lunes, 30 de octubre de 2023

ORACIÓN DE LA VÍSPERA DE TODOS LOS SANTOS (31OCT2023)

 


 INFANTIL Y PRIMARIA

  https://www.youtube.com/watch?v=VSNf8mCvb0U

  CANTO:

https://www.youtube.com/watch?v=qNkaCTsmAeU

En el nombre del PADRE, del Hijo y del Espíritu Santo...

Celebramos la FIESTA DE TODOS LOS SANTOS y como cristianos Tellistas nos unimos en oración  para recordar a todas aquellas  personas, que fueron llamadas a ser santos y atendieron esa llamada, haciendo de su vida un ejemplo para todos nosotros.

Todos somos llamados a ser santos, cumpliendo el Mandamiento de Jesús. ¿Estamos dispuestos?
Nuestro lema este curso nos anima especialmente a ello: a prepararnos para el camino de la santidad , sin miedo, y confiando en el amor misericordioso del Señor.

Rezamos todos juntos el PADRENUESTRO.

No tengáis miedo.
Sea toda nuestra vida un acto de Amor.
¡Adelante Siempre adelante!

¡FELIZ DÍA DE TODOS LOS SANTOS!

 CANTO:

https://www.youtube.com/watch?v=qNkaCTsmAeU





  ESO

https://www.youtube.com/watch?v=Dxtg1G5Crkg


En el nombre del PADRE, del Hijo y del Espíritu Santo...

Celebramos la FIESTA DE TODOS LOS SANTOS y como cristianos Tellistas nos unimos en oración  para recordar a todas aquellas  personas, que fueron llamadas a ser santos y atendieron esa llamada, haciendo de su vida un ejemplo para todos nosotros.

Así que como  este curso  nos hemos puesto en camino con alegría, que este camino sea de santidad y que el amor a Dios Padre y Creador y al prójimo, al necesitado, nos permita ser las mejores personas posibles.

Rezamos todos juntos:

Dios, Señor Mío,
No tengo ni idea de adónde voy.
No veo el camino delante de mí.
No puedo saber con certeza dónde acabará.
tampoco me conozco realmente,
y el hecho de pensar que estoy siguiendo
tu voluntad no significa que en realidad lo esté haciendo
Pero creo que el deseo de agradarte,
de hecho te agrada.
Y espero tener ese deseo en todo lo que haga.
Espero que nunca haga algo apartado de ese deseo.
Y sé que si hago esto me llevarás por el camino correcto,
aunque yo no me dé cuenta de ello.
Por lo tanto, confiaré en ti siempre
aunque parezca estar perdido a la sombra de la muerte.
No tendré temor
porque estás siempre conmigo,
y nunca dejarás que enfrente solo mis peligros. Amèn

No tengáis miedo.
Sea toda nuestra vida un acto de Amor.
¡Adelante Siempre adelante!

¡FELIZ DÍA DE TODOS LOS SANTOS!

CANTO:

https://www.youtube.com/watch?v=JhTBWuteq7g


viernes, 27 de octubre de 2023

GRUPO DE ORACIÓN "CON MATILDE A LAVLUZ DEL SAGRARIO" (29OCT2023)

 LA PALABRA:

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,34-40):

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Palabra del Señor


PASIÓN POR DIOS Y COMPASIÓN POR EL SER HUMANO


Cuando olvidan lo esencial, fácilmente se adentran las religiones por caminos de mediocridad piadosa o de casuística moral, que no solo incapacitan para una relación sana con Dios, sino que pueden dañar gravemente a las personas. Ninguna religión escapa a este riesgo.

La escena que se narra en los evangelios tiene como trasfondo una atmósfera religiosa en que sacerdotes y maestros de la ley clasifican cientos de mandatos de la Ley divina en «fáciles» y «difíciles», «graves» y «leves», «pequeños» y «grandes». Casi imposible moverse con un corazón sano en esta red.

La pregunta que plantean a Jesús busca recuperar lo esencial, descubrir el «espíritu perdido»: ¿cuál es el mandato principal?, ¿qué es lo esencial?, ¿dónde está el núcleo de todo? La respuesta de Jesús, como la de Hillel y otros maestros judíos, recoge la fe básica de Israel: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Que nadie piense que, al hablar del amor a Dios, se está hablando de emociones o sentimientos hacia un Ser imaginario, ni de invitaciones a rezos y devociones. «Amar a Dios con todo el corazón» es reconocer humildemente el Misterio último de la vida; orientar confiadamente la existencia de acuerdo con su voluntad: amar a Dios como Padre, que es bueno y nos quiere bien.

Todo esto marca decisivamente la vida, pues significa alabar la existencia desde su raíz; tomar parte en la vida con gratitud; optar siempre por lo bueno y lo bello; vivir con corazón de carne y no de piedra; resistirnos a todo lo que traiciona la voluntad de Dios negando la vida y la dignidad de sus hijos e hijas.

Por eso el amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. Así lo recuerda Jesús: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No es posible el amor real a Dios sin escuchar el sufrimiento de sus hijos e hijas. ¿Qué religión sería aquella en la que el hambre de los desnutridos o el exceso de los satisfechos no planteara pregunta ni inquietud alguna a los creyentes? No están descaminados quienes resumen la religión de Jesús como «pasión por Dios y compasión por la humanidad».

José Antonio Pagola

Publicado en www.gruposdejesus.com




Lectura del libro del Éxodo (22,20-26):

Así dice el Señor: «No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.»

Palabra de Dios


R/.
 Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza

Yo te amo, Señor;
tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca,
mi alcázar, mi libertador. 
R/.

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.

Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,5c-10):

Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que nos libra del castigo futuro.

Palabra de Dios



 ¡ÁNIMO Y ADELANTE...SIEMPRE ADELANTE!

Paz y bien, paz y amor, pero sobre todo PAZ. 

Es el grito unánime de las personas de buena voluntad, sea cual sea el credo que practiquen.

Las imágenes de las guerras, nos ponen al prójimo en un espejo que, de alguna forma, nos devuelve nuestro propio reflejo. Podíamos ser nosotros. ¿Está la semilla de la guerra en nuestros corazones?

La respuesta de los tellistas ha sido un NO. Y ese NO ha salido de forma natural, pues nuestra forma de ser tellista nos invita constantemente a compartir, a acompañar,  a servir y estos valores son VALORES DE PAZ.

Nuestra oración por la paz no ha hecho más que se uniera nuestra voz a otras tantas voces en todo el planeta que claman por el respeto a los derechos humanos, el diálogo entre las partes enfrentadas que permita avanzar hacia una tregua, como paso previo a las negociaciones de una paz duradera.



