Entrevista del Papa con Scalfari
Redacción de la Repubblica.it , 01 de octubre de 2013
a las 16:07
“Los jesuitas fueron, y siguen siendo todavía, la levadura -no la
única pero quizás la más eficaz- de la catolicidad”
Este es el Papa Francisco. Si la Iglesia se vuelve como él
la piensa y la quiere habrá cambiado una época.
(Eugenio
Scalfari).-
Me dice el Papa Francisco:
“El mal más grave que afecta al mundo en estos años es el paro juvenil y la
soledad de los ancianos. Los mayores necesitan atención y compañía, los jóvenes
trabajo y esperanza, pero no tienen ni el uno ni la otra; lo peor: que ya no
los buscan más. Les han aplastado el presente. Dígame usted : ¿se puede vivir
aplastado en el presente?¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse
en el futuro construyendo un proyecto, un futuro, una familia? ¿Es posible
continuar así? Este, en mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene que
enfrentar”.
Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico,
relacionado con los estados, los gobiernos, los partidos, las asociaciones
sindicales.
“Cierto, tiene razón, pero también está relacionado con la Iglesia , incluso, sobre
todo con ella, porque esta situación no hiere solo a los cuerpos sino a las
almas. La Iglesia
debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos”.
Santidad, usted dice quela Iglesia
debe sentirse responsable. ¿Debo deducir que la Iglesia no es consciente y
que la incita a ir en esa dirección?
Santidad, usted dice que
“En gran medida esta conciencia existe, pero no basta. Yo quisiera
que fuera más grande. No es el único problema que tenemos por delante pero es
el más urgente y el más dramático”.
El encuentro con el Papa Francisco se dio el pasado martes en su
residencia de Santa Marta, en una pequeña habitación vacía, solo con una mesa y
cinco o seis sillas y un cuadro en la pared. Este encuentro fue precedido por
una llamada telefónica que no olvidaré en mi vida. Eran las dos y media de la
tarde. Sonó mi teléfono y se oyó la voz nerviosa de mi secretaria que me dice:
“Tengo al Papa en línea, se lo paso inmediatamente”.
Me quedé estupefacto, mientras la voz de Su Santidad se escuchaba
al otro lado del hilo telefónico diciendo: “Buenos días, soy el Papa
Francisco”. Buenos días, Santidad -digo yo y después-. Estoy conmocionado, no
me esperaba que me llamase. “¿Por qué conmocionado? Usted me escribió una carta
pidiéndome conocerme en persona. Yo tenía el mismo deseo y por tanto le llamo
para fijar una cita. Veamos mi agenda: el miércoles no puedo, el lunes tampoco
¿le vendría bien el martes?”. Respondí: ¡Perfecto!
“El horario es un poco incómodo, ¿a las 15 le va bien? Si no,
cambiamos el día”. Santidad, a esa hora me va fenomenal. “Entonces estamos de
acuerdo, el martes 24 a
las 15. En Santa Marta. Debe entrar por la puerta del Santo Oficio”.
No sé como terminar la conversación y me dejo llevar diciéndole: ¿le puedo abrazar por teléfono? “Claro, le abrazo también yo. Ya lo haremos en persona. Hasta luego”.
No sé como terminar la conversación y me dejo llevar diciéndole: ¿le puedo abrazar por teléfono? “Claro, le abrazo también yo. Ya lo haremos en persona. Hasta luego”.
Ya estoy aquí. El Papa entra y me da la mano, nos sentamos. El
Papa sonríe y me dice: “Alguno de mis colaboradores que lo conoce me ha dicho
que usted intentará convertirme”.
Es un chiste le respondo. También mis amigos piensan que usted
querrá convertirme.
Sonríe de nuevo y responde: “El proselitismo es una solemne
tontería, no tiene sentido. Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer
el conocimiento del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un
encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas
necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los
pensamientos. El mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo
importante es que lleven hacia el “Bien”.
Santidad, ¿existe una visión única del Bien? ¿Quién la establece?
“Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y del Mal.
Nosotros debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa que es el Bien”.
Usted, Santidad, ya lo escribió en la carta que me mandó. La
conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia.
Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa.
“Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y
debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso
para cambiar el mundo”.
¿La Iglesia
lo está haciendo?
“Sí, nuestras misiones tienen ese objetivo: individualizar las
necesidades materiales e inmateriales de las personas y tratar de satisfacer
como podamos. ¿Usted sabe lo que es el ágape?”
Sí, lo sé.
“Es el amor por los otros, como nuestro Señor predicó. No es
proselitismo, es amor. Amor al prójimo, levadura que sirve al bien común”.
Ama al prójimo como a ti mismo.
“Es exactamente así”.
Jesús en su predicación dice que el ágape, el amor a los demás, es
el único modo de amar a Dios. Corríjame si me equivoco.
“No se equivoca. El Hijo de Dios se encarnó para infundir en el
alma de los hombres el sentimiento de hermandad. Todos somos hermanos e hijos
de Dios. Abba, como Él llama al Padre. “Yo marqué el camino”, dijo, “Seguidme y
encontraréis al Padre y seréis sus hijos y se complacerá en vosotros”. El
ágape, el amor, de cada uno de nosotros hacia los demás, desde el más cercano
al más lejano, es el único modo que Jesús nos indicó para encontrar el camino
de la salvación y de las bienaventuranzas”.
Sin embargo, la exhortación de Jesús, la recordamos antes, es que el amor por el prójimo sea igual al que sentimos por nosotros mismos. Por tanto lo que muchos llaman narcisismo se reconoce como válido, positivo, en la misma medida del otro. Hemos discutido mucho sobre este aspecto.
Sin embargo, la exhortación de Jesús, la recordamos antes, es que el amor por el prójimo sea igual al que sentimos por nosotros mismos. Por tanto lo que muchos llaman narcisismo se reconoce como válido, positivo, en la misma medida del otro. Hemos discutido mucho sobre este aspecto.
“A mí -decía el Papa- la palabra narcisismo no me gusta, indica un
amor desmesurado hacia uno mismo y esto no va bien, puede producir daños en el
alma de quien lo sufre y también en la relación con los demás, incluso en la
sociedad en la que vive. El verdadero mal es que los más afectados por esto que
en realidad es un tipo de desorden mental, son personas que tienen mucho poder.
A menudo los jefes son narcisistas”.
También muchos jefes de la Iglesia.
“¿Sabe qué opino sobre esto? Los jefes de la Iglesia a menudo han sido
narcisistas, halagados y exaltados por sus cortesanos.. La corte es la lepra
del papado”
La lepra del papado, ha dicho exactamente esto. ¿Pero qué corte?
¿Se refiere a la curia? Pregunto.
“No, en la curia puede haber cortesanos, pero en su concepción es
otra cosa. Es lo que en los ejércitos se llama intendencia, gestiona los
servicios que sirven a la
Santa Sede. Pero tiene un defecto: Es vaticano-céntrica. Ve y
atiende los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses
temporales. Esta visión Vaticano-céntrica se traslada al mundo que le rodea. No
comparto esta visión y haré todo lo que pueda para cambiarla. La Iglesia es o debe volver a
ser una comunidad del Pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los
obispos que tienen a su cargo muchas almas, están al servicio del Pueblo de
Dios. La Iglesia
es esto, una palabra distinta, no por casualidad, de la Santa Sede que tiene
una función importante pero está al servicio de la Iglesia. Yo no podría
tener total fe en Dios y en su Hijo si no me hubiese formado en la Iglesia , y tuve la fortuna
de encontrarme en Argentina, en una comunidad sin la cual yo no hubiera tomado
conciencia de mí mismo y de mi fe”.
¿Usted sintió su vocación desde joven?
¿Usted sintió su vocación desde joven?
“No, no muy joven. Tendría que haber tenido otra ocupación según
mi familia, trabajar, ganar algún dinero. Fui a la universidad. Tuve una
profesora de la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista
ferviente. A menudo me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así
conocí también aquella concepción tan materialista. Me acuerdo que me dio el
comunicado de los comunistas americanos en defensa de los Rosenberg que fueron
condenados a muerte. La mujer de la que le hablo fue después arrestada,
torturada y asesinada por el régimen dictatorial que entonces gobernaba en
Argentina”.
