domingo, 21 de abril de 2024

¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE! DÍA DEL LIBRO (23ABRIL2024)

 



















¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE! DÍA DE LA TIERRA (22ABRIL2024)

 

Celebrando el Día Mundial de la Tierra 2024: Nuestra deuda con el planeta

El 22 de abril representa una oportunidad única para hacer balance sobre nuestra relación con la Tierra. 

La evidencia es que no solo estamos llevándola a su límite, sino que los daños causados hasta ahora tendrán severos impactos en el futuro.




La Tierra es nuestro único hogar, y también el de millones de especies distintas: presenta las condiciones idóneas para la existencia de vida, algo que hasta ahora no se ha evidenciado en otros planetas del sistema solar. 
Esto representa, por un lado, una tremenda suerte, y por otro, cierto grado de responsabilidad por parte de quienes habitamos en ella.



La encíclica Laudato si del Papa Francisco termina con dos oraciones, una que se ofrece para ser compartida con todos los que creen en "un Dios creador omnipotente" (246), y la otra propuesta a quienes profesan la fe en Jesucristo, rimada con el estribillo Laudato si, que abre y cierra la encíclica. 

Así la presenta el Papa: “Después de esta prolongada reflexión, gozosa y dramática a la vez, propongo dos oraciones, una que podamos compartir todos los que creemos en un Dios creador omnipotente, y otra para que los cristianos sepamos asumir los compromisos con la creación que nos plantea el Evangelio de Jesús”.


Oración por nuestra tierra

Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe, derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza. Inúndanos de paz,
para que vivamos como hermanos y hermanas sin dañar a nadie.
Dios de los pobres,
ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan solo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Ensénanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días. Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.

Oración cristiana por la creación

Te alabamos, Padre, con todas tus criaturas, que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas,
y están llenas de tu presencia y de tu ternura. Alabado seas.
Hijo de Dios, Jesús,
por ti fueron creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María, te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos. Hoy estás vivo en cada criatura
con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.
Espíritu Santo, que con tu luz
orientas este mundo hacia el amor del Padre y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones para impulsarnos al bien.
Alabado seas.
Señor Uno y Trino,
comunidad preciosa de amor infinito,
ensénanos a contemplarte
en la belleza del universo,
donde todo nos habla de ti.
Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud por cada ser que has creado.
Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos con todo lo que existe.
Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo
como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra,
porque ninguno de ellos está olvidado ante ti. Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia, amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos.
Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz, para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor,
para que venga tu Reino de justicia, de paz, de amor y de hermosura. Alabado seas.
Amén.

¡ADELANTE , SIEMPRE ADELANTE! MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO EN EL DÍA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES (21ABRIL2024)

                                  





                           MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA 61a JORNADA MUNDIAL
DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

21 de abril de 2024

Llamados a sembrar la esperanza y a construir la paz

Queridos hermanos y hermanas:

Cada año la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos invita a considerar el precioso don de la llamada que el Señor nos dirige a cada uno de nosotros, su pueblo fiel en camino, para que podamos ser partícipes de su proyecto de amor y encarnar la belleza del Evangelio en los diversos estados de vida. Escuchar la llamada divina, lejos de ser un deber impuesto desde afuera, incluso en nombre de un ideal religioso, es, en cambio, el modo más seguro que tenemos para alimentar el deseo de felicidad que llevamos dentro. Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive.

Por eso, esta Jornada es siempre una hermosa ocasión para recordar con gratitud ante el Señor el compromiso fiel, cotidiano y a menudo escondido de aquellos que han abrazado una llamada que implica toda su vida. Pienso en las madres y en los padres que no anteponen sus propios intereses y no se dejan llevar por la corriente de un estilo superficial, sino que orientan su existencia, con amor y gratuidad, hacia el cuidado de las relaciones, abriéndose al don de la vida y poniéndose al servicio de los hijos y de su crecimiento. Pienso en los que llevan adelante su trabajo con entrega y espíritu de colaboración; en los que se comprometen, en diversos ámbitos y de distintas maneras, a construir un mundo más justo, una economía más solidaria, una política más equitativa, una sociedad más humana; en todos los hombres y las mujeres de buena voluntad que se desgastan por el bien común. Pienso en las personas consagradas, que ofrecen la propia existencia al Señor tanto en el silencio de la oración como en la acción apostólica, a veces en lugares de frontera y exclusión, sin escatimar energías, llevando adelante su carisma con creatividad y poniéndolo a disposición de aquellos que encuentran. Y pienso en quienes han acogido la llamada al sacerdocio ordenado y se dedican al anuncio del Evangelio, y ofrecen su propia vida, junto al Pan eucarístico, por los hermanos, sembrando esperanza y mostrando a todos la belleza del Reino de Dios.

