Mi maestro de TAICHI dice que
hay que escuchar la naturaleza, relajarse y fluir para interaccionar con ella.
Traigo a vosotros esta filosofía oriental milenaria para centrar los
valores cristianos que hoy quiero
resaltar.
Jesús nos llama a la MISIÓN de
ser “pescadores de hombres” con un sencillo “Ven y Sígueme.”
Salida de su boca, su llamada
provoca en cada uno de nosotros una respuesta. San Pedro le sigue ferviente
aunque no lo comprende todo todavía, San Pablo habrá de caerse del caballo y
quedar ciego para descubrir su luz interior.
La historia del cristianismo
está plagada de estas llamadas desde los primeros cristianos, judíos o
gentiles, hasta nuestros días, con nuestro Papa Francisco llamando a buscar el
AMOR DE DIOS en los que nos rodean. A Matilde su luz le vino durante la
oración, tanto ante la Virgen, como ante el Sagrario y nosotros somos
continuadores de esa búsqueda como TELLISTAS.
Aquí es donde está el FLUIR, en
la Historia del devenir de la OBRA DE DIOS entre nosotros y en la historia
particular de nuestros manantiales.
Este fluir nos lleva hasta el lago Tiberiades para
recordar, una vez más, esa llamada.
“Ven y Sígueme.”
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(4,12-23):
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftali. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.»
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:«Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos.»
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftali. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.»
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:«Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos
hermanos, Simón, al que llaman Pedro, y Andrés, su hermano, que estaban echando
el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les
dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
¿Qué razones tendría Jesús para hacer eso? Después de todo, la zona norteña de Galilea era a menudo menospreciada por el resto de los israelitas, por no haber mantenido su pureza, y en cambio haberse contaminado con los samaritanos y aún con otros pueblos; por eso se le llamaba “Galilea de los gentiles”, lo que significa “Galilea de los extranjeros”. Sin duda hubiera sido mejor que Jesús se hubiera ido a vivir a Judea, quizá en la misma Jerusalén, que era el centro religioso y comercial de la nación; de esa manera mucha gente le conocería cuando subieran a adorar en el Templo, lo cual sucedía cada año en la vida de los israelitas.
U otra opción hubiera sido que Jesús se mudara a Belén, la cual no estaba tan lejos de Jerusalén, e incluso hubiera favorecido el hecho de que más gente creyera en Jesús, ya que se había anunciado que el Salvador nacería en Belén, cosa que efectivamente sucedió en el caso de Jesús; pero como se había criado en Nazaret, mucha gente lo descalificaba por pensar que había nacido allí.
Con todo, Jesús vivió en Capernaúm, una ciudad menospreciada por el resto de los judíos, y ejerció la mayor parte de su ministerio en las aldeas de Galilea, y aunque en varias ocasiones viajó a Jerusalén y se movió por Judea, evidentemente el Señor fue guiado por el Padre para servir mayormente entre los judíos del norte del país.
¿Por qué hizo esto? El mismo profeta Isaías nos da una clave cuando afirmó: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. Ellos estaban en terrible oscuridad, en verdaderas tinieblas de sombra de muerte, y por ello Dios quiso acercarse a ellos a través del Salvador. Esa gente estaba tremendamente necesitada de algo que cambiara su vida, pero no tenían idea de lo que les pudiera ayudar; además, eran terriblemente menospreciados aún por sus paisanos.
Los del sur, en cambio, se sentían mejores que los demás porque vivían cerca del gran Templo de Jerusalén, y muchos de ellos pertenecían a grupos religiosos famosos por su piedad y celo por la Ley de Dios, tales como los fariseos, los saduceos y los escribas. Y aunque todos en realidad necesitaban desesperadamente la luz de Jesús, unos, en su necesidad, recibirían las palabras de Jesús con fe y gratitud, mientras que otros, en su soberbia, rechazarían frecuentemente el mensaje de amor y perdón que Jesús les ofrecía.
El día de hoy, Jesús sigue buscando personas humildes que le quieran escuchar, y creer en su mensaje de salvación.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.
Lo vamos a rezar hoy
en el salmo Responsorial: "Sé valiente, ten
ánimo, espera enel Señor". Nos irá mucho mejor. ¡Ánimo! Saludos
cordiales. P. Alberto Busto.