¿El comunismo lo sedujo?
¿El comunismo lo sedujo?
“Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre mí. Pero
conocerlo, a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí
algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la Doctrina Social de
la Iglesia”.
La teología de la liberación, que el Papa Wojtyla excomulgó, estaba bastante presente en América Latina.
La teología de la liberación, que el Papa Wojtyla excomulgó, estaba bastante presente en América Latina.
“Sí, muchos de sus exponentes eran argentinos”.
¿Usted piensa que fue justo que el Papa la combatiese?
“Ciertamente daban un seguimiento político a su teología, pero
muchos de ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad”.
Santidad, ¿me permite contarle algo sobre mi formación cultural?
Fui educado por una madre muy católica. Con 12 años gané un concurso de
catecismo entre todas las parroquias de Roma y recibí un premio del Vicariado,
comulgaba el primer viernes de cada mes, en fin, practicaba la liturgia y
creía. Pero todo cambió cuando entré en el Liceo. Leí, entre otros textos de
filosofía que estudiábamos, el “Discurso del Método” de Descartes, y me afectó
mucho la frase que hoy se ha convertido en un icono: “Pienso, luego existo”, el
yo se convirtió en la base de la existencia humana, la sede autónoma del
pensamiento.
“Descartes, sin embargo, nunca renegó de la fe en el Dios
trascendente”.
Es verdad, pero puso la base de una visión totalmente distinta, y
a mí me encaminó a otro camino que, corroborado por otras lecturas, me llevó al
otro lado.
“Usted, por lo que he entendido, no es creyente pero no es
anticlerical. Son dos cosas muy distintas”.
Es verdad, no soy anticlerical. Pero me convierto en eso cuando me encuentro con un clerical.
Es verdad, no soy anticlerical. Pero me convierto en eso cuando me encuentro con un clerical.
Sonríe y me dice: “Me pasa a mí también, cuando tengo enfrente a
un clerical, me convierto en anticlerical de repente. El clericalismo no tiene
nada que ver con el cristianismo. San Pablo fue el primero en hablarle a los
Gentiles, a los paganos, a los creyentes de otras religiones, fue el primero
que nos lo enseñó”.
¿Puedo preguntarle, Santidad, cuáles son los santos que usted
siente más cercanos a su alma y sobre los que se formó su experiencia
religiosa?
“San Pablo fue el que puso los puntos cardinales de nuestra
religión y de nuestro credo. No se puede ser un cristiano consciente sin San
Pablo. Tradujo la predicación de Cristo a una estructura doctrinaria que, ya
sea con las actualizaciones de una inmensa cantidad de pensadores, teólogos,
pastores de almas, resistió y resiste después de dos mil años. Después Agustín,
Benito, Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el porqué?”
Francisco -me sea permitido llamar al Papa así porque es él mismo
el que te lo sugiere por como habla, como sonríe, por sus exclamaciones de
sorpresa o de corroboración- me mira como para animarme a plantearle las
preguntas más escabrosas o más embarazosas relacionadas con la Iglesia. Así que le
pregunto: De Pablo me ha explicado la importancia del papel que desarrolló,
pero quisiera saber entre los que ha nombrado a quien siente más cercano a su
alma.
“Me pide una clasificación, pero las clasificaciones se pueden
hacer si se habla de deportes o de cosas parecidas. Podría decirle el nombre de
los mejores futbolistas de Argentina. Pero los santos…”
Se dice que se “bromea con los bribones” ¿Conoce el dicho?
“Exacto. Sin embargo, no quiero evitar la pregunta porque usted no
me ha pedido una lista sobre la importancia cultural o religiosa sino quién
está más cerca de mi alma. Le contesto: Agustín y Francisco”.
¿No Ignacio, de cuya orden proviene?
¿No Ignacio, de cuya orden proviene?
