LA PALABRA:
Lucas 17, 5-10
Auméntanos la fe
5 Y los apóstoles dijeron al Señor: ¡Auméntanos la fe! 6 Entonces el
Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro:
"Desarráigate y plántate en el mar." Y os obedecería.
El Deber del Siervo
7 ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y
cuando regresa del campo, le dice: "Ven enseguida y siéntate a
comer"? 8 ¿No le dirá más bien: "Prepárame algo para cenar, y vístete
adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y
beberás tú"? 9 ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le
ordenó? 10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha
ordenado, decid: "Siervos inútiles somos; hemos hecho sólo lo que debíamos
haber hecho."
¿SOMOS CREYENTES?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, ECLESALIA, 02/10/13.- Jesús les había repetido en diversas
ocasiones: “¡Qué pequeña es vuestra fe!”. Los discípulos no protestan. Saben
que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a él. Lo ven entregado totalmente
al Proyecto de Dios; solo piensa en hacer el bien; solo vive para hacer la vida
de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?
Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le
dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”. Sienten que su fe es pequeña y débil.
Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien,
pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que
haga crecer su fe.
La crisis religiosa
de nuestros días no respeta ni si quiera a los practicantes. Nosotros hablamos
de creyentes y no creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos
tienen fe, otros no. En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano
hay, a la vez, un creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos
llamamos “cristianos” nos hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes?
¿Quién es Dios para nosotros? ¿Lo amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida?
La fe puede debilitarse en nosotros sin que nunca nos haya
asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo poco a poco en
nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una costumbre que no nos
atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil cosas, ya no acertamos a
comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.
¿Qué podemos hacer? En realidad, no se necesitan grandes
cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios pues seguramente no
los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel desconocido que un día se
acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad”.
Es bueno repetirlas con corazón sencillo.
Dios nos entiende. El despertará nuestra fe.
No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de
nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para
sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él,
como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo
hemos de buscar en nuestro corazón.
Lo importante es insistir hasta tener una primera
experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos
en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará.
No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios, es, antes que
nada, confiar en el amor que nos tiene. (Eclesalia
Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su
procedencia).
Nuestra oración hoy habla de VOCACIÓN y de JUSTICIA.
La Fe deambula entre ambas como la argamasa entre dos
ladrillos o como la pintura entre el pincel y el lienzo. No es posible entender
el producto final (la entrega y el ser justo con los prójimos) si no se
interpreta desde nuestra perspectiva espiritual cristiana tellista..
Más allá de las frases grandilocuentes, nuestra vida,
como acto de amor, se construye alrededor de la DOCENCIA. Del servicio hacia
los “esponjas” que absorben nuestras poses y posos, virtudes y defectos, con
total naturalidad. Por eso el docente/DECENTE/CONSCIENTE se sabe espejo donde
han de mirarse otros y sustenta esa responsabilidad máxima, no en la sal del
sueldo, sino en la certeza de la MISIÓN COMPARTIDA. En un 3x2 de efes: Nuestra
Fortaleza es la Fe en Dios y la
Formación humanista.
(Por supuesto que la f de LA FAMILIA es central en
nuestras vidas, pero me vais a permitir que aplace el expresarme sobre ella
para otra ocasión.)
Y por esta razón quiero compartir unos pensamientos de
alguien que nos ve desde fuera. No sé cuáles serán vuestras sensaciones después
de leerlo pero a mí me ha logrado
aumentar la fe. El Señor se hace presente en nuestro día a día de la forma más
inverosímil. Él es el Docente. ¿Y nosotros sus cometas?¡AMÉN!
Escuela de cometas
Publicado en octubre 2, 2013 de
urdimbres2011
A finales de septiembre
publicaba Miguel Ángel Santos Guerra, en su blog El Adarve, este delicioso
texto en el que, usando el símil de una cometa, nos habla de cómo educar.
Merece la pena leerlo y disfrutarlo.
La tarea educativa es
emancipadora, no coercitiva; estimulante, no cercenadora; liberadora, no
impositiva; empoderadora, no debilitante. La educación busca y celebra la
independencia de los alumnos, no su sometimiento. La educación genera
autonomía, no dependencia al pensamiento y a la voluntad de los demás.
He leído en el libro “Aplícate el cuento”, de Jaume Soler y
M. Mercè Conanglia, esta sugerente reflexión sobre la tarea educativa. Una
reflexión en la que se compara a los niños con cometas. Los autores atribuyen
la metáfora a Erma Bombeck, la famosa periodista y escritora americana. Esta
prestigiosa mujer, cuyo primer trabajo fue escribir obituarios en el Journal
Herald de Dayton, dice en ese artículo:
“Te pasas la vida tratando de hacerles volar. Corres con
ellas hasta quedar sin aliento. Caen al suelo. Chocan contra los tejados. Tú
las remiendas, las ajustas y les enseñas. Observas cómo el viento las mece y
les aseguras que un día podrán volar… Finalmente vuelan.
Necesitan más hilo y tú sueltas más y más, y sabes que muy
pronto la bella criatura se desprenderá de la cuerda de salvamento que la ata y
se elevará por los aires, como se espera que lo haga, libre y sola. Solo
entonces te das cuenta de que has hecho bien tu trabajo”.