A los jóvenes, especialmente a cuantos se sienten alejados o que desconfían de la Iglesia, quisiera decirles: déjense fascinar por Jesús, plantéenle sus inquietudes fundamentales. A través de las páginas del Evangelio, déjense inquietar por su presencia que siempre nos pone beneficiosamente en crisis. Él respeta nuestra libertad, más que nadie; no se impone, sino que se propone. Denle cabida y encontrarán la felicidad en su seguimiento y, si se los pide, en la entrega total a Él.

Un pueblo en camino

La polifonía de los carismas y de las vocaciones, que la comunidad cristiana reconoce y acompaña, nos ayuda a comprender plenamente nuestra identidad como cristianos. Como pueblo de Dios que camina por los senderos del mundo, animados por el Espíritu Santo e insertados como piedras vivas en el Cuerpo de Cristo, cada uno de nosotros se descubre como miembro de una gran familia, hijo del Padre y hermano y hermana de sus semejantes. No somos islas encerradas en sí mismas, sino que somos partes del todo. Por eso, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones lleva impreso el sello de la sinodalidad: muchos son los carismas y estamos llamados a escucharnos mutuamente y a caminar juntos para descubrirlos y para discernir a qué nos llama el Espíritu para el bien de todos.

Además, en el presente momento histórico, el camino común nos conduce hacia el Año Jubilar del 2025. Caminamos como peregrinos de esperanza hacia el Año Santo para que, redescubriendo la propia vocación y poniendo en relación los diversos dones del Espíritu, seamos en el mundo portadores y testigos del anhelo de Jesús: que formemos una sola familia, unida en el amor de Dios y sólida en el vínculo de la caridad, del compartir y de la fraternidad.

Esta Jornada está dedicada a la oración para invocar del Padre, en particular, el don de vocaciones santas para la edificación de su Reino: «Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha» (Lc 10,2). Y la oración —lo sabemos— se hace más con la escucha que con palabras dirigidas a Dios. El Señor habla a nuestro corazón y quiere encontrarlo disponible, sincero y generoso. Su Palabra se ha hecho carne en Jesucristo, que nos revela y nos comunica plenamente la voluntad del Padre. En este año 2024, dedicado precisamente a la oración en preparación al Jubileo, estamos llamados a redescubrir el don inestimable de poder dialogar con el Señor, de corazón a corazón, convirtiéndonos en peregrinos de esperanza, porque «la oración es la primera fuerza de la esperanza. Mientras tú rezas la esperanza crece y avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta» (Catequesis, 20 mayo 2020).

Peregrinos de esperanza y constructores de paz

Pero, ¿qué significa ser peregrinos? Quien comienza una peregrinación procura ante todo tener clara la meta, que lleva siempre en el corazón y en la mente. Pero, al mismo tiempo, para alcanzar ese objetivo es necesario concentrarse en la etapa presente, y para afrontarla se necesita estar ligeros, deshacerse de cargas inútiles, llevar consigo lo esencial y luchar cada día para que el cansancio, el miedo, la incertidumbre y las tinieblas no obstaculicen el camino iniciado. De este modo, ser peregrinos significa volver a empezar cada día, recomenzar siempre, recuperar el entusiasmo y la fuerza para recorrer las diferentes etapas del itinerario que, a pesar del cansancio y las dificultades, abren siempre ante nosotros horizontes nuevos y panoramas desconocidos.

El sentido de la peregrinación cristiana es precisamente este: nos ponemos en camino para descubrir el amor de Dios y, al mismo tiempo, para conocernos a nosotros mismos, a través de un viaje interior, siempre estimulado por la multiplicidad de las relaciones. Por lo tanto, somos peregrinos porque hemos sido llamados. Llamados a amar a Dios y a amarnos los unos a los otros. Así, nuestro caminar en esta tierra nunca se resuelve en un cansarse sin sentido o en un vagar sin rumbo; por el contrario, cada día, respondiendo a nuestra llamada, intentamos dar los pasos posibles hacia un mundo nuevo, donde se viva en paz, con justicia y amor. Somos peregrinos de esperanza porque tendemos hacia un futuro mejor y nos comprometemos en construirlo a lo largo del camino.