“Ignacio, por comprensibles razones, es el que conozco mejor que
los demás. Fundó nuestra orden. Le recuerdo que de esa orden venía también
Carlo María Martini, muy querido para usted y para mí. Los jesuitas fueron, y siguen
siendo todavía, la levadura -no la única pero quizás la más eficaz- de la
catolicidad: cultura, enseñanza, testimonio misionero, fidelidad al Pontífice.
Pero Ignacio que fundó la
Compañía era también un reformador y un místico. Sobre todo
un místico”.
¿Piensa que los místicos son importantes enla Iglesia ?
¿Piensa que los místicos son importantes en
“Han sido fundamentales. Una religión sin místicos es una
filosofía”.
¿Usted tiene una vocación mística?
“¿A usted qué le parece?”
Me parece que no.
“Probablemente tenga razón. Adoro a los místicos; también
Francisco por muchos aspectos de su vida lo fue, pero no creo tener esa
vocación, y después es necesario comprender bien el significado profundo de la
palabra. El místico consigue despojarse del hacer, de los hechos, de los
objetivos y hasta de la pastoralidad misionera y se alza para alcanzar la
comunión con las bienaventuranzas. Breves momentos pero que llenan toda la
vida”.
¿A usted le ha sucedido alguna vez?
“Raramente. Por ejemplo, cuando el cónclave me eligió Papa. Antes
de la aceptación pedí poder retirarme algún minuto en la sala que está al lado
de la del balcón sobre la plaza. Mi cabeza estaba vacía completamente y me
había invadido una gran inquietud. Para hacerla pasar y relajarme cerré los
ojos y desapareció todo pensamiento, también el de rechazar esta carga, como
además el procedimiento litúrgico permite. Cerré los ojos y ya no sentí ningún
ansia o emotividad. En un cierto punto me invadió una gran luz, duró un segundo
pero me pareció larguísimo. Después la luz se disipó y me levanté de repente y
me dirigí a toda prisa a la estancia donde me esperaban los cardenales y hacia
la mesa donde me esperaba el acta de aceptación. Lo firmé, el cardenal
Camarlengo también y después en el balcón se dio el ‘Habemus Papam’”.
Permanecemos un poco en silencio, después dije: hablábamos de los santos que usted siente como más cercanos a su alma y nos quedamos en Agustín. ¿Quiere decirme por qué lo siente cercano?
“También mi predecesor tiene a Agustín como punto de referencia.
Ese santo pasó por muchas cosas en su vida y cambió muchas veces su posición
doctrinal. Tuvo también palabras fuertes contra los judíos, que nunca compartí.
Escribió muchos libros y el que me parece más revelador de su intimidad
intelectual y espiritual son las “Confesiones”; contienen algunas
manifestaciones de misticismo pero no es, como opinan muchos, el continuador de
Pablo. Incluso, diría que vio la fe y la Iglesia de una forma profundamente distinta a la
de Pablo, quizás porque pasaron cuatro siglos entre uno y otro”.
¿Cuál es la diferencia, Santidad?
“Para mí dos aspectos fundamentales. Agustín se siente impotente
frente a la inmensidad de Dios y a los deberes que un cristiano y un obispo
deben afrontar. Sin embargo él no lo fue en absoluto, pero su alma se sentía
siempre por debajo de todo lo que habría querido y debido. Es la gracia
dispensada por el Señor como elemento fundamental de la fe. De la vida. Del
sentido de la vida. Quien no es tocado por la gracia puede ser una persona sin
mancha y sin miedo, como se dice, pero no será nunca como una persona a la que
la gracia ha tocado. Esta es la intuición de Agustín”.
¿Usted se siente tocado por la gracia?
“Esto no puede saberlo nadie. La gracia no forma parte de la
conciencia, es la cantidad de luz que tenemos en el alma, no la de sabiduría o
de razón. También usted, sin su conocimiento, puede ser tocado por la gracia”.
¿Sin fe? ¿sin creer?
“La gracia está relacionada con el alma”.
Yo no creo en el alma.
“No cree pero la tiene”.
Santidad, se ha dicho que usted no tiene intención de convertirme
y creo que no lo conseguiría.
“Esto no se sabe, pero no tengo ninguna intención”.
¿Y Francisco?
