Sé que el hábito no hace al monje.
Me lo repito continuamente cuando me lanzo al armario con los cambios de estación.
Ese proceso de sacar y guardar la ropa que ya predispone a la mutación interior, no es instantáneo en mi caso, sino que se alarga en el tiempo.
Es fruto del tiempo meteorológico y de la perza, más que del ego y la coquetería masculina.
La envoltura dice de tí,persona,lo que el silencio,nada.
Pero estamos en una sociedad que hace de los valores moda y de la moda un valor o un contravalor, según como quiera utilizarse, en los múltiples banderines de enganche que nos rodean.
La ropa como tradición, como revindicación, como muestra de una actitud vital o simplemente como la solución práctica en un momento concreto, no nos debería cambiar la esencia de lo que somos, si no que, en todo caso, ha de ayudarnos a mejor expresar eso que somos y sentimos.
De lo viejo, recuerdos, de lo nuevo, ilusión.
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