Este es, en definitiva, el propósito de toda vocación: llegar a ser hombres y mujeres de esperanza. Como individuos y como comunidad, en la variedad de los carismas y de los ministerios, todos estamos llamados a “darle cuerpo y corazón” a la esperanza del Evangelio en un mundo marcado por desafíos epocales: el avance amenazador de una tercera guerra mundial a pedazos; las multitudes de migrantes que huyen de sus tierras en busca de un futuro mejor; el aumento constante del número de pobres; el peligro de comprometer de modo irreversible la salud de nuestro planeta. Y a todo eso se agregan las dificultades que encontramos cotidianamente y que, a veces, amenazan con dejarnos en la resignación o el abatimiento.

En nuestro tiempo es, pues, decisivo que nosotros los cristianos cultivemos una mirada llena de esperanza, para poder trabajar de manera fructífera, respondiendo a la vocación que nos ha sido confiada, al servicio del Reino de Dios, Reino de amor, de justicia y de paz. Esta esperanza —nos asegura san Pablo— «no quedará defraudada» (Rm 5,5), porque se trata de la promesa que el Señor Jesús nos ha hecho de permanecer siempre con nosotros y de involucrarnos en la obra de redención que Él quiere realizar en el corazón de cada persona y en el “corazón” de la creación. Dicha esperanza encuentra su centro propulsor en la Resurrección de Cristo, que «entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276). Incluso el apóstol Pablo afirma que «en esperanza» nosotros «estamos salvados» (Rm 8,24). La redención realizada en la Pascua da esperanza, una esperanza cierta, segura, con la que podemos afrontar los desafíos del presente.

Ser peregrinos de esperanza y constructores de paz significa, entonces, fundar la propia existencia en la roca de la resurrección de Cristo, sabiendo que cada compromiso contraído, en la vocación que hemos abrazado y llevamos adelante, no cae en saco roto. A pesar de los fracasos y los contratiempos, el bien que sembramos crece de manera silenciosa y nada puede separarnos de la meta conclusiva, que es el encuentro con Cristo y la alegría de vivir en fraternidad entre nosotros por toda la eternidad. Esta llamada final debemos anticiparla cada día, pues la relación de amor con Dios y con los hermanos y hermanas comienza a realizar desde ahora el proyecto de Dios, el sueño de la unidad, de la paz y de la fraternidad. ¡Que nadie se sienta excluido de esta llamada! Cada uno de nosotros, dentro de las propias posibilidades, en el específico estado de vida puede ser, con la ayuda del Espíritu Santo, sembrador de esperanza y de paz.

La valentía de involucrarse

Por todo esto les digo una vez más, como durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “Rise up! – ¡Levántense!”. Despertémonos del sueño, salgamos de la indiferencia, abramos las rejas de la prisión en la que tantas veces nos encerramos, para que cada uno de nosotros pueda descubrir la propia vocación en la Iglesia y en el mundo y se convierta en peregrino de esperanza y artífice de paz. Apasionémonos por la vida y comprometámonos en el cuidado amoroso de aquellos que están a nuestro lado y del ambiente donde vivimos. Se los repito: ¡tengan la valentía de involucrarse! Don Oreste Benzi, un infatigable apóstol de la caridad, siempre en favor de los últimos y de los indefensos, solía repetir que no hay nadie tan pobre que no tenga nada que darni hay nadie tan rico que no tenga necesidad de algo que recibir.

Levantémonos, por tanto, y pongámonos en camino como peregrinos de esperanza, para que, como hizo María con santa Isabel, también nosotros llevemos anuncios de alegría, generaremos vida nueva y seamos artesanos de fraternidad y de paz.

Roma, San Juan de Letrán, 21 de abril de 2024, IV Domingo de Pascua.

FRANCISCO

https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/vocations/documents/20240421-messaggio-61-gm-vocazioni.html


sábado, 20 de abril de 2024

GRUPO DE ORACIÓN "CON MATILDE A LA LUZ DEL SAGRARIO" (21ABRIL2024)

LA PALABRA:



Lectura del santo evangelio según san Juan (10,11-18):

En aquel tiempo dijo Jesús: «Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.»

Palabra del Señor


VA CON NOSOTROS

El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.

