EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL
CHRISTUS VIVIT
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
A LOS JÓVENES Y A TODO EL PUEBLO DE DIOS
Capítulo sexto
Jóvenes con raíces
179. A veces he visto árboles jóvenes, bellos, que elevaban sus ramas al cielo buscando siempre
más, y parecían un canto de esperanza. Más adelante, después de una tormenta, los encontré
caídos, sin vida. Porque tenían pocas raíces, habían desplegado sus ramas sin arraigarse bien en
la tierra, y así sucumbieron ante los embates de la naturaleza. Por eso me duele ver que algunos
les propongan a los jóvenes construir un futuro sin raíces, como si el mundo comenzara ahora.
Porque «es imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien
sostenido y agarrado a la tierra. Es fácil “volarse” cuando no hay desde donde agarrarse, de
donde sujetarse»[98].
Que no te arranquen de la tierra
180. Esta no es una cuestión secundaria, y me parece bueno dedicarle un breve capítulo.
Comprender esto permite distinguir la alegría de la juventud de un falso culto a la juventud que
algunos utilizan para seducir a los jóvenes y utilizarlos para sus fines.
181. Piensen esto: si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que
no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el
futuro que él les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que
solamente hagan lo que él les dice? Esa persona los necesita vacíos, desarraigados,
desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se sometan a sus planes. Así
funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen (o de-construyen) todo lo que sea
diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones. Para esto necesitan jóvenes que
desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo
largo de las generaciones, que ignoren todo lo que los ha precedido.
182. Al mismo tiempo, los manipuladores utilizan otro recurso: una adoración de la juventud,
como si todo lo que no sea joven se convirtiera en detestable y caduco. El cuerpo joven se vuelve
el símbolo de este nuevo culto, y entonces todo lo que tenga que ver con ese cuerpo se idolatra y
se desea sin límites, y lo que no sea joven se mira con desprecio. Pero es un arma que en primer
lugar termina degradando a los jóvenes, los vacía de valores reales, los utiliza para obtener
beneficios personales, económicos o políticos.
183. Queridos jóvenes, no acepten que usen su juventud para fomentar una vida superficial, que
confunde la belleza con la apariencia. Mejor sepan descubrir que hay hermosura en el trabajador
que vuelve a su casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el pan de sus
hijos. Hay una belleza extraordinaria en la comunión de la familia junto a la mesa y en el pan
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compartido con generosidad, aunque la mesa sea muy pobre. Hay hermosura en la esposa
despeinada y casi anciana, que permanece cuidando a su esposo enfermo más allá de sus
fuerzas y de su propia salud. Aunque haya pasado la primavera del noviazgo, hay hermosura en
la fidelidad de las parejas que se aman en el otoño de la vida, en esos viejitos que caminan de la
mano. Hay hermosura, más allá de la apariencia o de la estética de moda, en cada hombre y en
cada mujer que viven con amor su vocación personal, en el servicio desinteresado por la
comunidad, por la patria, en el trabajo generoso por la felicidad de la familia, comprometidos en el
arduo trabajo anónimo y gratuito de restaurar la amistad social. Descubrir, mostrar y resaltar esta
belleza, que se parece a la de Cristo en la cruz, es poner los cimientos de la verdadera
solidaridad social y de la cultura del encuentro.
184. Junto con las estrategias del falso culto a la juventud y a la apariencia, hoy se promueve una
espiritualidad sin Dios, una afectividad sin comunidad y sin compromiso con los que sufren, un
miedo a los pobres vistos como seres peligrosos, y una serie de ofertas que pretenden hacerles
creer en un futuro paradisíaco que siempre se postergará para más adelante. No quiero
proponerles eso, y con todo mi afecto quiero advertirles que no se dejen dominar por esta
ideología que no los volverá más jóvenes, sino que los convertirá en esclavos. Les propongo otro
camino, hecho de libertad, de entusiasmo, de creatividad, de horizontes nuevos, pero cultivando
al mismo tiempo esas raíces que alimentan y sostienen.
185. En esta línea, quiero destacar que «numerosos Padres sinodales provenientes de contextos
no occidentales señalan que en sus países la globalización conlleva auténticas formas de
colonización cultural, que desarraigan a los jóvenes de la pertenencia a las realidades culturales y
religiosas de las que provienen. Es necesario un compromiso de la Iglesia para acompañarlos en
este paso sin que pierdan los rasgos más valiosos de su identidad»[99].
186. Hoy vemos una tendencia a “homogeneizar” a los jóvenes, a disolver las diferencias propias
de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en serie. Así se produce una
destrucción cultural, que es tan grave como la desaparición de las especies animales y
vegetales[100]. Por eso, en un mensaje a jóvenes indígenas, reunidos en Panamá, los exhorté a
«hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer,
florecer y fructificar»[101].