El Papa Francisco nos ha recordado que la CONFIANZA en el AMOR MISERICORDIOSO de DIOS, que se expresa a través de cada uno de nosotros en lo que hacemos con, por y para los demás, es el arma más potente que posee el ser humano para construir una vida mejor, más justa y solidaria.
Y nos ha pedido, por segunda vez, que nos esforcemos en el cuidado de la Creación, de nuestra casa común.



Es importante, entonces, que nosotros asumamos ambos llamados y nos pongamos manos a la obra.
Que seamos fieles a nuestro lema de este año y al sueño de Matilde y vertebremos, cada uno desde el lugar que ocupa pequeños actos que nos permitan mostrar que somos capaces de pasar de las palabras a los hechos y propagar entre los que nos rodean el cumplimiento del MANDAMIENTO DEL AMOR.

NO TENGÁIS MIEDO. 

SEA TODA NUESTRA VIDA UN ACTO DE AMOR.

¡ÁNIMO Y...ADELANTE,SIEMPRE ADELANTE!

lunes, 23 de octubre de 2023

ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR LA PAZ (27OCT2023)


LLAMAMIENTO

También hoy el pensamiento va a Israel y Palestina. Las víctimas aumentan y la situación en Gaza es desesperada. ¡Se haga, por favor, todo lo posible para evitar una catástrofe humanitaria!

Preocupa la posible prolongación del conflicto, mientras en el mundo ya hay muchos frentes de guerra abiertos. ¡Callen las armas! ¡Se escuche el grito de paz de los pueblos, de la gente, de los niños! Hermanos y hermanas, la guerra no resuelve ningún problema, solo siembra muerte y destrucción, aumenta el odio y multiplica la venganza. La guerra cancela el futuro. Exhorto a los creyentes a tomar en este conflicto una sola parte: la de la paz; pero no de palabra, con la oración, con la dedicación total.

Pensando en esto, he decidido convocar, el viernes 27 de octubre, una jornada de ayuno y oración, de penitencia, a la cual invito a unirse, de la forma que consideren oportuno, a las hermanas y los hermanos de las varias confesiones cristianas, los pertenecientes a otras religiones y a cuantos tienen en el corazón la causa de la paz en el mundo. Esa tarde a las 18.00 en San Pedro viviremos, en espíritu de penitencia, una hora de oración para implorar sobre nuestros días la paz, la paz en este mundo. Pido a todas las Iglesias particulares que participen, preparando iniciativas similares que involucren al Pueblo de Dios.

PAPA FRANCISCO

https://www.vatican.va/content/francesco/es/audiences/2023/documents/20231018-udienza-generale.html



ORACIÓN POR LA PAZ

Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21).

Al Dios de la paz, Padre de todas las personas, presentemos las necesidades de nuestro mundo y supliquémosle que envíe el don de la paz. 

Tengamos presentes a personas y grupos que, en diferentes lugares del planeta trabajan para construir un mundo en paz y para ayudar a las personas a sanar las heridas generadas por las guerras y los conflictos.

Respondemos: Señor, escucha nuestra oración.

* Por los cristianos y todas las personas de buena voluntad, para que nunca perdamos la esperanza de que construir la paz es posible. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por los gobernantes de las naciones, para que estén abiertos a escuchar las necesidades de su pueblo, luchen contra la desigualdad y trabajen por el Bien Común. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por nuestra sociedad, tantas veces cargada de egoísmos e indiferencias, para que despertemos ante el dolor ajeno y acompañemos activa y afectivamente a quienes sufren. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por los jóvenes de todas las partes del mundo, para que, a través de la educación, lleguen a ser personas libres y responsables, capaces de trabajar por la paz y el desarrollo integral de las personas y de las comunidades. ROGUEMOS AL SEÑOR.

Por todos los que han muerto en las guerras y otros conflictos sociales, por las víctimas de los fanatismos y regímenes dictatoriales, por los que mueren en las fronteras y lejos de su patria, para que puedan contemplar el rostro amoroso de Dios. ROGUEMOS AL SEÑOR.

En silencio, presentamos nuestros deseos de paz al Señor.

REZAMOS UNIDOS POR NUESTRAS MANOS TODOS JUNTOS:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.


Que esta oración que realizamos los tellistas, unidos a muchas otras, ayude a detener los conflictos/guerras y a extender la paz en nuestros corazones.

¡Sea toda nuestra vida un acto de amor!

¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE

sábado, 21 de octubre de 2023

ORACIÓN POR LOS MIGRANTES Y LOS REFUGIADOS. REFLEXIÓN DEL SANTO PADRE FRANCISCO (19OCT2023)



Nunca sabremos agradecer lo suficiente a san Lucas por habernos transmitido esta parábola del Señor (cf. Lc 10,25-37). Esta parábola también está en el centro de la Encíclica Fratelli tutti, porque es una clave, yo diría la clave para pasar de la cerrazón de un mundo cerrado a un mundo abierto, de un mundo en guerra a la paz de otro un mundo. en paz. Esta tarde la hemos escuchado pensando en los migrantes, a quienes vemos representados en esta gran escultura: hombres y mujeres de todas las edades y procedencias; y en medio de ellos los ángeles que los conducen.

El camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura, como tampoco lo son hoy las numerosas rutas migratorias que atraviesan desiertos, bosques, ríos, y mares. ¿Cuántos hermanos y hermanas se encuentran hoy en la misma condición del caminante de la parábola? ¡Muchos! ¿Cuántos son asaltados, despojados y golpeados a lo largo del camino? Parten engañados por traficantes sin escrúpulos. Luego son vendidos como mercancías. Son secuestrados, encarcelados, explotados y convertidos en esclavos. Son humillados, torturados, y violentados. Y muchos, muchos mueren sin llegar nunca a su destino. Las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados medio muertos; por hermanos y hermanas cuyo dolor clama ante la presencia de Dios. A menudo son personas que escapan de la guerra y del terrorismo, como vemos lamentablemente en estos días.

También hoy, como entonces, están los que ven y pasan de largo, seguramente buscándose una buena excusa, en realidad por egoísmo, indiferencia, miedo. Esta es la verdad. En cambio, ¿qué nos dice el Evangelio sobre aquel samaritano? Dice que vio a aquel hombre herido y se conmovió (v. 33). Esta es la clave. Y La compasión es la huella de Dios en nuestro corazón. El estilo de Dios es la cercanía, la compasión y la ternura; este es el estilo de Dios. Y la compasión es la impronta de Dios en nuestro corazón. Esta es la clave. Este es el punto de inflexión. De hecho, desde ese momento la vida de aquel herido comenzó a recuperarse, gracias a aquel extraño que se comportó como un hermano. Y de este modo, el fruto no es sólo una buena acción de asistencia, sino el fruto es la fraternidad. 