No sentían así los primeros cristianos. La figura de Jesús, buen pastor, se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario, dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de sus ovejas.

El «pastor bueno» se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario, que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida, abandonando al rebaño: no le importan las ovejas.

Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupado por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importan sobre todo los más desvalidos.

Pero hay algo más. «El pastor bueno da la vida por sus ovejas». Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor, que no huye ante el peligro, sino que da su vida por salvar al rebaño.

Por eso, la imagen de Jesús, «pastor bueno», se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del Salmo 22: «El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida».

Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas, o perdidos y desorientados.

Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades... corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?

José Antonio Pagola

Publicado en www.gruposdejesus.com



Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (4,8-12):


En aquellos días, Pedro, lleno de Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido en nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

Palabra de Dios



Sal 117,1.8-9.21-23.26.28-29

R/. La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular


Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes. R/.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
Tu eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
R/.



Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,1-2):

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Palabra de Dios



¡ÁNIMO Y ADELANTE...SIEMPRE ADELANTE!


El evangelio de esta semana propone la imagen del buen pastor. 
La inercia de los siglos nos traiciona para entenderla bien. 
Una traducción más acertada sería: Yo soy el modelo de pastor. 
Y por cierto, un modelo muy diferente, completamente distinto del resto de pastores, sean dueños de las ovejas o asalariados. 
El pastor “que da la vida por las ovejas” no existe. 
El texto es una llamada de atención, una invitación a ejercer el poder desde la óptica del servicio. También critica a los que mandan para sacar provecho y no les importan ni el bien común, ni la suerte del prójimo.
 https://m.feadulta.com/es/carta/estasemana.html

Ahora que andamos todos a vueltas con la MISIÓN COMPARTIDA, esta no se entiende sin la COMUNIÓN, de religiosas y laicos, EN EL SERVICIO. 

Los Tellistas tenemos una ligera ventaja frente a otras familias carismáticas en este asunto pq las HMMI llevan 
casi 150 años ejerciéndolo.

Jesús, como Buen Pastor, nos acompaña en nuestro día a día, reconocerle en los que nos rodean no es tan difícil,

Cuando enfrentamos las dificultades, los problemas, los reveses de la vida, sin miedo, con alegría, ahí está.
Cuando escuchamos, acompañamos, damos cariño, aliento, curamos, reímos o lloramos con los que nos necesitan, ahí está.
Cuando nosotros hacemos las cosas con amor, ahí está.
¡Siempre está!


No tenemos que tener miedo de estar en proceso, en camino, en presencia.
Nuestro compromiso, nuestra VOCACIÓN, nos lleva siempre a encontrarnos con ÉL.

Por eso es tan importante encontrar estos momentos de reflexión, de oración, TODOS JUNTOS.
Nos toca sembrar para que haya nuevas vocaciones de servicio en el futuro.

Nuestra misión es EVANGELIZAR.
Hagámoslo con AMOR.
Ánimo y ¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE!


jueves, 18 de abril de 2024

¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE! ORACIÓN POR LAS VOCACIONES (19ABRIL2024)

 

Jornada Mundial de Oración por

las Vocaciones y Jornada

de Vocaciones Nativas

21 de abril de 2024

Para suscitar en todos los jóvenes la pregunta por su vocación;
y para invitar a toda la comunidad cristiana a orar y acompañar
las vocaciones que la Iglesia necesita en nuestro mundo.




Joven, ¡tú también puedes ser

discípulo y misionero!

¿Quieres seguir aprendiendo y ser enviado?


Mensaje del Papa

Cada año la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones nos invita a considerar el precioso don de la llamada que el Señor nos dirige a cada uno de nosotros, su pueblo fiel en camino, para que podamos ser partícipes de su proyecto de amor y encarnar la belleza del Evangelio en los diversos estados de vida. Escuchar la llamada divina, lejos de ser un deber impuesto desde afuera, incluso en nombre de un ideal religioso, es, en cambio, el modo más seguro que tenemos para alimentar el deseo de felicidad que llevamos dentro. Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive.

Papa Francisco

En el nombre del Padre. del Hijo y del Espíritu Santo…


La Iglesia celebra el 21 de abril, domingo del Buen Pastor y cuarto de Pascua, la Jornada Mundial de oración por las vocaciones y la Jornada de vocaciones nativas con el lema, «Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros».


