Desde las principales organizaciones de educación católica se ha relanzado la celebración del Día Mundial de la Educación Católica, coincidiendo con los cuarenta días de la Pascua, que este año es el 13 de mayo. Son dos los argumentos que han motivado este nuevo impulso para que en todo el mundo demos gracias por la misión evangelizadora de la escuela de ideario católico. En primer lugar, la iniciativa del papa Francisco para un Pacto Educativo Global; en segundo lugar, la visibilización de un modelo educativo que ha sabido responder a la complejidad de la situación derivada de la pandemia mundial por el coronavirus.
Este mismo año 2021 el papa Francisco ha retomado su propuesta de un Pacto Educativo Global, acogida con gran entusiasmo por toda la Iglesia, y específicamente por la comunidad educativa. El Papa sostiene este proyecto sobre dos pilares fundamentales, que desarrolla en sus últimas encíclicas, Laudato Si’ y Fratelli Tutti: la necesidad de una escuela que se relaciona, abierta y transparente, que pone su fuerza en el cuidado de la creación y el cuidado de las personas, que influye en el entorno y colabora para su transformación. Nos invita el Papa a formar una familia más allá de los condicionamientos que la limitan, en la que todos se sientan parte y que integre a todas las personas e instituciones en su misión, una aldea educativa, la llama él, que permita evitar el fraccionamiento social y rompa con la tendencia al descarte. La educación es una herramienta de construcción de nuevas relaciones sociales, cuando la enriquecemos desde el mensaje de las bienaventuranzas alcanzamos la verdadera equidad y la convertimos en Buena Noticia para todos.
Por otra parte, la grave crisis sanitaria que sigue afectando a todo nuestro planeta ha supuesto un deterioro de la educación en los países con menos recursos, ha dejado atrás a muchos alumnos, familias, incluso docentes, con dificultades para acceder a medios tecnológicos que permitieran mantener el proceso de enseñanza-aprendizaje, ha paralizado muchos sistemas educativos y dañado, con consecuencias aún por descubrir, la continuidad del aprendizaje de millones de niños y jóvenes en todo el mundo. Los centros educativos de ideario católico han dado una respuesta ejemplar, lo sabemos bien en nuestro país, son muchas las iniciativas orientadas a no dejar a nadie atrás, a estar cerca de las familias, a acompañar el duelo por las personas cercanas perdidas, a mantener la acción evangelizadora desde una pastoral y una pedagogía del cuidado.
Consideramos que hemos hecho lo que teníamos que hacer, no como siervos inútiles sino con la responsabilidad que emana de una misión y unos valores que, desde la fundación de nuestras instituciones y centros educativos, ha venido marcando la presencia eclesial en el complejo espacio de la educación. Educar no es una tarea menor, requiere la paciencia y la fe de quien sabe ver posibilidades en un grano de mostaza, convoca a la confianza, espanta el miedo al fracaso, integra las diferencias, concilia la diversidad.
Cada día que una escuela abre sus puertas, cada pupitre que se ocupa, cada palabra de acogida, cada oración de la mañana, se convierten en día de la educación católica. Y, aunque no contemos nuestra misión por los días vividos desde la intensidad que la tarea educativa nos regala, tal vez sí necesitemos marcar uno de ellos para agradecer, a Dios y a todos los que somos comunidad y aldea educativa, la oportunidad de seguir siendo Evangelio, misión, vida abundante. No miremos al cielo, como aquellos discípulos el día de la Ascensión, sino a esta tierra que sembramos y en la que somos semilla. Feliz #DíaMundialDeLaEducaciónCatólica. #YoSoyEscuelaCatólica
Pedro Huerta
Secretario General de Escuelas Católicas
@pedrojhuerta
https://pedrohuerta.es
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