ánimo, espera enel Señor". Nos irá mucho mejor. ¡Ánimo! Saludos
cordiales. P. Alberto Busto.
Pescadores
de hombres. “Espera
en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”. Así concluíamos
rezando el Salmo Responsorial. Y desde luego, si algo necesitamos los creyentes
de hoy y de todos los tiempos es valentía para seguir creyendo en la luz a
pesar de la oscuridad.
¡Ánimo! En el evangelio de este domingo
escoge Jesús a unos pescadores para que anuncien por todas partes que está
cerca el Reino de los cielos.
Todo empieza cuando parecía que el
asunto estaba definitivamente cerrado. Juan había sido arrestado. La voz
fastidiosa del Precursor había tenido que callar. La presencia insoportable había
quedado relegada al rincón oscuro de un calabozo. Parece que todo volvía a la
normalidad. Lo de Juan el Precursor tenía visos de haber sido un mal
sueño.
Pero fue entonces precisamente cuando
Jesús empezó a predicar. Cuando los discípulos de Juan tenían motivos para
pensar que con el maestro en la cárcel la aventura había terminado.
Precisamente cuando parecen apagarse las razones para esperar, es el momento de
esperar.
Cuando parece que ya no hay nada que
hacer, que las aguas han vuelto a su cauce, que convendría detenerse, que sería
oportuno resignarse; hay uno que se pone en pie. Felizmente, a imitación de
Cristo, siempre hay quienes, a pesar de los intentos de desanimar todas las
iniciativas, no se dejan intimidar, no aceptan la normalización, y salen fuera
a “predicar”, aún sabiendo que les tocará la misma suerte que al Bautista, o la
de ese otro que será conducido directamente al suplicio sin pasar siquiera por
la cárcel.
El tiempo poco favorable, el clima
dominado por el miedo, la impresión de que todo es inútil: ése es el momento
justo para sembrar. “Mis caminos no son vuestros caminos”, dice el Señor.
Y Jesús, además de comenzar en el momento
menos oportuno, comienza en el lugar menos adecuado. No lo hace en Jerusalén,
el centro religioso con las garantías de la oficialidad. Lo hace en Cafarnaún,
que no goza ciertamente de buena reputación. Jesús no se instala donde brilla
ya la luz, sino donde hay tinieblas, confusión, sombras de muerte. Se detiene
donde hay alguien que necesita librarse de un peso, de una enfermedad, de un
pecado.
“Pasando junto al lago de Galilea vio a
dos hermanos que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores”.
Jesús comienza además por los hombres que nosotros habríamos descartado.
Para reclutar gente que colabore en el
proyecto de Dios no va a las academias ni a las escuelas de los escribas, ni a
los laboratorios que ofrecen “gente preparada”.
Se dirige a unos pescadores a los que invita mientras están cumpliendo su
oficio, mientras están en su puesto ordinario de trabajo. Gente de poco pelo.
Analfabetos o casi analfabetos. Pedro nunca conseguirá aprender idiomas. En
Roma necesitará un intérprete. Tampoco
el Maestro les entrega un texto, sino que se ofrece a sí mismo como modelo a
seguir. No les presenta una doctrina que aprender. Ni siquiera un programa,
sino un camino. Si lo siguen, si le siguen a Él, que es camino, verdad y la vida;
se habrán convertido en pescadores de hombres.
Algo que también podemos ser nosotros
desde nuestro puesto de trabajo, desde nuestro hogar.
BUSCAMOS SABER PARA PODER
ENTENDER.
Cuando en el texto de LA PALABRA aparecen términos que habitan en el
limbo de mi ignorancia me pongo a buscar para solucionar estas lagunas.
ESO ES LO QUE HOY COMPARTO CON VOSOTROS.
LOS 12 HIJOS DE JACOB
Con Lea tuvo seis hijos varones: Rubén, Simeón, Levi, Judá, lsacar y
Zabulón, y una hija, Dina; de la
esclava de Lea tuvo
también otros hijos llamados Gad y Aser. De la esclava de Raquel tuvo
a Dan y Neftalí. Finalmente, cuando pudo -después de muchas oraciones-
engendrar hijos de Raquel, que recibieron los nombres de José y de Benjamín,
éstos llegaron a ser sus favoritos. Todos los hijos de Jacob nacieron en
Padanaram, menos Benjamin, el menor de todos. que costó la vida a su madre y
que nació en el camino de Efrata.