“Hágase tu voluntad”. Esta frase del Padre Nuestro nos habla de la presencia de Dios como Padre providente, que busca nuestro bien: esa es su voluntad. Como María, podemos unirnos a ese plan, en escucha y obediencia, hasta decir: “hágase en mí según tu Palabra”.


“Todos discípulos, todos misioneros”. En la respuesta a la llamada de Dios por Cristo en el Espíritu, hay algo que todos los cristianos tenemos en común: ser discípulos del maestro y ser enviados por él a vivir y anunciar el Evangelio. Somos “discípulos misioneros”, como dos dimensiones simultáneas de nuestro ser cristianos: “siempre aprendiendo y siempre enviados”.


La llamada de Dios es plural. Una llamada común, y al mismo tiempo, personal. En el “bullicio” de nuestro día a día, Dios nos llama a todos, hombres, mujeres, jóvenes, mayores… en medio de nuestra cotidianidad, y lo hace personalmente. Cada uno de nosotros podemos responder al amor de Dios y decirle: “Hágase tu voluntad”


Porque Dios nos llama a una misión concreta. Misión y vocación que tenemos que ir descubriendo. Los diferentes elementos (matrimonio, sacerdocio, vida consagrada… Palabra, misión, justicia, escucha) definen formas de vida y elementos de la vocación a la que Dios nos llama.




Vemos el video.

JMOV+VN 2024. "Ser misión"

https://youtu.be/6HrW1xTKQ90


Rezamos todos juntos un Padre Nuestro y un Ave María.



TODOS TENEMOS QUE DESCUBRIR NUESTRA VOCACIÓN.

 

TODOS TENEMOS UNA MISIÓN EN ESTA VIDA.


¡ATRÉVETE A DESCUBRIR LA TUYA!



¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE.


domingo, 14 de abril de 2024

¡ADELANTE,SIEMPRE ADELANTE! ORATORIO (15ABR2024)

 PASCUA (LA PROMESA DE SALVACIÓN)


En el nombre del padre, del hijo y del espíritu Santo. ¡AMÉN!


¡La alegría también se contagia! ¡Jesús vive!

Estamos en tiempo de Pascua y somos portadores de la Buena Noticia.

La Misión que Dios nos ha encomendado, su plan para que seamos felices, queda perfectamente expresado en esta lectura del evangelio.


Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-23):

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 

Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor

Trabajamos en tres claves la promesa de Salvación.

EL PERDÓN. LA PAZ. LA ALEGRÍA.

Como transmisores de estas claves, El Señor, nos envía, allí donde se nos necesita.

Y nosotros las traducimos, fieles al Mandamiento de Jesús, al modo tellista, haciendo de nuestra vida un acto de amor.

Y es por ese AMOR que la alegría también se contagia y  nos alienta a seguir caminando, ¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE!



sábado, 13 de abril de 2024

GRUPO DE ORACIÓN " CON MATILDE A LA LUZ DEL SAGRARIO." (14ABRIL2024)

 LA PALABRA:



Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Palabra del Señor



CON LAS VÍCTIMAS

Según los relatos evangélicos, el Resucitado se presenta a sus discípulos con las llagas del Crucificado. No es este un detalle banal, de interés secundario, sino una observación de importante contenido teológico. Las primeras tradiciones cristianas insisten sin excepción en un dato que, por lo general, no solemos valorar hoy en su justa medida: Dios no ha resucitado a cualquiera; ha resucitado a un crucificado.

Dicho de manera más concreta, ha resucitado a alguien que ha anunciado a un Padre que ama a los pobres y perdona a los pecadores; alguien que se ha solidarizado con todas las víctimas; alguien que, al encontrarse él mismo con la persecución y el rechazo, ha mantenido hasta el final su confianza total en Dios.


La resurrección de Jesús es, pues, la resurrección de una víctima. Al resucitar a Jesús, Dios no solo libera a un muerto de la destrucción de la muerte. Además «hace justicia» a una víctima de los hombres. Y esto arroja nueva luz sobre el «ser de Dios».

En la resurrección no solo se nos manifiesta la omnipotencia de Dios sobre el poder de la muerte. Se nos revela también el triunfo de su justicia sobre las injusticias que cometen los seres humanos. Por fin y de manera plena triunfa la justicia sobre la injusticia, la víctima sobre el verdugo.

