miércoles, 25 de diciembre de 2013

UNA MANTA PARA EL PORTAL...

"¡CUANTO BIEN EN LA TIERRA!
QUE BUENO ES VIVIR CONTENTOS
LLENOS DE FE Y AMOR;


A LA MANERA 

 DE JESÚS, MARÍA y JOSÉ EN BELÉN."
                                   MADRE MATILDE TELLEZ

DE LAS CUATRO VELAS...
¡EL CORAZÓN EN MOVIMIENTO!


AL PORTAL DE BELÉN...
CRUZANDO EL PATIO CUBIERTO.



UNA MANTA PARA EL NIÑO DIOS...
¡CON RETALES TELLISTAS!


NAVIDAD DE COLEGIO... ¡LA SONRISA DEL NIÑO DIOS HECHA LECCIÓN!



ES NAVIDAD. DIOS SE HA HECHO UNO DE NOSOTROS EN UN HOGAR DE ISRAEL.
HA LLENADO DE LUZ Y DE COLOR LA VIDA D Y DE LA TIERRA ENTERA., CONSOLAR, SERVIR, PERDONAR, COMPARTIR...
ENRIQUECEN Y HASTA SALVAN LA FELICIDAD DE LOS HOMBRES.

CADA VEZ QUE ABRES LA PUERTA DE TU CORAZÓN A DIOS Y A LAS NECESIDADES DE LOS OTROS.
    ¡ES NAVIDAD!

CADA VEZ QUE ADMIRAS Y QUIERES LA BELLEZA Y LA BONDAD,
   ¡QUIERES A DIOS!
CADA VEZ QUE TRATAS A LOS OTROS CON CARIÑO Y TERNURA
   ¡ESTÁS VIVIENDO LA NAVIDAD!
CADA VEZ QUE TU ESPERANZA ESTÁ POR ENCIMA DEL DESÁNIMO Y LA DERROTA
   ¡DEMUESTRAS POSEER LA NAVIDAD!

LA COMUNIDAD EDUCATIVA DEL COLEGIO SAN JOSE 
TE DESEA:  ¡¡FELIZ NAVIDAD!! Y ¡¡PRÓSPERO AÑO NUEVO!!



Dios toma nuestra naturaleza y nos ofrece la suya. Fue la primera
 Navidad. Vivamos con gozo desbordante la nuestra. ¡Felicidades! P.  Alberto Busto
Navidad. Pienso que para celebrar cristianamente la Navidad de este año debiéramos recordar la primera Navidad. Aquella en la que José y María no sabían lo que era la Navidad. Tuvieron que improvisar. El suceso les cogió de improviso.
Nosotros lo sabemos todo de antemano. Nuestra Navidad es una Navidad programada. Casi prefabricada. En un cajón del armario está la caja del pesebre. Basta con recuperarla, montar las distintas piezas, poner en su sitio los personajes, añadir, como mucho, alguna “diablura” tecnológica.
Se pasa por la tiendas con la lista de las compras, el elenco de los regalos. Se elige el vestido o el traje apropiado y se asegura uno de que en la cocina no falte nada. Y la Navidad funciona como estaba previsto.La antífona de entrada de la misa de hoy dice así. “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”.Los ángeles, en el anuncio a los pastores ponen en evidencia el motivo de fondo de la alegría que debe caracterizar la Navidad: “En la tierra paz a los hombres que Dios ama”. La esencia de la Navidad está precisamente aquí: concelebramos el descubrimiento de un Dios que para que estuviéramos informados con certeza absoluta de que él nos ama, ha venido a decírnoslo personalmente.Pensémoslo mejor: Navidad es el milagro inaudito de un Dios omnipotente que se revela en la debilidad más descarada. El Inmenso se convierte en pequeñísimo, en un niño envuelto en pañales. El totalmente Otro se hace uno de nosotros. El Dios invisible, aquel a quien nadie ha visto jamás se hace visible. El Inaccesible se muestra como el Dios-con-nosotros.
Y que no se nos ocurra pensar que somos nosotros los que le buscamos, los que nos acercamos a él. Es él el que nos buscó, el que nos busca, nos invita, nos ama.
“Os traigo una gran alegría. Os ha nacido un salvador”. Así debería ser la alegría de nuestra Navidad. No una alegría vieja, ligada a los recuerdos de la infancia, a las tradiciones, sino una alegría nueva, viva, profunda.De nada sirve que el Señor haya nacido hace dos mil años, si hoy no nace realmente nada. La maravilla de este día es que Dios, en medio de nosotros, puede volver a vivir.Para transformar este desierto, sumergido bajo tanta basura, se necesitan manos desnudas que se empeñen en cultivar una flor. Se necesita un corazón más fuerte que todas las durezas. Se necesitan unos ojos que irradien luz. En una palabra, se necesita un nacimiento.
Y nosotros caminamos hacia el recién nacido, pobre, frágil, amenazado. Y le llevamos lo más precioso e intacto que hemos conservado: el deseo de nacer de nuevo. Entonces sí; entonces habrá Navidad.Pienso que la capacidad de maravillarse, de recuperar la simplicidad de la mirada frente a un Dios que, con su venida demuestra que aún no está cansado de los hombres, nos ayudará también a mirar al mundo  y a las personas con ojos nuevos, admirados. Ojos de hijos de Dios.

