatos y Santos. Es la piedra angular de su CAMINO. Es su particular manera de dar GLORIA A DIOS por los DONES RECIBIDOS. Esta es la única manera de conjugar el verbo AMAR para los creyentes. 
¡PONGÁMONOS A ELLO! ¡AMÉN!

LA PALABRA: Evangelio según San Lucas  17, 11-19.
11Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaria y Galilea, 12y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia 13y, levantando la voz, dijeron:
¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!
14Al verlos, les dijo:
Id y presentaos a los sacerdotes.
Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.
15Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; 16y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
                     

17Tomó la palabra Jesús y dijo:
¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?
19Y le dijo:
Levántate y vete; tu fe te ha salvado.



¡Gracias! Somos más dados a pedir que a agradecer. Pensemos, por ejemplo cuándo rezamos con más intensidad: cuando pedimos: “Señor, que salga bien de la operación; Señor, cúrame”. Y cuando conseguimos esa gracia se nos acaban las prisas. O nos olvidamos de dar gracias a Dios. Y sin embargo a Él le encanta nuestro agradecimiento. Y nos vuelve a premiar.
        El evangelio de hoy es un relato en el que aparecen diez leprosos a los que cura Jesús. Diez, pero sólo uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó a los pies de Jesús, dándole gracias.
        A los otros nueve leprosos que no han sabido dar las gracias no se les retira la curación. Pero su don queda empobrecido por falta de gratitud, porque no desemboca en la fe. Los otros nueve está “curados”, mientras él ha sido salvado: “Levántate, vete: tu fe te ha salvado”.
        Jesús aprecia al hombre que manifiesta gratitud, que sabe abrirse al estupor, a la sorpresa, y por tanto a la gratitud. Porque son muchos los favores, los regalos que Dios nos hace cada día, pero ya nos hemos acostumbrado a ellos. El escritor Chesterton observa con amarga ironía cómo nosotros, una vez al año agradecemos a los Reyes Magos los regalos que encontramos en los zapatos que hemos puesto en el balcón. Pero nos olvidamos de dar las gracias a Aquel que todas las mañanas nos da los pies para meterlos en los zapatos.
        ¿Y cuál es la mejor manera de dar gracias al Señor? La mejor manera es celebrar la vida. Dios se complace en las personas que “hacen funcionar sus dones. Que no los dejan cubrir por el polvo de la costumbre y del aburrimiento.
        Cada uno de nosotros tiene una misión “eucarística”. Debemos hacer memoria de los dones de Dios y celebrarlo por medio del canto, de la alegría y de la fiesta. Y este oficio no se agota en la oración litúrgica, sino que se extiende a la totalidad de la existencia cotidiana. Todas nuestras accione deben celebrar los beneficios de Dios. También una sonrisa puede ser un gesto litúrgico. La alegría debe ser la manifestación de nuestra estima por algo valioso.
        No lo olvidemos: un aspecto característico de la gratitud es la alegría de vivir. El agradecimiento que Dios espera de nosotros es nuestro aprecio, nuestro abrirnos a la sorpresa, a la alegría, a la alabanza, a la celebración de sus prodigios.
        Ciertas personas piadosas, perennemente enfadadas, escayoladas en la seriedad, con un aspecto lúgubre, incapaces de un saludo o de una sonrisa espontánea dan la sensación de que está participando en los funerales de los dones de Dios.Y sin embargo la mejor manera de decir gracias al Señor es celebrar la vida. Dios agradece la postura de las personas que hacen funcionar sus dones. Que no los dejan cubrir con el polvo de la costumbre o del aburrimiento.
        No todo se paga con dinero. Del tendero exijo que en la factura me ponga el sello de “pagado”. A Dios le pido la garantía de que “la cuenta quede abierta.”
        Hay algo peor que no tener nada que pedir. Y es no tener ya nada por lo que decir: ¡gracias! (Alberto, párroco de Santa Gema)


