CRECER CREYENDO:
Jn 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”
Palabra de Dios.
Salmo
Salmo: Sal 8, 4-5. 6-7a. 7b-9.
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.
Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.
Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.
COMENTARIO:
"ABRIRNOS AL
MISTERIO DE DIOS”.
A lo largo de los siglos, los teólogos han realizado un gran
esfuerzo por acercarse al misterio de Dios formulando con diferentes
construcciones conceptuales las relaciones que vinculan y diferencian a las
personas divinas en el seno de la Trinidad. Esfuerzo, sin duda, legítimo,
nacido del amor y el deseo de Dios.
Jesús, sin embargo, no sigue ese camino. Desde su
propia experiencia de Dios, invita a sus seguidores a relacionarse de
manera confiada con Dios Padre, a seguir fielmente sus pasos de Hijo
de Dios encarnado, y a dejarnos guiar y alentar por el Espíritu Santo. Nos
enseña así a abrirnos al misterio santo de Dios.
Antes que nada, Jesús invita a sus seguidores a vivir como
hijos e hijas de un Dios cercano, bueno y entrañable, al que todos podemos
invocar como Padre querido. Lo que caracteriza a este Padre no es su poder y su
fuerza, sino su bondad y su compasión infinita. Nadie está
solo. Todos tenemos un Dios Padre que nos comprende, nos quiere y
nos perdona como nadie.
Jesús nos descubre que este Padre tiene un proyecto nacido
de su corazón: construir con todos sus hijos e hijas un mundo más humano y
fraterno, más justo y solidario. Jesús lo llama "reino de
Dios" e invita a todos a entrar en ese proyecto del Padre buscando
una vida más justa y digna para todos empezando por sus hijos más pobres,
indefensos y necesitados.
Al mismo tiempo, Jesús invita a sus seguidores a que confíen
también en él: "No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed
también en mí". Él es el Hijo de Dios, imagen viva de su Padre. Sus
palabras y sus gestos nos descubren cómo nos quiere el Padre de todos. Por eso,
invita a todos a seguirlo. Él nos enseñará a vivir con confianza y
docilidad al servicio del proyecto del Padre.
Con su grupo de seguidores, Jesús quiere formar una familia
nueva donde todos busquen "cumplir la voluntad del
Padre". Ésta es la herencia que quiere dejar en la tierra: un
movimiento de hermanos y hermanas al servicio de los más pequeños y
desvalidos. Esa familia será símbolo y germen del nuevo mundo querido por
el Padre.
Para esto necesitan acoger al Espíritu que alienta al Padre
y a su Hijo Jesús: "Vosotros recibiréis la fuerza del Espíritu Santo
que vendrá sobre vosotros y así seréis mis testigos". Éste Espíritu
es el amor de Dios, el aliento que comparten el Padre y su Hijo Jesús, la
fuerza, el impulso y la energía vital que hará de los seguidores de Jesús sus
testigos y colaboradores al servicio del gran proyecto de la Trinidad
santa."
REFLEXIÓN:
La fuerza del Espíritu busca los corazones de los enfermos, y de
sus familiares, para anidar. Dios nos llama a demostrar que el AMOR, es posible
aún en la enfermedad, aún en el dolor…aún en la pérdida.
Somos camino, verso y plegaria, pero sin el AMOR estamos vacíos.
Cada cual con su historia: el que le viene de sorpresa, el que
intenta anticiparla, el que carga con ella, el que recorre un trecho a su lado…
Todos y cada uno, reciben el soplo del Espíritu
Y ese mismo Espíritu es el que hace que saques la sonrisa hasta
en las peores circunstancias. Saber que somos camino ayuda a ponérselo más
fácil a los demás, pero no nos libra de ninguna dificultad, ni quita ningún
dolor. ¿Qué “acompañante” eres si te tienen que animar a ti?
Buscamos en el interior, en nuestra reserva más íntima, el Amor
del PADRE en los cansados ojos de nuestros padres. Y enseguida se ve LA LUZ en
SUS OJOS, en sus gestos, en sus manos frías y temblorosas, que buscan en ti
seguridad.
Y, entonces, es cuando el AMOR del HIJO, ese que proclama, “que
todo lo que les hacéis a ellos me lo estáis haciendo a Mí”, fluye como si el
camino a la santidad fuera un juego de niños, porque tienen sentido los abrazos,
el calor, secar las lágrimas, provocar los recuerdos, sentir las cosquillas y
la risa como un bálsamo frente a lo inevitable.
Por eso, el
AMOR del ESPÍRITU, ese soplo que notas cuando haces todo lo posible, todo lo
que está en tu mano, es tan fuerte. Tanto que sana las heridas de la soledad y
de la incomprensión, que cura los corazones presos del miedo y la negación (¿Por
qué a mí, Señor?). Es tan intenso que pone luz donde no la hay, porque es más
eficaz que cualquier tratamiento o medicación, porque aún llegando a la meta de
la vida, que es la hermana muerte, nos SALVA.
¡Bienaventurados los que sufren, porque de ellos es el Reino de
los Cielos!
¡Bienaventurados los que acompañan a los que sufren, porque ellos
verán a Dios…en el prójimo!
No tengáis miedo.
Que la fuerza del amor no
disminuya nunca en nuestro corazón.
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