Como el buen samaritano, estamos llamados a hacernos prójimos de todos los viandantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas, aliviar su dolor. Lamentablemente, para muchos es demasiado tarde y no nos queda más remedio que llorar sobre sus tumbas, si las tienen, o el Mediterráneo acabó siendo su tumba. Pero el Señor conoce el rostro de cada uno, y no lo olvida.  

El buen samaritano no se limitó a socorrer al pobre viajero en el camino. Lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Aquí podemos encontrar el sentido de los cuatro verbos que resumen nuestra acción con los migrantes: acoger, proteger, promover e integrar. Los migrantes han de ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Se trata de una responsabilidad a largo plazo; en efecto, el buen samaritano se comprometió tanto al ir como al regresar. Por eso es importante prepararnos adecuadamente para los desafíos de las migraciones actuales, comprendiendo sus criticidades, pero también las oportunidades que estas ofrecen, con vistas al crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas, más pacíficas.

Me permito subrayar la urgencia de otra acción, que no está contemplada por la parábola. Todos debemos comprometernos a hacer más seguro el camino, para que los viajeros de hoy no sean víctimas de los bandidos. Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir las redes criminales, que especulan con los sueños de los migrantes. Pero también es necesario indicar rutas más seguras. Por eso, es necesario comprometerse para ampliar los canales migratorios regulares. En el actual escenario mundial es evidente que es necesario hacer dialogar las políticas demográficas y económicas con las migratorias, en beneficio de todas las personas implicadas, sin olvidarse nunca de poner en el centro a los más vulnerables. También es necesario promover una orientación común y corresponsable para el control de los flujos migratorios, que parecen destinados a aumentar en los próximos años.

Acoger, proteger, promover e integrar; este es el trabajo que nosotros debemos hacer.

Pidamos al Señor la gracia de hacernos cercanos a todos los migrantes y los refugiados que llaman a nuestra puerta, porque hoy «todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido» (Carta enc. Fratelli tutti, 70).

Y ahora haremos un breve momento de silencio, recordando a todos aquellos que no han sobrevivido, que han perdido la vida en las diversas rutas migratorias, y a aquellos que han sido utilizados, esclavizados.

 PAPA FRANCISCO

https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2023/october/documents/20231019-preghiera-migranti-rifugiati.html

GRUPO DE ORACIÓN "CON MATILDE A LA LUZ DEL SAGRARIO" (22OCT2023)

 LA PALABRA:

Lectura del santo evangelio según san Mateo (22,15-21):

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»


Palabra del Señor




A DIOS LO QUE ES DE DIOS

La trampa que tienden a Jesús está bien pensada: «¿Es lícito pagar tributos al César o no?». Si responde negativamente, lo podrán acusar de rebelión contra Roma. Si acepta la tributación, quedará desacreditado ante aquellas gentes que viven exprimidas por los impuestos, y a las que él tanto quiere y defiende.

Jesús les pide que le enseñen «la moneda del impuesto». Él no la tiene, pues vive como un vagabundo itinerante, sin tierras ni trabajo fijo; no tiene problemas con los recaudadores. Después les pregunta por la imagen que aparece en aquel denario de plata. Representa a Tiberio, y la leyenda decía: «Tiberius Caesar, Divi Augusti Filius Augustus». En el reverso se podía leer: «Pontifex Maximus».

El gesto de Jesús es ya clarificador. Sus adversarios viven esclavos del sistema, pues, al utilizar aquella moneda acuñada con símbolos políticos y religiosos, están reconociendo la soberanía del emperador. No es el caso de Jesús, que vive de manera pobre pero libre, dedicado a los más pobres y excluidos del Imperio.

Jesús añade entonces algo que nadie le ha planteado. Le preguntan por los derechos del César y él les responde recordando los derechos de Dios: «Pagadle al César lo que es del César, pero dad a Dios lo que es de Dios». La moneda lleva la imagen del emperador, pero el ser humano, como recuerda el viejo libro del Génesis, es «imagen de Dios». Por eso nunca ha de ser sometido a ningún emperador. Jesús lo había recordado muchas veces. Los pobres son de Dios; los pequeños son sus hijos predilectos; el reino de Dios les pertenece. Nadie ha de abusar de ellos.

Jesús no dice que una mitad de la vida, la material y económica, pertenece a la esfera del César, y la otra mitad, la espiritual y religiosa, a la esfera de Dios. Su mensaje es otro: si entramos en el reino, no hemos de consentir que ningún César sacrifique lo que solo le pertenece a Dios: los hambrientos del mundo, los subsaharianos abandonados que llegan en las pateras, los «sin papeles» de nuestras ciudades. Que ningún César cuente con nosotros.


José Antonio Pagola

Publicado en www.gruposdejesus.com






Lectura del libro de Isaías (45,1.4-6):

Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: «Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.»

Palabra de Dios


Sal 95,1.3.4-5.7-8.9-10a.10e

R/.
 Aclamad la gloria y el poder del Señor

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. 
R/.

Porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R/.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él gobierna a los pueblos rectamente.» R/.



Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1,1-5b):

Pablo, Silvano y Tirnoteo a la Iglesia de los tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros, gracia y paz. Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordarnos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor. Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido y que, cuando se proclamó el Evangelio entre vosotros, no hubo sólo palabras, sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda.

Palabra de Dios

 ¡ÁNIMO Y ADELANTE...SIEMPRE ADELANTE!

La liturgia semanal nos propone el episodio de la pregunta trampa por el pago de los impuestos. Jesús responde a fariseos y herodianos con la frase que ya conocemos: Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. De ninguna forma quería separar en dos ámbitos lo religioso y lo político. Más bien daba a entender que lo que es de Dios es todo. Las personas humanas son de Dios, es decir, que no son de nadie.


¿Y dónde se nos hace a nosotros  esa pregunta trampa  en el día a día?
Cada uno tendrá su respuesta.
Lo que nos lleva a que cada interrogante que nosotros nos hacemos tiene respuesta en nosotros mismos.
Somos únicos, distintos, pero iguales en cuanto propósito de Dios.
Por eso tendemos a asociarnos, a caminar juntos, buscar retos y metas que nos permitan avanzar en una misma dirección. 
Como cristianos tellistas, creemos en el pegamento del AMOR, el amor al necesitado, al prójimo, como elemento vertebrador de todas nuestras actuaciones.


Y por supuesto que no es fácil ser uno en comunidad, asumir puestos y roles, o renunciar a una parte de ti por otros. Por eso funciona mejor el trabajo callado, que el ruido del autobombo, la disponibilidad que el mirar para otro lado, el abrazo que la palmada en la espalda.