“Es grandísimo porque es todo. Un hombre que quiere hacer, quiere
construir, funda una orden y sus reglas, es itinerante misionero, es poeta y profeta,
es místico, se dio cuenta de su propio mal y salió de él, ama la naturaleza,
los animales, la brizna de hierba del prado y los pájaros que vuelan en el
cielo, pero sobre todo, ama a las personas, a los niños, a los viejos, a las
mujeres. Es el ejemplo más luminoso del ágape del que hablábamos antes”.
Tiene razón, Santidad, la descripción es perfecta. ¿Pero por qué
ninguno de sus predecesores eligió su nombre? Y yo creo que, después de usted,
ningún otro lo hará.
“Esto no lo sabemos, no hipotequemos sobre el futuro. Es verdad,
nadie antes que yo lo eligió. Aquí afrontamos el problema de los problemas.
¿Quiere beber algo?”
Gracias, quizás un vaso de agua.
Se levanta, abre la puerta y le pide a un colaborador que está en
la entrada que le traiga dos vasos de agua. Me pide si prefiero un café,
respondo que no. Llega el agua. Al final de nuestra conversación mi vaso está
vacío pero el suyo continúa lleno. Se aclara la garganta y comienza.
“Francisco quería una orden mendicante y también itinerante.
Misioneros en busca de encontrar, escuchar, dialogar, ayudar, difundir la fe y
el amor. Sobre todo amor. Y quería una Iglesia pobre que atendiese a los demás,
que recibiese ayuda material y lo usase para sostener a los demás. Han pasado
800 años desde entonces y los tiempos han cambiado mucho, pero el ideal de una
Iglesia misionera y pobre sigue siendo válido. Esta es, por tanto, la Iglesia que predicaron
Jesús y sus discípulos”.
Vosotros los cristianos sois una minoría ahora. Incluso en Italia, que se define como el jardín del Papa, los católicos practicantes están, según algunos sondeos, entre el 8 y el 15%. Los católicos que dicen serlo pero que de hecho lo son poco son un 20%. En el mundo existe mil millones de católicos y con las otras Iglesias cristianas superan los mil quinientos millones, pero el planeta tiene entre 6 y 7 mil millones de personas. Son muchos ciertamente, especialmente en África y en América Latina, pero siguen siendo minoría.
Vosotros los cristianos sois una minoría ahora. Incluso en Italia, que se define como el jardín del Papa, los católicos practicantes están, según algunos sondeos, entre el 8 y el 15%. Los católicos que dicen serlo pero que de hecho lo son poco son un 20%. En el mundo existe mil millones de católicos y con las otras Iglesias cristianas superan los mil quinientos millones, pero el planeta tiene entre 6 y 7 mil millones de personas. Son muchos ciertamente, especialmente en África y en América Latina, pero siguen siendo minoría.
“Lo hemos sido siempre pero este no es el tema que nos ocupa. Personalmente
creo que esto de ser una minoría es además, una fuerza. Debemos ser semilla de
vida y de amor, la semilla es una cantidad infinitamente más pequeña que la
cantidad de frutos, flores y árboles que nacen de ella. Me parece haber dicho
antes que nuestro objetivo no es el proselitismo sino la escucha de las
necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la desesperación, de la
esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos,
abrirnos hacia el futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos
incluir a los excluidos y predicar la paz. El Vaticano II, inspirado por el
papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y
abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la
cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no
creyentes. Después de entonces, se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la
humildad y la ambición de querer hacerlo”.
También porque -me permito añadir- la sociedad moderna en todo el planeta atraviesa un momento de crisis profunda y no solo económica sino social y espiritual. Usted, al comienzo de nuestro encuentro describió una generación aplastada por el presente. También los no creyentes sentimos este sufrimiento casi antropológico. Por esto nosotros queremos dialogar con los creyentes y con los que mejor les representan.
“Yo no sé si soy el que mejor les representa, pero la Providencia me ha
puesto en la guía de la
Iglesia y de la diócesis de Pedro. Haré todo lo posible para cumplir
el mandato que se me ha confiado”.