Tu relación con los ancianos
187. En el Sínodo se expresó que «los jóvenes están proyectados hacia el futuro y afrontan la
vida con energía y dinamismo. Sin embargo […] a veces suelen prestar poca atención a la
memoria del pasado del que provienen, en particular a los numerosos dones que les han
transmitido sus padres y abuelos, al bagaje cultural de la sociedad en la que viven. Ayudar a los
jóvenes a descubrir la riqueza viva del pasado, haciendo memoria y sirviéndose de este para las
propias decisiones y posibilidades, es un verdadero acto de amor hacia ellos, en vista de su
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crecimiento y de las decisiones que deberán tomar»[102].
188. La Palabra de Dios recomienda no perder el contacto con los ancianos, para poder recoger
su experiencia: «Acude a la reunión de los ancianos, y si encuentras a un sabio júntate a él […].
Si ves a un hombre prudente, madruga para buscarlo, que tus pies desgasten el umbral de su
puerta» (Si 6,34.36). En todo caso, los largos años que ellos vivieron y todo lo que han pasado en
la vida, deben llevarnos a mirarlos con respeto: «Ponte de pie ante el hombre de canas» (Lv
19,32). Porque «la fuerza es el adorno de los jóvenes, las canas son el honor de los ancianos»
(Pr 20,29).
189. La Biblia nos pide: «Escucha a tu padre que te dio la vida, y no desprecies a tu madre
cuando sea anciana» (Pr 23,22). El mandato de honrar al padre y a la madre «es el primer
mandamiento que va acompañado de una promesa» (Ef 6,2; cf. Ex 20,12; Dt 5,16; Lv 19,3), y la
promesa es: «serás feliz y se prolongará tu vida sobre la tierra» (Ef 6,3).
190. Esto no significa que tengas que estar de acuerdo con todo lo que ellos dicen, ni que debas
aprobar todas sus acciones. Un joven siempre debería tener un espíritu crítico. San Basilio
Magno, refiriéndose a los antiguos autores griegos, recomendaba a los jóvenes que los
estimasen, pero que acogieran sólo lo bueno que pudieran enseñarles.[103] Se trata simplemente
de estar abiertos para recoger una sabiduría que se comunica de generación en generación, que
puede convivir con algunas miserias humanas, y que no tiene por qué desaparecer ante las
novedades del consumo y del mercado.
191. Al mundo nunca le sirvió ni le servirá la ruptura entre generaciones. Son los cantos de sirena
de un futuro sin raíces, sin arraigo. Es la mentira que te hace creer que sólo lo nuevo es bueno y
bello. La existencia de las relaciones intergeneracionales implica que en las comunidades se
posea una memoria colectiva, pues cada generación retoma las enseñanzas de sus antecesores,
dejando así un legado a sus sucesores. Esto constituye marcos de referencia para cimentar
sólidamente una sociedad nueva. Como dice el refrán: “Si el joven supiese y el viejo pudiese, no
habría cosa que no se hiciese”.
Sueños y visiones
192. En la profecía de Joel encontramos un anuncio que nos permite entender esto de una
manera muy bella. Dice así: «Derramaré mi Espíritu sobre toda carne y sus hijos y sus hijas
profetizarán, y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos soñarán sueños» (Jl 3,1; cf. Hch 2,17).
Si los jóvenes y los viejos se abren al Espíritu Santo, ambos producen una combinación
maravillosa. Los ancianos sueñan y los jóvenes ven visiones. ¿Cómo se complementan ambas
cosas?
193. Los ancianos tienen sueños construidos con recuerdos, con imágenes de tantas cosas vividas, con la marca de la experiencia y de los años. Si los jóvenes se arraigan en esos sueños
de los ancianos logran ver el futuro, pueden tener visiones que les abren el horizonte y les
muestran nuevos caminos. Pero si los ancianos no sueñan, los jóvenes ya no pueden mirar
claramente el horizonte.
194. Es lindo encontrar entre lo que nuestros padres conservaron, algún recuerdo que nos
permite imaginar lo que soñaron para nosotros nuestros abuelos y nuestras abuelas. Todo ser
humano, aun antes de nacer, ha recibido de parte de sus abuelos como regalo, la bendición de un
sueño lleno de amor y de esperanza: el de una vida mejor para él. Y si no lo tuvo de ninguno de
sus abuelos, seguramente algún bisabuelo sí lo soñó y se alegró por él, contemplando en la cuna
a sus hijos y luego a sus nietos. El sueño primero, el sueño creador de nuestro Padre Dios,
precede y acompaña la vida de todos sus hijos. Hacer memoria de esta bendición, que se
extiende de generación en generación, es una herencia preciosa que hay que saber conservar
viva para poder transmitirla también nosotros.
195. Por eso es bueno dejar que los ancianos hagan largas narraciones, que a veces parecen
mitológicas, fantasiosas –son sueños de viejos–, pero muchas veces están llenas de rica
experiencia, de símbolos elocuentes, de mensajes ocultos. Esas narraciones requieren tiempo,
que nos dispongamos gratuitamente a escuchar y a interpretar con paciencia, porque no entran
en un mensaje de las redes sociales. Tenemos que aceptar que toda la sabiduría que
necesitamos para la vida no puede encerrarse en los límites que imponen los actuales recursos
de comunicación.