          1. ASOMBRO  ADMIRACIÓN.
Su comienzo viene a recordarnos que seguimos en perspectiva de camino o, lo que es lo mismo, que Lucas sigue ofreciéndonos actitudes características de un caminar en cristiano. Hoy lo hace a través de un relato exclusivo de este autor. Diez leprosos solicitan de Jesús compasión. Lo hacen a distancia, debido a su condición de enfermos contagiosos e inhabilitados para la convivencia social. Lo que sigue a continuación tiene la impronta del tercer evangelista. Jesús envía a los leprosos a la instancia sanitaria para que ésta certifique su curación y permita a los curados su incorporación a la convivencia social. Obsérvese que Jesús no les dice que estén curados, sino que se presenten a los sacerdotes. Los leprosos se fían de Jesús. Lucas presenta, pues, el milagro como fruto de la confianza y de la disponibilidad de los leprosos. Confianza en la palabra de Jesús, aun en contra de la evidencia externa. Esta es la impronta de Lucas.
El relato, sin embargo no finaliza aquí. En realidad todo lo anterior es sólo preparación y está subordinado a lo que sigue.
Lo verdaderamente importante y significativo en el relato de hoy son los próximos vv. 15-18. Uno de los curados reconoce públicamente el favor de Dios y retorna a Jesús para darle gracias.
Llegado a este punto del relato, Lucas interrumpe la narración para puntualizar la procedencia del curado. "Este era un samaritano". Esta puntualización constituye el dato central del relato. En contexto judío decir samaritano era decir proscrito, excluido de la casa de Israel, es decir, del Pueblo de Dios.
Tras la puntualización Lucas rehace el hilo narrativo con tres preguntas de Jesús. Las tres poseen una carga de extrañeza y de desencanto. Pero en el contexto del relato sirven para realzar el significativo gesto de un proscrito según los hombres.
El título tradicional del relato habla de curación de diez leprosos. Cabría preguntarse si no habría que titularlo más bien "el samaritano agradecido". La figura del samaritano agradecido resalta, con todos sus perfiles, sobre la inexplicable ausencia de los otros nueve. ¿Es que acaso estos otros nueve se consideraban con derecho a la curación por ser miembros del Pueblo de Dios? Lo que Lucas deja en claro es que sólo uno, y éste un proscrito, experimentó su curación como un don y no como un derecho. Esta es su fe y esta es su salvación, como declara Jesús en la frase conclusiva.
                       
Comentario: Con nuevos matices el texto incide en la temática del domingo pasado. El matiz fundamental lo aporta el personaje. No se trata en realidad de alguien nuevo en la obra de Lucas. Al comienzo de la sección del camino nos encontrábamos con el buen samaritano, cuya actitud contrastaba con la del clero. En ambos casos se da el mismo contraste de comportamiento, en detrimento siempre de los miembros del Pueblo de Dios. Cabe, pues, hablar de una llamada de atención por parte de Lucas a los miembros del Pueblo de Dios. Caminar en cristiano pueden hacerlo también personas a quienes no se les tiene por miembros del Pueblo de Dios. A la inversa, miembros reconocidos como tales pueden no tener un caminar cristiano.
En la línea del domingo pasado, una característica de este caminar es la fe. En consonancia con la primera parte del texto la fe aparece como un fiarse de la palabra de Jesús. Pero como ya hemos visto, no es esta dimensión de la fe la que Lucas quiere resaltar hoy. Le interesa más la fe en cuanto apertura asombrada a Dios. Se trata de una dimensión fundamental en toda relación interpersonal. Asombrarse es reconocer y admirar en el otro todo lo que de bueno y valioso hay en él, independientemente de lo bueno y valioso que pueda haber en uno mismo. El asombro jamás establece comparaciones; es admiración absoluta y sin paliativos del otro.
El texto presenta al samaritano alabando a Dios. Jesús dice de él que es el único que ha vuelto para dar gloria a Dios. Alabar y dar gloria a Dios son expresiones equivalentes que designan el asombro ante Dios, su reconocimiento y admiración totales.Si toda relación interpersonal tiene algo de salvadora, esto es total en la relación con Dios. De ahí las palabras de Jesús al samaritano: "Tu fe te ha salvado". (Alberto Benito.) 

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