Jesús, como usted ha recordado, dijo: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Le parece que esto se ha hecho realidad?
Jesús, como usted ha recordado, dijo: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Le parece que esto se ha hecho realidad?
“Por desgracia no. El egoísmo ha aumentado y el amor hacia los
demás ha disminuido”.
Este es el objetivo que nos une: al menos igualar estos dos tipos
de amor. ¿Su Iglesia está preparada para aceptar este reto?
“¿Usted que cree?”.
Creo que el amor por el poder temporal es todavía muy fuerte entre
los muros vaticanos y en la estructura institucional de toda la Iglesia. Creo que la Institución predomina
sobre la Iglesia
pobre y misionera que usted quiere.
“Las cosas están así, de hecho, y en este tema no se hacen
milagros. Le recuerdo que también Francisco en su época tuvo que negociar
largamente con la jerarquía romana y con el Papa para que se reconociesen las
reglas de su orden. Al final obtuvo la aprobación pero con profundos cambios y
compromisos”.
¿Usted deberá seguir el mismo camino?
“No soy Francisco de Asís, ni tengo su fuerza y su santidad. Pero soy
el obispo de Roma y el Papa de la catolicidad. He decidido como primera cosa
nombrar a un grupo de ocho cardenales que constituyan mi consejo. No cortesanos
sino personas sabias y animadas por mis mismos sentimientos. Este es el inicio
de esa Iglesia con una organización no vertical sino horizontal. Cuando el
cardenal Martini hablaba poniendo el acento en los Concilios y en los Sínodos,
sabía que largo y difícil fue el camino que hay que recorrer en esa dirección.
Con prudencia, pero con firmeza y tenacidad”.
¿Y la política?
“¿Por qué me lo pregunta? Ya le he dicho que la Iglesia no se ocupará de
política”.
Pero hace poco usted hizo un llamamiento a los católicos a
comprometerse civil y políticamente.
“No me dirigí solo a los católicos sino a todos los hombres de
buena voluntad. Dije que la política es la primera de las actividades civiles y
que tiene un propio campo de acción que no es el de la religión. Las
instituciones políticas son laicas por definición y obran en esferas
independientes. Esto lo han dicho todos mis predecesores, al menos desde muchos
años hasta ahora, aunque sea con matices distintos. Creo que los católicos
comprometidos en la política tienen dentro valores de la religión pero también
una conciencia madura y una competencia para llevarlos a cabo. La Iglesia no irá nunca más
allá de expresar y defender sus valores, al menos hasta que yo esté aquí”.
Pero no siempre ha sido así la Iglesia.
“No, casi nunca ha sido así. Muy a menudo, la Iglesia como institución
ha sido dominada por el temporalismo y muchos miembros y altos exponentes
católicos tienen todavía esta forma de pensar. Pero ahora, déjeme que le haga
una pregunta: Usted, laico no creyente en Dios, ¿en qué cree? Usted es un
escritor y pensador. Creerá en algo, tendrá algún valor dominante. No me
responda con palabras como honestidad, la búsqueda, la visión del bien común;
todos principios y valores importantes, pero no es esto lo que le pregunto. Le
pregunto qué piensa de la esencia del mundo, del universo. Se preguntará
ciertamente, todos lo hacemos, de dónde venimos, a dónde vamos. Se las plantea
hasta un niño ¿Y usted?
Le agradezco esta pregunta, la respuesta es esta: Creo en el Ser,
es decir en el tejido del cual surgen las formas, los Entes.
“Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios
católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi
maestro, mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es
mi Ser. ¿Le parece que estamos muy lejos?”.
Estamos lejos en el pensamiento, pero similares como personas
humanas, animadas por nuestros instintos que se transforman en pulsiones,
sentimientos, voluntad, pensamiento y razón. En esto somos parecidos.
“Pero lo que ustedes llaman el Ser, ¿lo define como lo piensa?”.