LAS 12 TRIBUS DE ISRAEL
·La tribu de Judá obtuvo el territorio de la parte occidental del Mar Muerto, teniendo al
Mediodía los desiertos de Idumea.
- La de
Simeón o Simón, al Oeste de
la de Judá y
confinada al Surcon
el desierto y
a la parte Occidental con el Mediterráneo y
losfilisteos.
- La de Dan
se hallaba al norte de la de Simeón.
- La de
Efraím estaba al Norte de las de Dan y Benjamín, lindando al este con el
Jordán.
- La
de Manasés,
una parte estaba al Oriente del Jordán y la otra tenía el territorio a la
parte del Norte de la de Efraím.
- La de Isacar
tenía al Oriente al Jordán, al Sur la segunda mitad de Manasés y por el
oeste llegaba hasta el Mediterráneo.
- La de
Zabulón estaba situada al Norte de la de Isacar.
- La de Aser
tenía al Este las de Zabulón y Neftalí, al norte el Líbano y por el
Oeste Fenicia y
el Mediterráneo.
- La de
Neftalí estaba entre la de Aser y primera mitad de Manasés y tenía al
Norte el Líbano y al Sur la de Zabulón.
- La de
Rubén y la de Gad
estaban a la parte oriental del Mar Muerto y del Jordán.
Las doce tribus se agruparon en dos reinos: Judá e Israel.
¿Qué
significaba lo escrito por Isaías aproximadamente 700 años antes del nacimiento
de Cristo?
El profeta Isaías
escribió, aproximadamente 700 años antes del nacimiento de Cristo, la siguiente
profecía: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del
mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba
en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de
muerte, una luz les brilló”. ¿Qué significaba esto, y por qué Dios lo decidió
así?
Lo primero que nos salta a la vista, es que Dios preparó cuidadosamente todos los detalles de la venida de su Hijo a la tierra. Cada circunstancia estuvo providencialmente planeada, incluyendo que al nacer fuera puesto en el lugar más humilde posible, razón por la cual Dios preparó la presencia de los romanos en Israel, el desarrollo del censo y el hecho de que José y María fueran originarios de Belén, pero vivieran en Nazaret, y ya no tuvieran parientes que los hospedaran en su lugar de origen; es decir, que Dios estuvo a cargo de todo.
Eso enfatiza más el hecho de que 700 años antes de que el Hijo de Dios viniera a esta tierra, Dios estaba revelando a través de uno de sus profetas, la información de que llegaría el día en que Jesús llevaría su luz a las oscuras tierras de Zabulón y Neftalí. Esta información había sido preservada tan escrupulosamente, que Mateo lo recordó y registró cuando escribió su famoso evangelio. La profecía se cumplió el día que Dios dejó su hogar en Nazaret, y se fue a vivir a la ciudad marítima de Capernaúm, en la región de Galilea.
Lo primero que nos salta a la vista, es que Dios preparó cuidadosamente todos los detalles de la venida de su Hijo a la tierra. Cada circunstancia estuvo providencialmente planeada, incluyendo que al nacer fuera puesto en el lugar más humilde posible, razón por la cual Dios preparó la presencia de los romanos en Israel, el desarrollo del censo y el hecho de que José y María fueran originarios de Belén, pero vivieran en Nazaret, y ya no tuvieran parientes que los hospedaran en su lugar de origen; es decir, que Dios estuvo a cargo de todo.
Eso enfatiza más el hecho de que 700 años antes de que el Hijo de Dios viniera a esta tierra, Dios estaba revelando a través de uno de sus profetas, la información de que llegaría el día en que Jesús llevaría su luz a las oscuras tierras de Zabulón y Neftalí. Esta información había sido preservada tan escrupulosamente, que Mateo lo recordó y registró cuando escribió su famoso evangelio. La profecía se cumplió el día que Dios dejó su hogar en Nazaret, y se fue a vivir a la ciudad marítima de Capernaúm, en la región de Galilea.
