martes, 12 de noviembre de 2013

LA ORACIÓN ES NUESTRA TABLA DE SALVACIÓN.


Me perdonaréis el atrevimiento, pero como el REY DAVID, creo que la música también es oración y por eso la he colocado antes del Evangelio.
Como podéis deducir de las últimas oraciones, uno está ejerciendo de pastor renqueante.
El “NO TENGÁIS MIEDO” y el “ADELANTE” son las muletas que me sostienen, pero “no puedo con la vida”.
Cuando las cosas van mal, cuando vienen mal dadas, es cuando se ve si los cimientos que uno ha ido construyendo a lo largo de la vida son lo suficientemente sólidos como para no “caerse con todo el equipo”.
Y aquí es donde enlazo el “Vive la vida” y el “No es Dios, de muertos, sino de vivos”. Porque si los cimientos están bien, resistiremos, pelearemos, lucharemos para salir adelante, sea cual sea la dificultad.
Eso es la vida. Nos apoyaremos en la familia, en los amigos, en nuestros conocimientos, en nuestros dones y, por supuesto en Dios, pero no como última esperanza, sino como compañero en todo el camino.
Ahora, tened en cuenta  que si los cimientos no están bien, habremos de caer.
Pero no tengáis ninguna duda de que ahí está también Dios con nosotros.
Caer y levantarse también es la vida. Jesús nos lo enseñó hasta el último aliento, cargando la cruz.
A nosotros nos costará más de tres días “reconstruir nuestro templo”, pero si confiamos en su misericordia lo lograremos. Ahí está la fuerza de nuestra oración semanal, en que sin pretenderlo, refuerza nuestros cimientos.
¡Recemos, entonces! ¡Amén!


Viva La Vida 

Solía dominar el mundo 
Los mares se alzaban cuando yo lo ordenaba 
Ahora a la mañana duermo solo, 
Barro las calles que solía poseer 
Solía tirar los dados 
Sentir el miedo de mi enemigo en sus ojos 
Escuchar mientras el público cantaba 
“¡Ahora el viejo rey está muerto! ¡Larga vida al rey!” 
Un minuto tenía la llave 
El siguiente las paredes se cerraban ante mí 
Y descubrí que mis castillos se sostenían 
En pilares de sal y pilares de arena 

Escucho que las campanas de Jerusalén están sonando 
Coros de la Guardia Romana están cantando 
Sé mi espejo, mi espada y escudo 
Mis misioneros en tierras extranjeras 
Por alguna razón que no puedo explicar 
Una vez que te fuiste nunca nunca hubo una palabra honesta 
Ahí fue cuando dominé el mundo 

(Ohhh) 

Fue el malvado y rebelde viento 
Sopló y derribó las puertas para dejarme entrar 
Ventanas destrozadas y el sonido de los tambores 
La gente no podía creer en lo que me había convertido 
Los revolucionarios esperan 
Mi cabeza en bandeja de plata 
Simplemente una marioneta en una cuerda solitaria 
Oh, quién querría ser rey? 

Escucho que las campanas de Jerusalén están sonando 
Coros de la Guardia Romana están cantando 
Sé mi espejo, mi espada y escudo 
Mis misioneros en tierras extranjeras 
Por alguna razón que no puedo explicar 
Yo sé que San Pedro no me llamará 
Nunca una palabra honesta 
Y ahí fue cuando dominé el mundo 

Ohhhhh Ohhh Ohhh 

Escucho que las campanas de Jerusalén están sonando 
Coros de la Guardia Romana están cantando 
Sé mi espejo, mi espada y escudo 
Mis misioneros en tierras extranjeras 
Por alguna razón que no puedo explicar 
Yo sé que San Pedro no me llamará 
Nunca una palabra honesta 
Pero ahí es cuando dominé el mundo 
Oooooh Oooooh Oooooh


LA PALABRA:  Lc 20, 27-38  “No es Dios de muertos, sino de vivos".
Se le acercaron unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos prescribió: Si el hermano de uno muere, dejando mujer, sin hijos, su hermano debe casarse con la viuda y dar descendencia al hermano. Eran siete hermanos. El primero se casó, y murió sin dejar hijos. El segundo y el tercero, y así hasta el séptimo, se casaron con la viuda, y murieron sin dejar hijos. Finalmente murió también la mujer. En la resurrección, ¿de quién de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer». Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo se casan unos con otros; pero los que han sido dignos de tener parte en el otro mundo y en la resurrección de los muertos, hombres y mujeres, no se casarán. Ya no pueden morir, pues son como los ángeles, hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo da a entender en lo de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abrahán, Dios de Jacob, Dios de Isaac. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven».



BREVE HISTORIA:
Los saduceos (en hebreo צדוקים, tsedduqim), también conocidos como zadokitas, son los descendientes del Sumo Sacerdote Sadoq,1 de la época de Salomón.2 El nombre de Sadoq significa «justicia» o «rectitud», por lo que saduceos puede interpretarse como justos o rectos.
Podría ubicarse su génesis como un partido político en el siglo II a. C.; desaparece en algún momento después del siglo I a. C. Se dice de sus rivales, los fariseos, que se originaron en el mismo periodo, pero que sobrevivieron como posteriores agrupaciones del Judaísmo Rabínico. Caifás era saduceo. Desde su cargo de sumo sacerdote fue responsable –según el Nuevo Testamento– del enjuiciamiento y sentencia de Jesucristo.
Flavio Josefo ha proporcionado la mayor información disponible sobre los saduceos. Escribió que eran un grupo belicoso, cuyos seguidores eran ricos y poderosos, y que les consideraba groseros en sus interacciones sociales. Sabemos también algo de ellos por discusiones en el Talmud, el corazón del Judaísmo rabínico, fundamentado en enseñanzas del Judaísmo farisaico.