Y por supuesto que nos equivocamos, que nos dejamos llevar por el furor de todo lo que nos permiten hacer "las monedas del Cesar", o nos dejamos llevar por nuestras pequeñas, o grandes, dosis de egoísmo antes de ver todo lo que somos capaces de hacer en los demás con nuestro acompañamiento,  afecto, entrega y servicio. 
Tenemos un sueldo, pero también tenemos una vocación, una Misión. 
Por suerte ambas cosas no son contradictorias y gracias a Dios tienden a hacernos felices.
Pero es muy importante que comprendamos que no tenemos sentido si no somos OBRA DE DIOS.



Permitidme que termine con este chiste y aproveche que va a llover con ganas.
Si somos de Dios, tendremos que hacer lo posible por cuidar la CREACIÓN.
Tendremos que hacer lo posible por lograr la PAZ.
Tendremos que hacer lo posible por proteger a los que sufren las consecuencias de esas guerras, migrantes y refugiados.
                   Si somos tellistas, tendremos que cuidar también cada obra de las HMMI, como obras de Dios que son y así cuidar el lugar donde nos ganamos el sustento de nuestras familias... ¡y el Cielo!

NO TENGÁIS MIEDO.

SEA TODA NUESTRA VIDA UN ACTO DE AMOR.

¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE!

ORACIÓN POR EL DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES DOMUND (20OCT2023)


 EN EL NOMBRE DEL PADRE… 


Este domingo celebramos todos los TELLISTAS y junto a TODA LA IGLESIA el DOMINGO MUNDIAL DE LAS MISIONES, cuyo lema es “CORAZONES ARDIENTES ,PIES EN CAMINO”.


Como podéis ver su lema se parece mucho al nuestro.

El encuentro con el SEÑOR y nuestro AMOR por ÉL, nos hace poner en camino “hasta los confines de la tierra”.

Esa es la vocación de los misioneros.Su vida y su trabajo dejan huella en quienes los conocen.


Pero nosotros también ESTAMOS LLAMADOS a la MISIÓN, como parte de la IGLESIA que somos.

Todo gesto, toda ayuda y toda oración, por pequeña que nos pueda parecer, tiene una grandísima repercusión en la tarea misionera. y es de gran ayuda para el trabajo evangelizador que los misioneros están realizando.



Por esta razón, y junto a nuestro EURO (o más si tú puedes y quieres) MISIONERO de donativo, vamos a realizar todos juntos la ORACIÓN DEL DOMUND.

Así que, TELLISTAS, pongámonos en camino, avancemos con alegría, como misioneros de las HIJAS DE MARÍA MADRE DE LA IGLESIA y, sin miedo,cuidemos de los que tengamos cerca, de nuestras familias, los amigos, los compañeros de clase, de todos aquellos que nos necesiten pues esa es NUESTRA PRIMERA MISIÓN.


ÁNIMO y… ¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE!



martes, 17 de octubre de 2023

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA "C´EST LA CONFIANCE" DEL PAPA FRANCISCO (18OCT2023)

 



Sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios con motivo del 150º aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz.

1. «C’est la confiance et rien que la confiance qui doit nous conduire à l’Amour»: «La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al Amor».[1]

2. Estas palabras tan contundentes de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz lo dicen todo, resumen la genialidad de su espiritualidad y bastarían para justificar que se la haya declarado doctora de la Iglesia. Sólo la confianza, “nada más”, no hay otro camino por donde podamos ser conducidos al Amor que todo lo da. Con la confianza, el manantial de la gracia desborda en nuestras vidas, el Evangelio se hace carne en nosotros y nos convierte en canales de misericordia para los hermanos.

3. Es la confianza la que nos sostiene cada día y la que nos mantendrá de pie ante la mirada del Señor cuando nos llame junto a Él: «En la tarde de esta vida, compareceré delante de ti con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti mismo».[2]

4. Teresita es una de las santas más conocidas y queridas en todo el mundo. Como sucede con san Francisco de Asís, es amada incluso por no cristianos y no creyentes. También ha sido reconocida por la UNESCO entre las figuras más significativas para la humanidad contemporánea.[3] Nos hará bien profundizar su mensaje al conmemorar el 150.º aniversario de su nacimiento, que tuvo lugar en Alençon el 2 de enero de 1873, y el centenario de su beatificación.[4] Pero no he querido hacer pública esta Exhortación en alguna de esas fechas, o el día de su memoria, para que este mensaje vaya más allá de esa celebración y sea asumido como parte del tesoro espiritual de la Iglesia. La fecha de esta publicación, memoria de santa Teresa de Ávila, quiere presentar a santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz como fruto maduro de la reforma del Carmelo y de la espiritualidad de la gran santa española.

5. Su vida terrena fue breve, apenas veinticuatro años, y sencilla como una más, transcurrida primero en su familia y luego en el Carmelo de Lisieux. La extraordinaria carga de luz y de amor que irradiaba su persona se manifestó inmediatamente después de su muerte con la publicación de sus escritos y con las innumerables gracias obtenidas por los fieles que la invocaban.

6. La Iglesia reconoció rápidamente el valor extraordinario de su figura y la originalidad de su espiritualidad evangélica. Teresita conoció al Papa León XIII con motivo de la peregrinación a Roma en 1887 y le pidió permiso para entrar en el Carmelo a la edad de quince años. Poco después de su muerte, san Pío X percibió su enorme estatura espiritual, tanto que afirmó que se convertiría en la santa más grande de los tiempos modernos. Declarada venerable en 1921 por Benedicto XV, que elogió sus virtudes centrándolas en el “caminito” de la infancia espiritual,[5] fue beatificada hace cien años y luego canonizada el 17 de mayo de 1925 por Pío XI, quien agradeció al Señor por permitirle que Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz fuera “la primera beata que elevó a los honores de los altares y la primera santa canonizada por él”.[6] El mismo Papa la declaró patrona de las Misiones en 1927.[7] Fue proclamada una de las patronas de Francia en 1944 por el venerable Pío XII,[8] que en varias ocasiones profundizó el tema de la infancia espiritual.[9] A san Pablo VI le gustaba recordar su bautismo, recibido el 30 de septiembre de 1897, día de la muerte de santa Teresita, y en el centenario de su nacimiento dirigió al obispo de Bayeux y Lisieux un escrito sobre su doctrina.[10] Durante su primer viaje apostólico a Francia, en junio de 1980, san Juan Pablo II fue a la basílica dedicada a ella y en 1997 la declaró doctora de la Iglesia,[11] considerándola además «como experta en la scientia amoris».[12] Benedicto XVI retomó el tema de su “ciencia del amor”, proponiéndola como «guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos».[13] Finalmente, tuve la alegría de canonizar a sus padres Luis y Celia en el año 2015, durante el Sínodo sobre la familia, y recientemente le dediqué una catequesis en el ciclo sobre el celo apostólico.[14]




1. Jesús para los demás

7. En el nombre que ella eligió como religiosa se destaca Jesús: el “Niño” que manifiesta el misterio de la Encarnación y la “Santa Faz”, es decir, el rostro de Cristo que se entrega hasta el fin en la Cruz. Ella es “santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz”.