196. En el libro La sabiduría de los años[104], expresé algunos deseos en forma de pedidos.
«¿Qué pido a los ancianos, entre los cuales me cuento yo mismo? Nos pido que seamos
guardianes de la memoria. Los abuelos y las abuelas necesitamos formar un coro. Me imagino a
los ancianos como el coro permanente de un importante santuario espiritual, en el que las
oraciones de súplica y los cantos de alabanza sostienen a la comunidad entera que trabaja y
lucha en el terreno de la vida»[105]. Es hermoso que «los jóvenes y las muchachas también, los
viejos junto con los niños, alaben el nombre del Señor» (Sal 148,12-13).
197. ¿Qué podemos darles los ancianos? «A los jóvenes de hoy día que viven su propia mezcla
de ambiciones heroicas y de inseguridades, podemos recordarles que una vida sin amor es una
vida infecunda»[106]. ¿Qué podemos decirles? «A los jóvenes temerosos podemos decirles que
la ansiedad frente al futuro puede ser vencida»[107]. ¿Qué podemos enseñarles? «A los jóvenes
excesivamente preocupados de sí mismos podemos enseñarles que se experimenta mayor
alegría en dar que en recibir, y que el amor no se demuestra sólo con palabras, sino también con
obras»[108].
Arriesgar juntos
198. El amor que se da y que obra, tantas veces se equivoca. El que actúa, el que arriesga,
quizás comete errores. Aquí, en este momento, puede resultar de interés traer el testimonio de
María Gabriela Perin, huérfana de padre desde recién nacida que reflexiona cómo esto influyó en
su vida, en una relación que no duró pero que la hizo madre y ahora abuela: «Lo que yo sé es
que Dios crea historias. En su genialidad y su misericordia, Él toma nuestros triunfos y fracasos y
teje hermosos tapices que están llenos de ironía. El reverso del tejido puede parecer
desordenado con sus hilos enredados –los acontecimientos de nuestra vida– y tal vez sea ese
lado con el que nos obsesionamos cuando tenemos dudas. Sin embargo, el lado bueno del tapiz
muestra una historia magnífica, y ese es el lado que ve Dios»[109]. Cuando las personas
mayores miran atentamente la vida, a menudo saben de modo instintivo lo que hay detrás de los
hilos enredados y reconocen lo que Dios hace creativamente aun con nuestros errores.
199. Si caminamos juntos, jóvenes y ancianos, podremos estar bien arraigados en el presente, y
desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y
para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el
entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas. De ese modo,
unidos, podremos aprender unos de otros, calentar los corazones, inspirar nuestras mentes con la
luz del Evangelio y dar nueva fuerza a nuestras manos.
200. Las raíces no son anclas que nos atan a otras épocas y nos impiden encarnarnos en el
mundo actual para hacer nacer algo nuevo. Son, por el contrario, un punto de arraigo que nos
permite desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos. Entonces tampoco sirve «que nos
sentemos a añorar tiempos pasados; hemos de asumir con realismo y amor nuestra cultura y
llenarla de Evangelio. Somos enviados hoy para anunciar la Buena Noticia de Jesús a los tiempos
nuevos. Hemos de amar nuestra hora con sus posibilidades y riesgos, con sus alegrías y dolores,
con sus riquezas y sus límites, con sus aciertos y sus errores»[110].
201. En el Sínodo, uno de los jóvenes auditores proveniente de las islas Samoa, dijo que la
Iglesia es una canoa, en la cual los viejos ayudan a mantener la dirección interpretando la
posición de las estrellas, y los jóvenes reman con fuerza imaginando lo que les espera más allá.
No nos dejemos llevar ni por los jóvenes que piensan que los adultos son un pasado que ya no
cuenta, que ya caducó, ni por los adultos que creen saber siempre cómo deben comportarse los
jóvenes. Mejor subámonos todos a la misma canoa y entre todos busquemos un mundo mejor,
bajo el impulso siempre nuevo del Espíritu Santo.
[98] Discurso en la Vigilia con los jóvenes en la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud en
Panamá (26 enero 2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (1 febrero
2019), p. 13.
[99] DF 14.
[100] Cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 145: AAS 107 (2015), 906.
[101] Videomensaje para el Encuentro Mundial de la Juventud Indígena en Panamá (17-21 enero
2019): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (25 enero 2019), p. 10.
[102] DF 35.
[103] Cf. Carta a los jóvenes, I, 2: PG 31, 566.
[104] Cf. Papa Francisco y amigos, La sabiduría de los años, ed. Mensajero, Bilbao 2018.
[105] Ibíd., 12.
[106] Ibíd., 13.
[107] Ibíd.
[108] Ibíd.
[109] Ibíd., 162-163.
[110] Eduardo Pironio, Mensaje a los jóvenes argentinos en el Encuentro Nacional de Jóvenes en
Córdoba (12-15 septiembre 1985), 2.
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