LA PALABRA:
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».
Palabra del Señor
La obra de Jesús
«Paz, amor y alegría» son «las tres palabras clave» que Jesús nos ha confiado. Quien las realiza en nuestra vida, no según los criterios del mundo, es el Espíritu Santo. A esto el Papa Francisco dedicó la homilía del jueves 22 de mayo, por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
«Jesús, en el discurso de despedida, en los últimos días antes de subir al cielo, habló de muchas cosas», pero siempre sobre el mismo punto, representado por «tres palabras clave: paz, amor y alegría».
Sobre la primera, recordó el Papa, «hemos ya reflexionado» en la misa de anteayer, reconociendo que el Señor «no nos da una paz como la da el mundo, nos da otra paz: ¡una paz para siempre!». Respecto a la segunda palabra clave, «amor», Jesús, destacó el Papa, «había dicho muchas veces que el mandamiento es amar a Dios y amar al prójimo». Y «habló de ello también en diversas ocasiones» cuando «enseñaba cómo se ama a Dios, sin los ídolos». Y también «cómo se ama al prójimo». En resumen, Jesús encierra todo este discurso en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo, en él se nos dice cómo seremos juzgados. Allí el Señor explica cómo «se ama al prójimo».
Pero, en el pasaje evangélico de san Juan (15, 9-11), «Jesús dice una cosa nueva sobre el amor: no sólo amad, sino permaneced en mi amor». En efecto, «la vocación cristiana es permanecer en el amor de Dios, o sea, respirar y vivir de ese oxígeno, vivir de ese aire».
Pero ¿cómo es este amor de Dios? El Papa Francisco respondió con las mismas palabras de Jesús: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo». Por eso, observó, es «un amor que viene del Padre». Y la «relación de amor entre Él y el Padre» llega a ser una «relación de amor entre Él y nosotros». Así, «nos pide permanecer en ese amor que viene del Padre». Luego, «el apóstol Juan seguirá adelante —dijo el Pontífice— y nos dirá también cómo debemos dar este amor a los demás» pero lo primero es «permanecer en el amor». Y esta es, por lo tanto, también la «segunda palabra que Jesús nos deja.
Y ¿cómo se permanece en el amor? Nuevamente el Papa respondió a la pregunta con las palabras del Señor: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor». Y, exclamó el Pontífice, «es algo bello esto: yo sigo los mandamientos en mi vida». Hermoso hasta el punto, explicó, que «cuando no permanecemos en el amor son los mandamientos que vienen, solos, por el amor». Y «el amor nos lleva a cumplir los mandamientos, así naturalmente» porque «la raíz del amor florece en los mandamientos» y los mandamientos son el «hilo conductor» que sujeta, en «este amor que llega», la cadena que une al Padre, a Jesús y a nosotros.
La tercera palabra que indicó el Papa es la «alegría». Al recordar la expresión de Jesús propuesta en la lectura del Evangelio —«Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud»—, el Pontífice evidenció que precisamente «la alegría es el signo del cristiano: un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo», su salud cristiana «no está bien». Y, añadió, «una vez dije que hay cristianos con la cara avinagrada: siempre con la cara roja e incluso el alma está así. ¡Y esto es feo!». Estos «no son cristianos», porque «un cristiano sin alegría no es cristiano».
Para el cristiano, en efecto, la alegría está presente «también en el dolor, en las tribulaciones, incluso en las persecuciones». Al respecto el Papa invitó a mirar a los mártires de los primeros siglos —como las santas Felicidad, Perpetua e Inés— que «iban al martirio como si fuesen a las bodas». He aquí entonces, «la gran alegría cristiana» que «es también la que custodia la paz y custodia el amor».
Por lo tanto tres palabras clave: paz, amor y alegría. No vienen, de hecho, «del mundo» sino del Padre. Por lo demás, explicó, es el Espíritu Santo «quien realiza esta paz; quien realiza este amor que viene del Padre; quien lleva a cabo el amor entre el Padre y el Hijo y que luego llega a nosotros; que nos da la alegría». Sí, dijo, «es el Espíritu Santo, siempre el mismo; ¡el gran olvidado de nuestra vida!». Y al respecto el Papa, dirigiéndose a los presentes, confesó su deseo de preguntar, pero «¡no lo haré!» especificó, cuántos rezan al Espíritu Santo. «¡No, no alcéis la mano!» y añadió en seguida con una sonrisa; la cuestión, repitió, es que el Espíritu Santo es verdaderamente «¡el gran olvidado!». Pero es «Él el don que nos da la paz, que nos enseña a amar y nos colma de alegría».
Y, como conclusión, el Pontífice repitió la oración inicial de la misa, en la que «hemos pedido al Señor: ¡custodia tu don!». Juntos, dijo, «hemos pedido la gracia para que el Señor custodie siempre el Espíritu Santo en nosotros, el Espíritu que nos enseña a amar, nos colma de alegría y nos da la paz».
PAPA FRANCISCO
https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2014/documents/papa-francesco_20140522_obra-jesus.html
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (15,7-21):
EN aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros:
«Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús».
Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:
«Escuchadme, hermanos: Simón ha contado cómo Dios por primera vez se ha dignado escoger para su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
“Después de esto volveré
y levantaré de nuevo la choza caída de David;
levantaré sus ruinas y la pondré en pie,
para que los demás hombres busquen al Señor,
y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre:
lo dice el Señor, el que hace que esto sea conocido desde antiguo”.
Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos, de las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que es leído cada sábado en las sinagogas».
Palabra de Dios
Sal 95,1-2a.2b-3.10
R/. Contad las maravillas del Señor
a todas las naciones
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
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