8. El Nombre de Jesús es continuamente “respirado” por Teresa como acto de amor, hasta el último aliento. También había grabado estas palabras en su celda: “Jesús es mi único amor”. Fue su interpretación de la afirmación culminante del Nuevo Testamento: «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16).

Alma misionera

9. Como sucede en todo encuentro auténtico con Cristo, esta experiencia de fe la convocaba a la misión. Teresita pudo definir su misión con estas palabras: «En el cielo desearé lo mismo que deseo ahora en la tierra: amar a Jesús y hacerle amar».[15] Escribió que había entrado al Carmelo «para salvar almas».[16] Es decir, no entendía su consagración a Dios sin la búsqueda del bien de los hermanos. Ella compartía el amor misericordioso del Padre por el hijo pecador y el del Buen Pastor por las ovejas perdidas, lejanas, heridas. Por eso es patrona de las misiones, maestra de evangelización.

10. Las últimas páginas de Historia de un alma[17] son un testamento misionero, expresan su modo de entender la evangelización por atracción,[18] no por presión o proselitismo. Vale la pena leer cómo lo sintetiza ella misma: «“Atráeme, y correremos trasel olor de tus perfumes”. ¡Oh, Jesús!, ni siquiera es, pues, necesario decir: Al atraerme a mí, atrae también a las almas que amo. Esta simple palabra, “Atráeme”, basta. Lo entiendo, Señor. Cuando un alma se ha dejado fascinar por el perfume embriagador de tus perfumes, ya no puede correr sola, todas las almas que ama se ven arrastradas tras de ella. Y eso se hace sin tensiones, sin esfuerzos, como una consecuencia natural de su propia atracción hacia ti. Como un torrente que se lanza impetuosamente hacia el océano arrastrando tras de sí todo lo que encuentra a su paso, así, Jesús mío, el alma que se hunde en el océano sin riberas de tu amor atrae tras de sí todos los tesoros que posee… Señor, tú sabes que yo no tengo más tesoros que las almas que tú has querido unir a la mía».[19]

11. Aquí ella cita las palabras que la novia dirige al novio en el Cantar de los Cantares (1,3-4), según la interpretación profundizada por los dos doctores del Carmelo, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz. El Esposo es Jesús, el Hijo de Dios que se unió a nuestra humanidad en la Encarnación y la redimió en la Cruz. Allí, desde su costado abierto, dio a luz a la Iglesia, su amada Esposa, por la que entregó su vida (cf. Ef 5,25). Lo que llama la atención es cómo Teresita, consciente de que está cerca de la muerte, no vive este misterio encerrada en sí misma, sólo en un sentido consolador, sino con un ferviente espíritu apostólico.

La gracia que nos libera de la autorreferencialidad

12. Algo semejante ocurre cuando se refiere a la acción del Espíritu Santo, que adquiere de inmediato un sentido misionero: «Esa es mi oración. Yo pido a Jesús que me atraiga a las llamas de su amor, que me una tan íntimamente a Él que sea Él quien viva y quien actúe en mí. Siento que cuanto más abrase mi corazón el fuego del amor, con mayor fuerza diré: “Atráeme”; y que cuanto más se acerquen las almas a mí (pobre trocito de hierro, si me alejase de la hoguera divina), más ligeras correrán tras los perfumes de su Amado. Porque un alma abrasada de amor no puede estarse inactiva».[20]

13. En el corazón de Teresita, la gracia del bautismo se convierte en un torrente impetuoso que desemboca en el océano del amor de Cristo, arrastrando consigo una multitud de hermanas y hermanos, lo que ocurrió especialmente después de su muerte. Fue su prometida «lluvia de rosas».[21]

2. El caminito de la confianza y del amor

14. Uno de los descubrimientos más importantes de Teresita, para el bien de todo el Pueblo de Dios, es su“caminito”, el camino de la confianza y del amor, también conocido como el camino de la infancia espiritual. Todos pueden seguirlo, en cualquier estado de vida, en cada momento de la existencia. Es el camino que el Padre celestial revela a los pequeños (cf. Mt 11,25).

15. Teresita relató el descubrimiento del caminito en la Historia de un alma:[22] «A pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo».[23]

16. Para describirlo, usa la imagen del ascensor: «¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más».[24] Pequeña, incapaz de confiar en sí misma, aunque firmemente segura en la potencia amorosa de los brazos del Señor.

17. Es el “dulce camino del amor”,[25] abierto por Jesús a los pequeños y a los pobres, a todos. Es el camino de la verdadera alegría. Frente a una idea pelagiana de santidad,[26] individualista y elitista, más ascética que mística, que pone el énfasis principal en el esfuerzo humano, Teresita subraya siempre la primacía de la acción de Dios, de su gracia. Así llega a decir: «Sigo teniendo la misma confianza audaz de llegar a ser una gran santa, pues no me apoyo en mis méritos —que no tengo ninguno—, sino en Aquel que es la Virtud y la Santidad mismas. Sólo Él, conformándose con mis débiles esfuerzos, me elevará hasta Él y, cubriéndome con sus méritos infinitos, me hará santa».[27]

Más allá de todo mérito

18. Este modo de pensar no contrasta con la tradicional enseñanza católica sobre el crecimiento de la gracia; es decir que, justificados gratuitamente por la gracia santificante, somos transformados y capacitados para cooperar con nuestras buenas acciones en un camino de crecimiento en la santidad. De este modo somos elevados de tal manera que podemos tener reales méritos para el desarrollo de la gracia recibida.

19. Teresita, sin embargo, prefiere destacar el primado de la acción divina e invitar a la confianza plena mirando el amor de Cristo que se nos ha dado hasta el fin. En el fondo, su enseñanza es que, dado que no podemos tener certeza alguna mirándonos a nosotros mismos,[28] tampoco podemos tener certeza de poseer méritos propios. Entonces no es posible confiar en estos esfuerzos o cumplimientos. El Catecismo ha querido citar las palabras de santa Teresita cuando dice al Señor: «Compareceré delante de ti con las manos vacías»,[29] para expresar que «los santos han tenido siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia».[30] Esta convicción despierta una gozosa y tierna gratitud.

20. Por consiguiente, la actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo.[31] Por esta razón Teresita nunca usa la expresión, frecuente en su tiempo, “me haré santa”.