¿Qué razones tendría Jesús para hacer eso? Después de todo, la zona norteña de Galilea era a menudo menospreciada por el resto de los israelitas, por no haber mantenido su pureza, y en cambio haberse contaminado con los samaritanos y aún con otros pueblos; por eso se le llamaba “Galilea de los gentiles”, lo que significa “Galilea de los extranjeros”. Sin duda hubiera sido mejor que Jesús se hubiera ido a vivir a Judea, quizá en la misma Jerusalén, que era el centro religioso y comercial de la nación; de esa manera mucha gente le conocería cuando subieran a adorar en el Templo, lo cual sucedía cada año en la vida de los israelitas.
U otra opción hubiera sido que Jesús se mudara a Belén, la cual no estaba tan lejos de Jerusalén, e incluso hubiera favorecido el hecho de que más gente creyera en Jesús, ya que se había anunciado que el Salvador nacería en Belén, cosa que efectivamente sucedió en el caso de Jesús; pero como se había criado en Nazaret, mucha gente lo descalificaba por pensar que había nacido allí.
Con todo, Jesús vivió en Capernaúm, una ciudad menospreciada por el resto de los judíos, y ejerció la mayor parte de su ministerio en las aldeas de Galilea, y aunque en varias ocasiones viajó a Jerusalén y se movió por Judea, evidentemente el Señor fue guiado por el Padre para servir mayormente entre los judíos del norte del país.
¿Por qué hizo esto? El mismo profeta Isaías nos da una clave cuando afirmó: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. Ellos estaban en terrible oscuridad, en verdaderas tinieblas de sombra de muerte, y por ello Dios quiso acercarse a ellos a través del Salvador. Esa gente estaba tremendamente necesitada de algo que cambiara su vida, pero no tenían idea de lo que les pudiera ayudar; además, eran terriblemente menospreciados aún por sus paisanos.
Los del sur, en cambio, se sentían mejores que los demás porque vivían cerca del gran Templo de Jerusalén, y muchos de ellos pertenecían a grupos religiosos famosos por su piedad y celo por la Ley de Dios, tales como los fariseos, los saduceos y los escribas. Y aunque todos en realidad necesitaban desesperadamente la luz de Jesús, unos, en su necesidad, recibirían las palabras de Jesús con fe y gratitud, mientras que otros, en su soberbia, rechazarían frecuentemente el mensaje de amor y perdón que Jesús les ofrecía.
El día de hoy, Jesús sigue buscando personas humildes que le quieran escuchar, y creer en su mensaje de salvación.
¿QUÉ NOS
QUIERE TRANSMITIR LA PALABRA?
Esta
parte de la oración es la más profunda. AQUÍ LOS TELLISTAS ESCUCHAMOS DOS
TERMINOS MUY NUESTROS: LLAMADA Y ENTREGA.
Mensaje
doctrinal
1. El Señor es mi luz y mi salvación. (Salmo 26. Salmo responsorial). El hombre había sido creado en amistad con Dios y con una inefable belleza, pero por el pecado había perdido su original hermosura y ya no reflejaba la luz de su creador. Había dejado caer la confianza en Dios y, por envidia, había caído de la "gracia del principio" perdiendo los excelsos bienes entre los que había sido creado. Así, el pecado introdujo las tinieblas y la muerte en la historia del mundo. La imagen de nuestros primeros padres expulsados del paraíso expresa la gran tragedia humana: su rostro se ha ensombrecido. El género humano estaba necesitado de un redentor y el Padre envió a su Hijo. El salmo 26, leído en clave cristiana, expresa adecuadamente los sentimientos del hombre que se siente oprimido por las tinieblas y el pecado y ve en Cristo al redentor. El Señor es mi luz y mi salvación (Salmo Resp.). Jesucristo, revelación del amor del Padre, ilumina toda situación humana por dramática que ésta sea, porque él ha asumido nuestra condición humana hasta sus últimas consecuencias. Él carga sobre sí el pecado de todos nosotros y se ofrece al Padre como víctima de propiciación. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos (Hch 4, 12). Cuando Cristo ilumina nuestras almas no hay lugar en ella para el temor o el desaliento, por el contrario, en ella surge la paciencia que todo lo soporta, la fortaleza capaz de las más grandes empresas, la generosidad que nos se reserva nada para sí. El alma descubre en sí capacidades hasta entonces desconocidas. "Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor". Palabras estupendas que iluminan nuestra existencia muchas veces turbada por las angustias del mundo, por los temores del mal, por la incertidumbre del futuro. Cristo no deja de llamarnos: Venid y seguidme… Está cerca el Reino de los cielos (EV)