domingo, 22 de diciembre de 2013

ADVIENTO CUARTA Y ÚLTIMA LLAMADA... ¡BELÉN A LA VISTA!


(4ª de ADVIENTO)



LA PALABRA: Mt 1, 18-24
El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
-«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:
«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Ernmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.


El camino que lleva a Belén, baja hasta el valle que la nieve cubrió.
Los pastorcillos quieren ver a su Rey, le traen regalos
en su humilde zurrón.
Ropo pom, pom, ropo, pom, pom. Ha nacido en un portal de Belén, el Niño Dios.
Yo quisiera traer a tus pies, algún presente que te alabe Señor,
más Tú ya sabes que soy pobre también,
y no poseo más que un viejo tambor,
ropo pom, pom, ropo pom, pom.
Es la última llamada, la más importante. Belén está a la vista.
¿Tienes preparada tu posada para recibir al Señor?                                                 
No sufras si no lo está todo lo que debiera o quisieras.                                               
Él vino a nosotros en un humilde portal, no se va a poner estupendo ahora.          
 Él solo espera que seas tú mismo quien lo reciba, con esa alegría de niño chico que es la que da calor.                                                                                                           
 Él solo quiere que pongas AMOR en esas pequeñas/grandes cosas que ocurren en nuestras casas durante el tiempo de Navidad.                                                             
 Su regalo es que tengas la oportunidad de hacerlas, de corazón, no solo a los tuyos, la familia, sino a los demás, a  los prójimos, a los necesitados. ¡AMÉN!

