lunes, 9 de julio de 2018

EL UNIFORME.

Sé que el hábito no hace al monje.
Me lo repito continuamente cuando me lanzo al armario con los cambios de estación.
Ese proceso de sacar y guardar la ropa que ya predispone a la mutación interior, no es instantáneo en mi caso, sino que se alarga en el tiempo.
Es fruto del tiempo meteorológico y de la perza, más que del ego y la coquetería masculina.
La envoltura dice de tí,persona,lo que el silencio,nada.
Pero estamos en una sociedad que hace de los valores moda y de la moda un valor o un contravalor, según como quiera utilizarse, en los múltiples banderines de enganche que nos rodean.


La ropa como tradición, como revindicación, como muestra de una actitud vital o simplemente como la solución práctica  en un momento concreto, no nos debería cambiar la esencia de lo que somos, si no que, en todo caso, ha de ayudarnos a mejor expresar eso que somos y sentimos.

De lo viejo, recuerdos, de lo nuevo, ilusión.

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