CRECER CREYENDO:
Mt 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.»
Palabra del Señor
COMENTARIO:
1ª) ¡Cristo glorioso derriba todos los muros y barreras de separación!
2ª) El envío a la misión universal a todos los hombres
Id y haced discípulos de todos los pueblos. Ahora es posible la misión universal. Esta misión estará presidida y acompañada por los Tres. El Padre ha enviado al Hijo al mundo para que el mundo participe y experimente la salvación: Tanto amó Dios al mundo, que le envió a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Pues no envió Dios a su Hijo para dictar sentencia de condenación contra el mundo, sino para que por medio de él se salve el mundo (Jn 3,16-17). La misión apostólica hunde sus raíces en la misión del Hijo por el Padre y tiene como tarea hacer presente hasta los últimos rincones del mundo y hasta lo más hondo del corazón del hombre la conciencia de que todo es fruto del amor de Dios. El Hijo envía de junto al Padre al Espíritu para que haga posible la plena reconciliación de los hombres con su Dios-Padre, es decir, la nueva creación: Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros. Sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar (Jn 20, 20ss). Los dos evangelistas (Mateo y Juan) nos enseñan en qué consiste la misión y a quiénes son enviados los Apóstoles: para anunciar la Buena Noticia de la nueva creación realizada por Cristo y actualizada por el Espíritu a todos los hombres sin excepción. ¡La Trinidad siempre volcada en favor de los hombres!
3ª) ¡El bautismo en nombre de la Trinidad es la puerta del Reino para todos los hombres!
Bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado. El bautismo es un sello firme e imborrable de la presencia, comunión y actuación de los Tres en favor del hombre. Bautizar en su nombre significa que somos propiedad de los Tres (en la Biblia el nombre representa a la persona). El bautismo nos introduce en la vida e intimidad de los Tres. Pero una vez más se nos advierte cómo hacer fecunda esa generosidad gratuita de Dios: cumplir cuanto a él le grada que se manifiesta plásticamente nuestra pertenencia a Él y es la garantía de nuestra auténtica libertad y responsabilidad de hijos. En ese Dios uno y trino somos recreados para pertenecer a su propia familia. Por tanto, obedecer a los Tres y realizar su voluntad (mandamientos) nos conduce por los caminos de la verdadera libertad. Es necesario que toda nuestra vida esté real y vitalmente sellada, animada y presidida por la presencia y actuación de los Tres. Y esta presencia es inalterable y definitiva: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Así se cierra el relato evangélico de Mateo (28,20).Fr. Gerardo Sánchez Mielgo Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
REFLEXIÓN:
Cuando mayo ya se nos escurre entre los dedos, se ponen nuestros
sentidos alerta. Junio es sinónimo de trabajo y de cosecha. Nada de lo que
hagamos ya podrá modificar las derivas de algunos alumnos, pero no dejamos de
intentarlo, proponerlo, porque en nuestro interior cada fracaso escolar es una
herida, una impotencia. Y no consuela saber que sus propios padres los tienen
abandonados, aparcados, porque, precisamente por eso, nos hemos esforzado más
con ellos, y ahora sabemos que todo ha sido inútil… ¿Todo? No, rotundamente,
no. Estoy seguro que algo de nosotros siempre se llevan, que más adelante,
saldrá a la luz. A lo mejor no le sirve para los estudios, pero le sirve para
la vida. Somos un colegio que enseña conocimientos, pero sobre todo somos un
colegio que enseña VALORES.
Será casualidad o probablemente sea obra de Dios, pero coincidir
en el tiempo este evangelio y la visita a Robledillo de la Vera, el pueblo
donde nació Matilde, me permite hablar, como tellista, de nuestra Misión.
Visitar el origen de nuestra historia como tellistas, cada
cuatro años por riguroso turno, es ver crecer en nosotros y en los que nos
acompañan, y acogen, el amor por una mujer sencilla, pero inteligente y
comprometida con su tiempo y con su obra.
Resulta fácil hablar de nuestra Misión Compartida en tales
circunstancias.
Siempre es mejor celebrar y
practicar la alegría de compartir a Jesús Eucaristía para llegar a
sentirse parte de algo mucho más grande, del sueño de una beata. Sentirse parte
de la obra de Dios.
Y es en esa alegría de compartir donde los
tellistas tenemos una gran fuerza.
Nuestra manera de transmitir la Buena Noticia
es estar con los niños, con los pobres, con los ancianos y enfermos. “Id y haced discípulos de todos los pueblos”
dice el Señor, y nosotros nos aplicamos, con oración, entrega y servicio, para
que así sea.
¡Con la protección, y la ayuda, de María Madre de la
Iglesia, todo es posible!
¡No tengáis miedo!
¡Ánimo y adelante!
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