21. Sin embargo, su confianza sin límites alienta a quienes se sienten frágiles, limitados, pecadores, a dejarse llevar y transformar para llegar alto: «Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud».[32]

22. Esta misma insistencia de Teresita en la iniciativa divina hace que, cuando habla de la Eucaristía, no ponga en primer lugar su deseo de recibir a Jesús en la sagrada comunión, sino el deseo de Jesús que quiere unirse a nosotros y habitar en nuestros corazones.[33] En la Ofrenda al amor misericordioso, sufriendo por no poder recibir la comunión todos los días, dice a Jesús: «Quédate en mí como en el sagrario».[34] El centro y el objeto de su mirada no es ella misma con sus necesidades, sino Cristo que ama, que busca, que desea, que habita en el alma.

El abandono cotidiano

23. La confianza que Teresita promueve no debe entenderse sólo en referencia a la propia santificación y salvación. Tiene un sentido integral, que abraza la totalidad de la existencia concreta y se aplica a nuestra vida entera, donde muchas veces nos abruman los temores, el deseo de seguridades humanas, la necesidad de tener todo bajo nuestro control. Aquí es donde aparece la invitación al santo “abandono”.

24. La confianza plena, que se vuelve abandono en el Amor, nos libera de los cálculos obsesivos, de la constante preocupación por el futuro, de los temores que quitan la paz. En sus últimos días Teresita insistía en esto: «Los que corremos por el camino del amor creo que no debemos pensar en lo que pueda ocurrirnos de doloroso en el futuro, porque eso es faltar a la confianza».[35] Si estamos en las manos de un Padre que nos ama sin límites, eso será verdad pase lo que pase, saldremos adelante más allá de lo que ocurra y, de un modo u otro, se cumplirá en nuestras vidas su proyecto de amor y plenitud.

Un fuego en medio de la noche

25. Teresita vivía la femás fuerte y segura en la oscuridad de la noche e incluso en la oscuridad del Calvario. Su testimonio alcanzó el punto culminante en el último período de su vida, en la gran «prueba contra la fe»,[36] que comenzó en la Pascua de 1896. En su relato,[37] ella pone esta prueba en relación directa con la dolorosa realidad del ateísmo de su tiempo. Vivió de hecho a finales del siglo XIX, que fue la “edad de oro” del ateísmo moderno, como sistema filosófico e ideológico. Cuando escribió que Jesús había permitido que su alma «se viese invadida por las más densas tinieblas»,[38] estaba indicando la oscuridad del ateísmo y el rechazo de la fe cristiana. En unión con Jesús, que recibió en sí toda la oscuridad del pecado del mundo cuando aceptó beber el cáliz de la Pasión, Teresita percibe en esa noche tenebrosa la desesperación, el vacío de la nada.[39]

26. Pero la oscuridad no puede extinguir la luz: ella ha sido conquistada por Aquel que ha venido al mundo como luz (cf. Jn 12,46).[40] El relato de Teresita manifiesta el carácter heroico de su fe, su victoria en el combate espiritual, frente a las tentaciones más fuertes. Se siente hermana de los ateos y sentada, como Jesús, a la mesa con los pecadores (cf. Mt 9,10-13). Intercede por ellos, mientras renueva continuamente su acto de fe, siempre en comunión amorosa con el Señor: «Corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo; le digo que me alegro de no gozar de ese hermoso cielo aquí en la tierra para que Él lo abra a los pobres incrédulos por toda la eternidad».[41]

27. Junto con la fe, Teresa vive intensamente una confianza ilimitada en la infinita misericordia de Dios: «la confianza puede conducirnos al Amor».[42] Vive, aun en la oscuridad, la confianza total del niño que se abandona sin miedo en los brazos de su padre y de su madre. Para Teresita, de hecho, Dios brilla ante todo a través de su misericordia, clave de comprensión de cualquier otra cosa que se diga de Él: «A mí me ha dado su misericordia infinita, ¡y a través de ella contemplo y adoro las demás perfecciones divinas…! Entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás ésta más aún que todas las demás) me parece revestida de amor».[43] Este es uno de los descubrimientos más importantes de Teresita, una de las mayores contribuciones que ha ofrecido a todo el Pueblo de Dios. De modo extraordinario penetró en las profundidades de la misericordia divina y de allí sacó la luz de su esperanza ilimitada.

Una firmísima esperanza

28. Antes de su entrada en el Carmelo, Teresita había experimentado una singular cercanía espiritual con una de las personas más desventuradas, el criminal Henri Pranzini, condenado a muerte por triple asesinato y no arrepentido.[44] Al ofrecer la Misa por él y rezar con total confianza por su salvación, sin dudar lo pone en contacto con la Sangre de Jesús y dice a Dios que está segurísima de que en el último momento Él lo perdonaría y que ella lo creería «aunque no se confesase ni diese muestra alguna de arrepentimiento». Da la razón de su certeza: «Tanta confianza tenía en la misericordia infinita de Jesús».[45] Cuánta emoción, luego, al descubrir que Pranzini, subido al cadalso, «de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus llagas sagradas…!».[46] Esta experiencia tan intensa de esperar contra toda esperanza fue fundamental para ella: «A partir de esta gracia sin igual, mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en día».[47]

29. Teresita es consciente del drama del pecado, aunque siempre la vemos inmersa en el misterio de Cristo, con la certeza de que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). El pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito. En cambio, el amor misericordioso del Redentor, este sí es infinito. Teresita es testigo de la victoria definitiva de Jesús sobre todas las fuerzas del mal a través de su pasión, muerte y resurrección. Movida por la confianza, se atreve a plantear: «Jesús, haz que yo salve muchas almas, que hoy no se condene ni una sola […]. Jesús, perdóname si digo cosas que no debiera decir, sólo quiero alegrarte y consolarte».[48] Esto nos permite pasar a otro aspecto de ese aire fresco que es el mensaje de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz.


3. Seré el amor

30. “Más grande” que la fe y la esperanza, la caridadnunca pasará (cf. 1 Co 13,8-13). Es el mayor regalo del Espíritu Santo y es «madre y raíz de todas las virtudes».[49]

La caridad como trato personal de amor

31. La Historia de un alma es un testimonio de caridad, donde Teresita nos ofrece un comentario sobre el mandamiento nuevo de Jesús: «Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Jn 15,12).[50] Jesús tiene sed de esta respuesta a su amor. De hecho, «no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed… Pero al decir: “Dame de beber”, lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor».[51] Teresita quiere corresponder al amor de Jesúsdevolverle amor por amor.[52]

32. El simbolismo del amor esponsal expresa la reciprocidad del don de sí entre el novio y la novia. Así, inspirada por el Cantar de los Cantares (2,16), escribe: «Yo pienso que el corazón de mi Esposo es sólo para mí, como el mío es sólo para él, y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara».[53] Aunque el Señor nos ama juntos como Pueblo, al mismo tiempo la caridad obra de un modo personalísimo, “de corazón a corazón”.