El Ser es un tejido de energía. Energía caótica pero
indestructible y en eterno caos. De esa energía emergen las formas cuando la
energía llega al punto de explosión. Las formas tienen sus leyes, sus campos
magnéticos, sus elementos químicos, que se combinan casualmente, evolucionan,
finalmente se apagan pero su energía no se destruye. El hombre es probablemente
el único animal dotado de pensamiento, al menos en nuestro planeta y sistema
solar. He dicho que está animado por instintos y deseos pero añado que tiene
dentro de sí una resonancia, un eco, una vocación de caos.
“Bien. No quería que me hiciese un resumen de su filosofía y me ha
dicho bastante. Observo por mi parte que Dios es luz que ilumina las tinieblas
y que aunque no las disuelva hay una chispa de esa luz divina dentro de
nosotros. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que aunque nuestra
especie termine, no terminará la luz de Dios que en ese punto invadirá todas
las almas y será todo en todos”.
Sí, lo recuerdo bien, dijo “toda la luz será en todas las almas”,
lo que, si puedo permitirme decir, da más una imagen de inmanencia que de
trascendencia.
“La trascendencia permanece porque esa luz, toda en todos,
trasciende el universo y las especies que en esa fase lo pueblen. Pero volvamos
al presente. Hemos dado un paso adelante en nuestro diálogo. Hemos constatado
que en la sociedad y en el mundo en el que vivimos el egoísmo ha aumentado más
que el amor por los demás, y que los hombres de buena voluntad deben actuar,
cada uno con su propia fuerza y competencia, para hacer que el amor por los
demás aumente hasta igualarse e incluso superar el amor por nosotros mismos”.
Por tanto también la política está llamada a la causa.
“Seguramente. Personalmente pienso que el llamado capitalismo
salvaje no hace sino volver más fuertes a los fuertes, más débiles a los
débiles y más excluidos a los excluidos. Hace falta gran libertad, ninguna
discriminación, nada de demagogia y mucho amor. Hacen falta reglas de
comportamiento y también, si fuera necesario, intervenciones directas del
Estado para corregir las desigualdades más intolerables”.
Santidad, usted ciertamente es una persona de gran fe, tocado por
la gracia, animado por la voluntad de relanzar una Iglesia pastoral, misionera,
regenerada y no apegada a los tiempos. Pero según habla y yo le entiendo, usted
es y será un papa revolucionario. Mitad jesuita, mitad hombre de Francisco, un
maridaje que quizás nunca se había visto. Y después, le gustan “Los Novios” de
Manzoni, Holderlin, Leopardi y sobre todo Dostoyevski, el film “La Strada ” y “Prova
d’orchestra” de Fellini, “Roma cittá aperta” de Rossellini y también las
películas de Aldo Fabrizi.
“Esas me gustan porque las veía con mis padres cuando era un
niño”.
Así es. ¿Puedo sugerirle que vea dos películas estrenadas hace
poco? “Viva la libertad” y las películas sobre Fellini de Ettore Scola. Estoy
seguro de que le gustarán. Sobre el poder le digo: ¿sabe que a los veinte años
hice un mes y medio de ejercicios espirituales con los jesuitas? Estaban los
nazis en Roma y yo había desertado del reclutamiento militar. Podríamos ser
castigados con la pena de muerte. Los jesuitas nos acogieron con la condición
de que hiciéramos los ejercicios espirituales durante todo el tiempo que
estuvimos escondidos en su casa, y así fue.
“Pero es imposible resistir un mes y medio de ejercicios
espirituales”, dice él estupefacto y divertido. Lo contaré la próxima vez.
Nos abrazamos. Subimos la breve escalera que nos separa del
portón. Pido al Papa que no me acompañe pero él lo rechaza con un gesto. “Hablaremos
también del papel de las mujeres en la Iglesia. Le recuerdo que la Iglesia es femenina”.
Y hablaremos si usted quiere también de Pascal. Me gustaría saber
qué piensa usted de esta gran alma.
“Lleve a todos sus familiares mi bendición y pídales que recen por
mí. Piense en mí, piense a menudo en mí”.
Nos estrechamos la mano y él se queda quieto con los dos dedos en
alto en signo de bendición. Yo lo saludo desde la ventanilla.
Este es el Papa Francisco. Si la Iglesia se vuelve como él
la piensa y la quiere habrá cambiado una época.
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