Hoy, no es
que no sepamos el camino, no es que no estemos perdidos, no es que nos han
indicado mal.
Hoy es que
este es el único camino, el camino de la cruz, el camino de la entrega a los
demás.
Lo
recorreremos, como siempre, dispuestos a cargar con la cruz. Dispuestos a caer
y levantarnos. Dispuestos a llegar hasta el final de este camino, que fue el de
Jesús y es el nuestro, pero con la esperanza de la RESURRECIÓN en el horizonte.
¡ASÍ SEA!
(Tenéis en el
blog el mensaje de cuaresma del Papa…
HACEOS UN FAVOR
y sacad un momento para, en silencio, leerlo.
No se me ocurre
mejor manera de comenzar el camino.)
Hemos tenido en
el colegio o en la parroquia la imposición de la ceniza, con una celebración o
un símbolo de por medio. Hay mucho esfuerzo detrás de estos actos. El esfuerzo
de muchas personas que dedican su tiempo y sus dones para acercar a Dios a los
demás.
¡MUCHAS GRACIAS
POR LAS SEÑALES CON LAS QUE NOS GUIÁIS POR EL CAMINO!
Por esta razón,
he querido empezar nuestra CUARESMA “explicando”.
Son palabras de
otro (http://www.oblatos.com/).
Os sirva o no,
eso será cosa del ESPÍRITU.
La imposición de
las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que
nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un
tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para
la conversión del corazón.
Las palabras que se usan para la imposición de cenizas,
son:
* “Concédenos,
Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la
vida”
* “Recuerda
que polvo eres y en polvo te convertirás"
* “Arrepiéntete
y cree en el Evangelio”.
ORIGEN DE LA COSTUMBRE
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza
cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como
signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que
querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían
ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un
"hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido
penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma
acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las
palmas usadas el Domingo de Ramos del año anterior. Esto nos recuerda que lo
que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a
los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con
sus 40 días de ayuno.
La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda
que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.
Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el
bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al
final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y
por nuestros hermanos.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una
actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le
impone a los niños y a los adultos.
EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA
El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de
ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno
de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al
día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a
Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo
siempre.
ORACIÓN:
La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior.
ORACIÓN:
La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior.
Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos
aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de
nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y
amorosa exigencia de su voluntad.
Para que nuestra Oración tenga
frutos, debemos evitar lo siguiente:
La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean
llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra
actitud interior.
La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo
más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a
llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.
La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o
repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es
conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras
necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que
usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le
puede engañar.
EL SACRIFICIO:
Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer
sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a
Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la
recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde
el cielo y es el que nos va a recompensar.
“Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los
hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en
verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza
y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está
en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará." (Mt
6,6).
CONCLUSIÓN:
Como vemos, la ceniza no es un rito mágico, no nos quita
nuestros pecados, para ello tenemos el Sacramento de la Reconciliación. Es un
signo de arrepentimiento, de penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el
inicio del camino de la Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto
hasta el día de su triunfo que es el Domingo de Resurrección.
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.
Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.
El arrepentimiento: Debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Credo: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.
La confesión de nuestros pecados: El arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.
La penitencia: Que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.
Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús.
Debe ser un tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los seres que nos rodean.
En estos momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos internamente, no podremos seguirle adecuadamente.
Está Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.
El arrepentimiento: Debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido (como decimos en el Credo: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a cometer.
La confesión de nuestros pecados: El arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la confesión.
La penitencia: Que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el prójimo.
Y finalmente la Conversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a Jesús.
Es
un tiempo de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo
de perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho
algún daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida
perdón, recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo
sin meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero
antes tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás.
Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.
Y terminemos recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir transmitiendo su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.
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