EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO.
MAGNIFICAT(Lc 1, 46-55)
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en principio ahora y siempre por los siglos de los siglos”. AMÉN.
La Virgen, profetiza con este cántico, con esta plegaria, que no son el poder, el éxito y el dinero, los que prevalecen, sino que prevalecen el servicio, la humildad y el amor.
Y mirándola en la gloria, comprendemos que el verdadero poder es el servicio –no olvidemos esto: el verdadero poder es el servicio– y reinar significa amar. Y que este es el camino al Cielo.
¿Creo que amar es reinar y que servir es poder? ¿Creo que la meta de mi vida es el cielo, es el paraíso o sólo me preocupan las cosas terrenales y materiales? .Al observar los acontecimientos del mundo, ¿me dejo atrapar por el pesimismo o, como la Virgen, soy capaz de distinguir la obra de Dios que, a través de la mansedumbre y la pequeñez, realiza grandes cosas?
REZAMOS JUNTOS EL AVE MARÍA.
SEA TODA NUESTRA VIDA UN ACTO DE AMOR.
¡ADELANTE, SIEMPRE ADELANTE!
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