Esta es la gran noticia. Dios se nos revela en Jesucristo como el «Dios de las víctimas». La resurrección de Cristo es la «reacción» de Dios a lo que los seres humanos han hecho con su Hijo. Así lo subraya la primera predicación de los discípulos: «Vosotros lo matasteis elevándolo a una cruz... pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos». Donde nosotros ponemos muerte y destrucción, Dios pone vida y liberación.

En la cruz, Dios todavía guarda silencio y calla. Ese silencio no es manifestación de su impotencia para salvar al Crucificado. Es expresión de su identificación con el que sufre. Dios está ahí compartiendo hasta el final el destino de las víctimas. Los que sufren han de saber que no están hundidos en la soledad. Dios mismo está en su sufrimiento.

En la resurrección, por el contrario, Dios habla y actúa para desplegar su fuerza creadora en favor del Crucificado. La última palabra la tiene Dios. Y es una palabra de amor resucitador hacia las víctimas. Los que sufren han de saber que su sufrimiento terminará en resurrección.

La historia sigue. Son muchas las víctimas que siguen sufriendo hoy, maltratadas por la vida o crucificadas injustamente. El cristiano sabe que Dios está en ese sufrimiento. Conoce también su última palabra. Por eso su compromiso es claro: defender a las víctimas, luchar contra todo poder que mata y deshumaniza; esperar la victoria final de la justicia de Dios.

José Antonio Pagola

Publicado en www.gruposdejesus.com



Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (3,13-15.17-19):

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»

Palabra de Dios



Sal 4,2.7.9

R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

Escúchame cuando te invoco,
Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. R/.

Hay muchos que dicen:
«¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro
ha huido de nosotros?» R/.

En paz me acuesto
y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor,
me haces vivir tranquilo
. R/.


Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,1-5):

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

Palabra de Dios


¡ÁNIMO Y ADELANTE...SIEMPRE ADELANTE!

Hablar de Pascua es hablar del paso de la muerte a la vida. 
Pero no son realidades para después. 
Como seguidores de Jesús Resucitado, nos mueve la pasión por la Vida. 

Empezando por nosotros mismos y siguiendo por los más próximos, conjuguemos verbos de vida plena: sonreír, comprender, animar, compartir, ayudar, defender, respetar, integrar y sanar entre otros muchos. 

Celebremos la Pascua de la Vida.
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Me vais a permitir que hoy me centre en la sonrisa. Esa que nuestros niños nos regalan a diario y que nos llena, nos hace mejores sin darnos ni cuenta, Esa que a nosotros nos cuesta sacar a pasear, a veces, porque nos parece que nos hace vulnerables, cuando tendría que ser nuestra tarjeta de presentación allí donde nos presentemos.
La sonrisa es una invitación, un puente, un paso seguro para los que nos rodean. 
El que sonríe, ama, busca y aprecia lo que encuentra.

Los que esta Pascua están practicando EL ABRAZO, saben que este es el mejor generador de sonrisas, porque la alegría también se contagia.

¡¡SEA TODA NUESTRA VIDA UN ACTO DE AMOR!!

Ánimo y ¡ADELANTE , SIEMPRE ADELANTE!




«La sonrisa es una caricia, un regalo de gran valor. Debemos aprender otra vez a sonreír, a dejarnos invadir por una alegría nueva».

Franciscus


                            

La alegría es un tema central de las enseñanzas del papa Francisco, aún más necesario en estos tiempos que corren. En unas páginas que son un mensaje para todos los hombres y mujeres del mundo, el pontífice afirma que Dios es dicha y la misericordia es la manifestación más profunda de la felicidad de Dios y el núcleo del mensaje cristiano. Las palabras del papa Francisco son una invitación a abrazar la verdadera belleza; a abrirse, encontrarse y compartir; a cambiar actitudes personales y sociales que fomentan la exclusión; a desenmascarar el descontento que se produce cuando nos encerramos en nosotros mismos; y a afrontar la vida con valentía y confianza, sin dejarse vencer por la tristeza y el pesimismo. Los ocho capítulos de este libro abarcan el tema de la felicidad de manera humana y profunda, conscientes de que la verdadera alegría no es un sentimiento efímero ni ilusorio ni un antídoto para quienes ignoran el sufrimiento: proviene de una esperanza concreta, que nada ni nadie nos podrá arrebatar. Es una alegría que tiene la última palabra, siempre. Y el deseo de compartir una sonrisa es el primer pequeño gran paso para vivirla, para renovarnos, para renacer.