33. Teresita tiene la viva certeza de que Jesús la amó y conoció personalmente en su Pasión: «Me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Contemplando a Jesús en su agonía, ella le dice: «Me has visto».[54] Del mismo modo le dice al Niño Jesús en los brazos de su Madre: «Con tu pequeña mano, que halagaba a María, sustentabas el mundo y la vida le dabas. Y pensabas en mí».[55] Así, también al comienzo de la Historia de un alma, ella contempla el amor de Jesús por todos y cada uno como si fuera único en el mundo.[56]

34. El acto de amor “Jesús, te amo”, continuamente vivido por Teresita como la respiración, es su clave de lectura del Evangelio. Con ese amor se sumerge en todos los misterios de la vida de Cristo, de los cuales se hace contemporánea, habitando el Evangelio con María y José, María Magdalena y los Apóstoles. Junto a ellos penetra en las profundidades del amor del Corazón de Jesús. Veamos un ejemplo: «Cuando veo a Magdalena adelantarse, en presencia de los numerosos invitados, y regar con sus lágrimas los pies de su Maestro adorado, a quien toca por primera vez, siento que su corazón ha comprendido los abismos de amor y de misericordia del corazón de Jesús y que, por más pecadora que sea, ese corazón de amor está dispuesto, no sólo a perdonarla, sino incluso a prodigarle los favores de su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de la contemplación».[57]

El amor más grande en la mayor sencillez

35. Al final de la Historia de un alma, Teresita nos regaló su Ofrenda como víctima de holocausto al amor misericordioso de Dios.[58] Cuando ella se entregó en plenitud a la acción del Espíritu recibió, sin estridencias ni signos vistosos, la sobreabundancia del agua viva: «los ríos, o, mejor los océanos de gracias que han venido a inundar mi alma».[59] Es la vida mística que, aun privada de fenómenos extraordinarios, se propone a todos los fieles como experiencia diaria de amor.

36. Teresita vive la caridad en la pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana, y lo hace en compañía de la Virgen María, aprendiendo de ella que«amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo».[60] De hecho, mientras que los predicadores de su tiempo hablaban a menudo de la grandeza de María de manera triunfalista, como alejada de nosotros, Teresita muestra, a partir del Evangelio, que María es la más grande del Reino de los Cielos porque es la más pequeña (cf. Mt 18,4), la más cercana a Jesús en su humillación. Ella ve que, si los relatos apócrifos están llenos de episodios llamativos y maravillosos, los Evangelios nos muestran una vida humilde y pobre, que transcurre en la simplicidad de la fe. Jesús mismo quiere que María sea el ejemplo del alma que lo busca con una fe despojada.[61] María fue la primera en vivir el “caminito” en pura fe y humildad; así que Teresita no duda en escribir:

«Yo sé que en Nazaret, Madre llena de gracia,

viviste pobremente sin ambición de más.

¡Ni éxtasis, ni raptos, ni sonoros milagros

tu vida embellecieron, Reina del Santoral…!

Muchos son en la tierra los pequeños y humildes:

sus ojos hacia ti pueden sin miedo alzar.

Madre, te place andar por la vía común,

para guiar las almas al feliz Más Allá».[62]

37. Teresita también nos ha ofrecido relatos que dan cuenta de algunos momentos de gracia vividos en medio de la sencillez diaria, como su repentina inspiración cuando acompañaba a una hermana enferma con carácter difícil. Pero siempre se trata de experiencias de una caridad más intensa vivida en las situaciones más ordinarias: «Una tarde de invierno estaba yo, como de costumbre, cumpliendo con mi tarea. Hacía frío y era de noche… De pronto, oí a lo lejos el sonido armonioso de un instrumento musical. Entonces me imaginé un salón muy iluminado, todo resplandeciente de ricos dorados; unas jóvenes elegantemente vestidas se hacían unas a otras toda suerte de cumplidos y de cortesías mundanas. Luego mi mirada se posó sobre la pobre enferma a la que estaba sosteniendo: en vez de una melodía, escuchaba de tanto en tanto sus gemidos lastimeros; en vez de ricos dorados, veía los ladrillos de nuestro austero claustro apenas alumbrado por una lucecita. No puedo expresar lo que pasó en mi alma. Lo que sí sé es que el Señor la iluminó con los rayos de la verdad, que excedían de tal forma el brillo tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi felicidad… No, no cambiaría los diez minutos que me llevó realizar mi humilde servicio de caridad por gozar mil años de fiestas mundanas».[63]

En el corazón de la Iglesia

38. Teresita heredó de santa Teresa de Ávila un gran amor a la Iglesia y pudo llegar a lo hondo de este misterio. Lo vemos en su descubrimiento del “corazón de la Iglesia”. En una larga oración a Jesús,[64] escrita el 8 de septiembre de 1896, sexto aniversario de su profesión religiosa, la santa confió al Señor que se sentía animada por un inmenso deseo, por una pasión por el Evangelio que ninguna vocación por sí sola podía satisfacer. Y así, en busca de su “lugar” en la Iglesia, había releído los capítulos 12 y 13 de la Primera Carta de san Pablo a los corintios.

39. En el capítulo 12, el Apóstol utiliza la metáfora del cuerpo y sus miembros para explicar que la Iglesia incluye una gran variedad de carismas ordenados según un orden jerárquico. Pero esta descripción no es suficiente para Teresita. Ella continuó su investigación, leyó el “himno a la caridad” del capítulo 13, allí encontró la gran respuesta y escribió esta página memorable: «Al mirar el cuerpo místico de la Iglesia, yo no me había reconocido en ninguno de los miembros descritos por san Pablo; o, mejor dicho, quería reconocerme en todos ellos… La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre… Comprendíqueel amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares… En una palabra, ¡que el amor es eterno…! Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío…, al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor…! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado… En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor… Así lo seré todo… ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad…!!!».[65]

40. No es el corazón de una Iglesia triunfalista, es el corazón de una Iglesia amante, humilde y misericordiosa. Teresita nunca se pone por encima de los demás, sino en el último lugar con el Hijo de Dios, que por nosotros se convirtió en siervo y se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte en una cruz (cf. Flp 2,7-8).

41. Tal descubrimiento del corazón de la Iglesia es también una gran luz para nosotros hoy, para no escandalizarnos por los límites y debilidades de la institución eclesiástica, marcada por oscuridades y pecados, y entrar en su corazón ardiente de amor, que se encendió en Pentecostés gracias al don del Espíritu Santo. Es ese corazón cuyo fuego se aviva más aún con cada uno de nuestros actos de caridad. “Yo seré el amor”, esta es la opción radical de Teresita, su síntesis definitiva, su identidad espiritual más personal.