Comparto esa concepción de la educación. Se trata de una
tarea que genera autonomía y libertad. De una tarea que no las recorta, que no
las somete, que no las destruye. La persona alcanza con la educación las más
altas cotas de autonomía y libertad, como sucede con las cometas.
Una cosa es educación y otra, muy diferente,
adoctrinamiento. El adoctrinador trata de imponer valores, de meterlos por la
fuerza en la vida del educando. Pero un valor que se impone por la fuerza deja
de ser un valor. El adoctrinador no respeta la libertad del educando.
Muchas veces se ha adulterado la esencia de la tarea
educativa. Se ha pretendido que el educando reproduzca el esquema de valores
del educador, en lugar de ayudarle a construirlo por sí mismo. La tarea del
educador no es conseguir que el educando piense como él sino que aprenda a
pensar por sí mismo. La finalidad de la educación no es conseguir buenos
súbditos, sino personas autónomas que sepan capaces de pensar, decidir y actuar
por sí mismas. De volar solas.
No se trata de dejarlo solo sino de ayudarle a ser él mismo.
Lo que demanda quien se educa a quien tiene la tarea y el deber de educar es lo
siguiente: Ayúdame a ser yo mismo, ayúdame a hacerlo solo. Ayúdame a volar.
Dame cuerda de forma progresiva. Hay obstáculos contra los que se puede chocar,
entre los que se puede enredar la cuerda e impedir el vuelo. Tejados de
prejuicios, antenas de malos ejemplos, chimeneas de violencia, paredes de
sobreprotección. Nadie puede volar por otro.
Toda metáfora explica parte de la realidad, pero deja otras
sin explicitar. Por ejemplo, en esta no se muestra de manera fehaciente la
influencia, casi siempre beneficiosa, que ejerce el educando en el educador y
que reflejo en el título de uno de mis libros: “Yo te educo, tú me educas”.
Muchas metáforas sobre la educación adolecen de este
defecto. Decir que el educador es como un alfarero que modela, como un escultor
que cincela o como un jardinero que cultiva, pone de relieve una equívoca
dimensión asimétrica. Como si una de las partes fuera la que actúa y la otra
fuese totalmente pasiva y recipiendaria de la acción benefactora (suponiendo
que siempre tuviera esa condición) de quien actúa. Digo esto, porque muchas veces
esa influencia ha sido nociva. Algunas veces es el alfarero quien ha roto la
pieza, el escultor quien ha hecho una birria y el jardinero quien ha tronchado
la planta.
Tener clara la idea de lo que hay que hacer es una parte importante de
la tarea. ¿Cuál es la esencia de la tarea educativa? Desde mi puno de vista se
trata de conseguir personas libres y no súbditos, personas independientes y no
sometidas al pensamiento o la voluntad de los demás. Pero hay otra no menos
importante que es saber cómo conseguirlo. No se puede conseguir pensamiento
autónomo si solamente se piden repeticiones acríticas; no se puede generar
autonomía en una institución jerárquica; es imposible ser uno mismo en un
sistema alienante.
La cometa tiene que volar sola, tiene que independizarse de
la mano que la ha dirigido inicialmente. Tiene que ser ella misma, sin más
dependencia que los impulsos del viento. Para ello necesita un lugar abierto y
un tiempo propicio para el vuelo.
¿Cómo aprende la persona esa autonomía? No a través de
manuales, no a través de instrucciones precisas. Se aprende con actitudes y
acciones que conduzcan a la autonomía y a la libertad:
Pensar por uno mismo. No basta repetir sin comprender. Hay
que analizar, criticar, argumentar con libertad.
Criticar con rigor. Hay que ejercer la discrepancia bajo las
exigencias de la argumentación y no del capricho.
Participar activamente en la familia, en la sociedad y en la
escuela, asumiendo responsabilidades.
Decidir con valentía e inteligencia en todos los asuntos relacionados
con la propia vida
Arriesgarse en grados progresivos sacudiendo los miedos y la
excesiva prudencia.
Reconocer los errores que han nacido de la mala gestión de
la libertad.
Si el entrenamiento consiste en repetir mecánicamente lo que
otros dicen o piensan, en dar por bueno todo lo que plantea la autoridad, en
obedecer todos sus dictámenes, en dejar las decisiones en manos de otros y en
no arriesgarse en lo más mínimo por miedo a equivocarse, será difícil o
imposible alcanzar la autonomía que nos convierte en auténticas personas y no
en marionetas cuyos hilos manejan otras manos.
La escuela y la
familia deben encaminar sus pretensiones a la consecución de verdaderos
ciudadanos y no de súbditos manejables. Deben buscar la formación de
personas libres y no de autómatas carentes de criterio y decisión propios. Hay
muchos elementos alienantes en una sociedad cuyo poder es corrupto y despótico,
cuyos medios de comunicación son superficiales y tramposos y cuya escuela es
jerárquica, rígida y repetitiva.
Me preocupa que el
quehacer educativo esté más encaminado a la socialización que la verdadera
educación. Porque la socialización nos puede conducir al éxito en una
sociedad de estúpidos y corruptos. La educación nos llevaría a ser inadaptados,
pero lúcidos y honestos.
Hay que asumir
riesgos. Una cometa que se pliega y que se guarda en un cajón por miedo a
que se rompa no corre el riesgo de enredarse en la veleta de una torre, pero
nunca aprenderá a volar libremente.
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