¿En qué ocasiones he exclamado: “esto no es vida”?
¿Cómo quisiera que fuese “la vida”?
¿Pienso alguna vez en cómo será la vida eterna?
¿Tengo una idea fantasiosa, o la idea de la fe?
Cuando tengamos razones para afirmar que “esto no es vida”, recordemos que “esto no es la vida” que Dios quiere para nosotros, y que hoy como entonces Dios nos ofrece su vida, para que tengamos vida, porque como hemos escuchado en el Evangelio: No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos.
Como decía san Pablo en la 2ª lectura (
 2 Tes 2,16-3,5  “El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas”): Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y esperéis en Cristo. Ojalá vivamos de tal modo nuestra vida iluminada por la fe en Cristo Resucitado y por la esperanza en nuestra propia resurrección, que aun en medio de las situaciones más difíciles, ya no dijéramos “esto no es vida”, sino que con esperanza pudiéramos afirmar, como san Pablo: Para mí la vida es Cristo (Flp 1, 21), ya, ahora, y , un día, en plenitud, como hijos de Dios. ¡AMÉN!


 Veremos a Dios “tal cual es". ¡Qué ganas! Un saludo muy cordial. P. Alberto Busto

        Me saciaré de tu semblante. Lo acabamos de leer y escuchar: “Vale la pena morir a manos de los hombres cuando se espera que Dios mismo nos resucitará.”
            El miércoles de esta semana pasada hacíamos memoria de todos los mártires españoles del siglo XX. Incontables. Y si algo llama la atención de estos hombres y mujeres, ancianos y niños que dan la vida por Cristo es la valentía con la que se despiden de este mundo.
            El segundo hermano de los siete arrestados, estando para morir, dijo: “Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero cuando hayamos muerto, el rey del universo nos resucitará para la vida eterna”.  
            Después recitábamos le salmo 16, el salmo de la esperanza: “Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante”.
            “En aquel tiempo se acercaron a Jesús unos saduceos que niegan la resurrección”. Inventan una historia curiosa. La de siete hermanos que se casan sucesivamente con la misma mujer. Y ahora preguntan: “Cuando llegue la resurrección (y ellos no creían en ella), ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella?”
La trampa puesta por los saduceos denuncia un equívoco que perdura hasta hoy. Consiste en imaginar la vida eterna como prolongación, después de la muerta, de la existencia terrenal. El cielo consistiría así en una trasposición en el más allá de las cosas hermosas que gozamos aquí abajo.    
Jesús aclara los conceptos equivocados: “En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir. Son como ángeles.
Tenemos miedo a morir porque no tenemos idea de lo que pueda ser eso que llamamos cielo. Nos preocupamos de las cosas que nos va a dar. Y no nos preocupamos de él. Nos olvidamos de que Dios no es un dador de recompensas, sino de vida. La vida con él.
No se trata de asegurar de antemano cómo será la casa, cómo ha sido distribuida la habitación, y qué comprende el programa. Se trata de un Dios que no quiere ya separarse de las criaturas.
Si repitiéramos como una letanía  este pensamiento ”Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos”, poco a poco terminaríamos por familiarizarnos con la idea de la muerte.
 Lo cantamos al final de los funerales, de las misas por los difuntos: “Tú nos dijiste que la muerte no es el final del camino”. Y lo rezamos durante la eucaristía: “La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina. Se transforma”.
Y seguimos degustando el evangelio de hoy: “Los que sean juzgados dignos de la vida futura ya no pueden morir. Son como ángeles”. El Dios que nos espera no es Dios de muertos sino de vivos. Confiar en este Dios significa  descubrir que estamos hechos para la vida, y que la vida consiste en le ser con él, sin que esta relación se interrumpa jamás. 
Frente a una historia un poco ridícula imaginada acerca de una mujer disputada por siete hermanos, Jesús coloca la imagen de un Dios que disputa victoriosamente a la muerte el tesoro que le es más querido: el hombre. Que ya en un principio fue hecho a su imagen y semejanza. Morir es volver a Dios.



HOY EL REGALO TAMBIÉN ES UNA ORACIÓN… LA QUE TENDREMOS QUE HACER NOSOTROS AL SANTO JOB, PARA QUE NOS DE PACIENCIA ANTE LAS PRUEBAS QUE SE AVECINAN.

Magnífico corto que, para ser completo, debería durar 3,1416... en lugar de 3,30.
El desconocimiento y la ignorancia son una buena base para tomar decisiones erróneas en nuestras vidas...
Y ser así más fácilmente manipulables.
Creo que puede ser muy instructivo para comprender, con humor, lo que vienen concluyendo los informes Pisa.
No dejéis de verlo.


Breve historia: Número π
π (pi) es la relación entre la longitud de una circunferencia y su diámetro, en geometría euclidiana. Es un número irracional y una de las constantes matemáticas más importantes. Se emplea frecuentemente en matemáticas, física e ingeniería. El valor numérico de π, truncado a sus primeras cifras, es el siguiente:

El valor de π se ha obtenido con diversas aproximaciones a lo largo de la historia, siendo una de las constantes matemáticas que más aparece en las ecuaciones de la física, junto con elnúmero e. Cabe destacar que el cociente entre la longitud de cualquier circunferencia y la de su diámetro no es constante en geometrías no euclídeas.








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