Lluvia de rosas

42. Después de muchos siglos en que tantos santos expresaron con mucho fervor y belleza sus deseos de “ir al cielo”, santa Teresita reconoció, con gran sinceridad: «Yo sufría por aquel entonces grandes pruebas interiores de todo tipo (hasta llegar a preguntarme a veces si existía un cielo)».[66] En otro momento dijo: «Cuando canto la felicidad del cielo y la eterna posesión de Dios, no experimento la menor alegría, pues canto simplemente lo que quiero creer».[67] ¿Qué ha sucedido? Que ella estaba escuchando la llamada de Dios a poner fuego en el corazón de la Iglesia más que a soñar con su propia felicidad.

43. La transformación que se produjo en ella le permitió pasar de un fervoroso deseo del cielo a un constante y ardiente deseo del bien de todos, culminando en el sueño de continuar en el cielo su misión de amar a Jesús y hacerlo amar. En este sentido, en una de sus últimas cartas escribió: «Tengo la confianza de que no voy a estar inactiva en el cielo. Mi deseo es seguir trabajando por la Iglesia y por las almas».[68] Y en esos mismos días dijo, de modo más directo: «Pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo. Sí, yo quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra».[69]

44. Así Teresita expresaba su respuesta más convencida al don único que el Señor le estaba regalando, a esa luz sorprendente que Dios estaba derramando en ella. De este modo llegaba a la última síntesis personal del Evangelio, que partía de la confianza plena hasta culminar en el don total por los demás. Ella no dudaba de la fecundidad de esa entrega: «Pienso en todo el bien que podré hacer después de la muerte».[70] «Dios no me daría este deseo de hacer el bien en la tierra después de mi muerte, si no quisiera hacerlo realidad».[71] «Será como una lluvia de rosas».[72]

45. Se cierra el círculo. «C’est la confiance». Es la confianza la que nos lleva al Amor y así nos libera del temor, es la confianza la que nos ayuda a quitar la mirada de nosotros mismos, es la confianza la que nos permite poner en las manos de Dios lo que sólo Él puede hacer. Esto nos deja un inmenso caudal de amor y de energías disponibles para buscar el bien de los hermanos. Y así, en medio del sufrimiento de sus últimos días, Teresita podía decir: «Sólo cuento ya con el amor».[73] Al final sólo cuenta el amor. La confianza hace brotar las rosas y las derrama como un desbordamiento de la sobreabundancia del amor divino. Pidámosla como don gratuito, como regalo precioso de la gracia, para que se abran en nuestra vida los caminos del Evangelio.

4. En el corazón del Evangelio

46. En Evangelii gaudium insistí en la invitación a regresar a la frescura del manantial, para poner el acento en aquello que es esencial e indispensable. Creo que es oportuno retomar y proponer nuevamente aquella invitación.

La doctora de la síntesis

47. Esta Exhortación sobre santa Teresita me permite recordar que, en una Iglesia misionera «el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve más contundente y radiante».[74] El núcleo luminoso es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado».[75]

48. No todo es igualmente central, porque hay un orden o jerarquía entre las verdades de la Iglesia, y «esto vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral».[76] El centro de la moral cristiana es la caridad, que es la respuesta al amor incondicional de la Trinidad, por lo cual «las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu».[77] Al final, sólo cuenta el amor.

49. Precisamente, el aporte específico que nos regala Teresita como santa y como doctora de la Iglesia no es analítico, como podría ser, por ejemplo, el de santo Tomás de Aquino. Su aporte es más bien sintético, porque su genialidad consiste en llevarnos al centro, a lo que es esencial, a lo que es indispensable. Ella, con sus palabras y con su propio proceso personal, muestra que, si bien todas las enseñanzas y normas de la Iglesia tienen su importancia, su valor, su luz, algunas son más urgentes y más estructurantes para la vida cristiana. Allí es donde Teresita puso la mirada y el corazón.

50. Como teólogos, moralistas, pensadores de la espiritualidad, como pastores y como creyentes, cada uno en su propio ámbito, todavía necesitamos recoger esta intuición genial de Teresita y sacar las consecuencias teóricas y prácticas, doctrinales y pastorales, personales y comunitarias. Se precisan audacia y libertad interior para poder hacerlo.

51. Algunas veces, de esta santa se citan sólo expresiones que son secundarias, o se mencionan cuestiones que ella puede tener en común con cualquier otro santo: la oración, el sacrificio, la piedad eucarística, y tantos otros hermosos testimonios, pero de ese modo podríamos privarnos de lo más específico del regalo que ella hizo a la Iglesia, olvidando que «cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio».[78] Por lo tanto, «para reconocer cuál es esa palabra que el Señor quiere decir a través de un santo, no conviene entretenerse en los detalles […]. Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida, su camino entero de santificación, esa figura que refleja algo de Jesucristo y que resulta cuando uno logra componer el sentido de la totalidad de su persona».[79] Esto vale más aún para santa Teresita, por tratarse de una “doctora de la síntesis”.

52. Del cielo a la tierra, la actualidad de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz perdura en toda su “pequeña grandeza”.

En un tiempo que nos invita a encerrarnos en los propios intereses, Teresita nos muestra la belleza de hacer de la vida un regalo.

En un momento en que prevalecen las necesidades más superficiales, ella es testimonio de la radicalidad evangélica.

En un tiempo de individualismo, ella nos hace descubrir el valor del amor que se vuelve intercesión.

En un momento en el que el ser humano se obsesiona por la grandeza y por nuevas formas de poder, ella señala el camino de la pequeñez.

En un tiempo en el que se descarta a muchos seres humanos, ella nos enseña la belleza de cuidar, de hacerse cargo del otro.

En un momento de complicaciones, ella puede ayudarnos a redescubrir la sencillez, la primacía absoluta del amor, la confianza y el abandono, superando una lógica legalista o eticista que llena la vida cristiana de observancias o preceptos y congela la alegría del Evangelio.

En un tiempo de repliegues y de cerrazones, Teresita nos invita a la salida misionera, cautivados por la atracción de Jesucristo y del Evangelio.

53. Un siglo y medio después de su nacimiento, Teresita está más viva que nunca en medio de la Iglesia peregrina, en el corazón del Pueblo de Dios. Está peregrinando con nosotros, haciendo el bien en la tierra, como tanto deseó. El signo más hermoso de su vitalidad espiritual son las innumerables “rosas” que va esparciendo, es decir, las gracias que Dios nos da por su intercesión colmada de amor, para sostenernos en el camino de la vida.

Querida santa Teresita,

la Iglesia necesita hacer resplandecer

el color, el perfume, la alegría del Evangelio.

¡Mándanos tus rosas!

Ayúdanos a confiar siempre,

como tú lo hiciste,

en el gran amor que Dios nos tiene,

para que podamos imitar cada día

tu caminito de santidad.

Amén.

Dado en Roma, en San Juan de Letrán, el 15 de octubre, memoria de santa Teresa de Ávila, del año 2023, décimo primero de mi Pontificado.

FRANCISCO

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