1. El Señor es mi luz y mi salvación. (Salmo 26. Salmo responsorial). El hombre había sido creado en amistad con Dios y con una inefable belleza, pero por el pecado había perdido su original hermosura y ya no reflejaba la luz de su creador. Había dejado caer la confianza en Dios y, por envidia, había caído de la "gracia del principio" perdiendo los excelsos bienes entre los que había sido creado. Así, el pecado introdujo las tinieblas y la muerte en la historia del mundo. La imagen de nuestros primeros padres expulsados del paraíso expresa la gran tragedia humana: su rostro se ha ensombrecido. El género humano estaba necesitado de un redentor y el Padre envió a su Hijo. El salmo 26, leído en clave cristiana, expresa adecuadamente los sentimientos del hombre que se siente oprimido por las tinieblas y el pecado y ve en Cristo al redentor. El Señor es mi luz y mi salvación (Salmo Resp.). Jesucristo, revelación del amor del Padre, ilumina toda situación humana por dramática que ésta sea, porque él ha asumido nuestra condición humana hasta sus últimas consecuencias. Él carga sobre sí el pecado de todos nosotros y se ofrece al Padre como víctima de propiciación. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos (Hch 4, 12). Cuando Cristo ilumina nuestras almas no hay lugar en ella para el temor o el desaliento, por el contrario, en ella surge la paciencia que todo lo soporta, la fortaleza capaz de las más grandes empresas, la generosidad que nos se reserva nada para sí. El alma descubre en sí capacidades hasta entonces desconocidas. "Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor". Palabras estupendas que iluminan nuestra existencia muchas veces turbada por las angustias del mundo, por los temores del mal, por la incertidumbre del futuro. Cristo no deja de llamarnos: Venid y seguidme… Está cerca el Reino de los cielos (EV)
2. Jesucristo,
desde el inicio de su vida pública, llama a otros y los asocia a su misión
salvífica.
Jesucristo ha querido asociar a los hombres con la obra salvífica. En el
evangelio de hoy lo vemos llamando a los primeros apóstoles para que lo sigan y
para constituirlos pescadores de hombres. Ellos, entrando en su interior,
experimentan el amor electivo de Jesús y manifiestan una disponibilidad y una
generosidad ilimitada sostenidos por la gracia divina. Dejan a su padre, dejan
su antiguo oficio y se ponen en camino siguiendo las huellas de Jesús. Cristo
quiso que el hombre participara en la misión redentora. Él será el verdadero y
único mediador, pero los hombres, llamados por él, serán sus apóstoles quienes
proclamarán el Evangelio. Los apóstoles, por su parte, van profundizando poco a
poco en el significado de su participación en la misión de Cristo. La
experiencia profunda de esta participación los hará exclamar: nosotros no
podemos mas que hablar de lo que hemos visto y oído (Hch 4,20). Esta
experiencia es la que hará que san Pablo repita de mil modos que Cristo lo
eligió para ser apóstol del evangelio sin ningún mérito propio, y que él tiene
el deber y el derecho de predicar y ¡Hay de él si no lo hiciese! En toda
llamada de Dios se da esta participación en la misión real de Cristo, o sea el
hecho de redescubrir en sí y en los demás la particular dignidad de la propia
vocación, que puede definirse como "realeza". Esta dignidad se
expresa en la disponibilidad para servir, según el ejemplo de Cristo, que
"no ha venido para ser servido, sino para servir" (Redemptor Hominis
21). Hay que mirar con infinito respeto la vocación divina a una entrega total.
Así como Dios llamó en el pasado a los apóstoles, así también hoy sigue
llamando a muchos jóvenes, chicos y chicas, a una vida de consagración total a
la extensión de su Reino. A nosotros, miembros de la Iglesia, nos corresponde
estar abiertos a la llamada de Dios, bien sea que se escuche en nuestro propio
corazón, bien sea que se dirija a otros.
PARA REFLEXIONAR:
Cuando buceo en las redes sociales
siempre encuentro algo que me hace pensar y lo tomo prestado para orar.
ESTE ES UN EJEMPLO MUY CLARO. EL REZO
CIBERNÉTICO NOS UNE, PERO, SI NO NOS JUNTAMOS, NO NOS ACERCA… ¡Ahí os lo dejo!
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