PARA REFLEXIONAR:
Tejiendo sueños imposibles El derecho a la desobediencia civil
A través del blog Gastar la Vida tengo acceso a este artículo de Francesc Mateu i Hosta, publicado en agosto en el Diario Ara. Mateu i Hosta, médico y director de Intermon Oxfam en Cataluña, hace una reflexión sobre como combatir la pobreza, muy oportuna en estos tiempos.
Hace muchos años, en una comunidad a la orilla de un río, vieron a una persona que se ahogaba y fueron a auxiliarla. Mientras la reanimaban vieron una segunda persona que se ahogaba y, de repente, muchas más. El río no dejaba de traer gente que se ahogaba. Se organizaron para hacer turnos y se especializaron por equipos: unos les sacaban del agua, otros los reanimaban, otros los secaban, etcétera. Pero cada día se ahogaba más gente y no daban abasto. Hasta que un día uno de los equipos se preguntó… “Pero, ¿por qué cae al río tanta gente?” “¡Hay gente en peligro y no es el momento de hacerse preguntas!”, les dijeron. A pesar de ello, el equipo se rebeló, dejó el trabajo entre acusaciones de insolidaridad y marchó río arriba a buscar la razón que provocaba la situación. Y descubrieron que se había roto el único puente de la zona. Antes de encontrar soluciones, se hicieron preguntas como: ¿por qué se ha roto el puente?, ¿quién es el responsable?, ¿quién y cómo había que arreglarlo?
Historias como ésta se utilizan en los cursos para voluntariado en muchas ONG. Pero después de ver los debates generados por el Informe del Síndic de Greuges sobre malnutrición infantil en Cataluña, o la idea de una lotería catalana para ayudar a programas sociales, parece que serían más necesarias en los despachos de algunos políticos, de algunos tertulianos o en algunas sobremesas de verano. Quienes nos dedicamos hace años a lidiar con la pobreza, estamos muy preocupados porque estamos dando muchos pasos atrás en el tratamiento de este tema.
El informe del Síndic nos está diciendo que cada día se ahoga más gente. Y podemos dar muchas vueltas a los conceptos y a los datos, pero mientras, va cayendo más gente al río. La realidad de empobrecimiento acelerado es evidente y las entidades ya hemos advertido bastantes veces de la gravedad de la situación. Y pareciera que casi la única respuesta que tenemos es la recogida de alimentos.
El obispo brasileño Hélder Câmara lo explicaba hace años de una manera clarividente: “Si doy comida a los pobres me llaman santo, pero si pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”Mientras damos comida nos sentimos muy bien, y los medios y los responsables políticos alaban nuestras iniciativas solidarias. Es fácil: compromete muy poco y da buenos réditos de imagen. Así, multiplicamos los puntos de recogida de alimentos y el voluntariado del Banco de Alimentos o de Cáritas, y tenemos que estar orgullosos de ello. Pero esto se llama asistencialismo. Y no es malo per se, pero es insuficiente, si es la única respuesta. Este es uno de los grandes aprendizajes de los 50 ó 60 años que hace que las ONGD trabajamos en países pobres. Y no es ninguna crítica a las instituciones que se dedican a ello, que, además de imprescindibles, son las primeras conscientes de los límites de este tipo de abordaje del problema.
Aunque afortunadamente Cataluña está muy lejos de ser como Sudán del Sur, Haití o Burkina Faso, vemos con asombro e indignación como las respuestas de nuestros políticos cada vez se parecen más a las que solíamos criticar de aquellos países: balones fuera y ayudas limitadas entendidas como limosnas y no como derechos. Y maratones y loterías más propias de la beneficencia de otros siglos. Como si todo el trabajo hecho antes para erradicar la pobreza, y todo el conocimiento acumulado, aquí y en todas partes, hubiera sido un pasatiempo de nuevos ricos.
Y un segundo aprendizaje: los equipos se agotan después de un periodo especialmente si la sensación de que no están consiguiendo nada, sobre todo después de reanimar la misma gente tres y cuatro veces. Y, en vez de cambiar de estrategia, abandonamos. En el mundo de la cooperación lo llamamos “la fatiga de la ayuda”.
Volvamos ahora a Hélder Câmara y vamos al porqué. La respuesta no es tan clara ni inmediata como en la historieta que hemos explicado al principio del artículo. Esta segunda parte no cuenta con tantas complicidades, y los gobiernos se sienten señalados. Aquí entramos en el terreno de los riesgos, pero también de las soluciones reales. Como en la buena medicina, debemos atajar las causas, y no sólo los síntomas.
La clave para combatir la pobreza radica en combatir las desigualdades. Critiquemos al Síndic o defendámoslo. Pero no nos quedamos aquí. Necesitamos un poco más de valentía y decisión individual, colectiva y política. Podemos practicar una solidaridad inteligente, con visión global y proyección de futuro. Ir más allá de la autocomplacencia del asistencialismo y apoyar a todos aquellos que ya han ido río arriba. Exigir a quienes llevan el timón que se atrevan a plantearlo todo. Enfrentar la pobreza requiere más valentía que enfrentar los peores enemigos. Por suerte, en la lucha contra la pobreza no partimos de cero. Conocemos entidades, gente y países que lo hacen y lo hacen bien. Por cada paquete de arroz que damos al banco de alimentos, hay que dar cinco euros o cinco tardes para arreglar puentes. Por cada noticia de galas benéficas que aparezca en los medios, hace falta que aparezcan cuatro sobre proyectos de aquellos que hacen crecer el derechos, las oportunidades y la dignidad.


                                       


¡Feliz Navidad y Feliz  año 2014, en el que celebramos el X aniversario de la Beatificación de nuestra Madre Matilde!

Que lo vivamos con entrega y alegría. (Equipo General de Pastoral)

 https://www.youtube.com/watch?v=76tGiq_5zfI



Al encender estas cuatro velas, en la última semana del Adviento,
pensamos en ella, la Virgen, tu madre y madre nuestra.
Nadie te esperó con más ansia, con más ternura, con más amor.


Nadie te recibió con más alegría.
Tú sembraste en ella, como el grano de trigo
se siembra en el surco y en sus brazos
encontraste la cuna más hermosa.
También nosotros queremos prepararnos así:
en la fe, en el amor, y en el trabajo de cada día.
¡Ven pronto, Señor, ven a salvarnos!


Señor, hoy hemos encendido nuestra cuarta vela. Ya tenemos nuestra corona totalmente encendida. Ya estamos listos, Señor, para recibirte. Queremos ser una luz para los demás en esta Navidad, luz que reparta cariño a todos cada día, porque Tú, Señor, das a cada uno tu amor.  Amén

¡¡FELIZ NAVIDAD!!


                                                        

martes, 17 de diciembre de 2013

ELLA TAMBIÉN VIVE...1ª PIEZA DEL PUZZLE.

17 de diciembre: Aniversario de la muerte de Madre Matilde.


Hoy celebramos el aniversario de la muerte de Madre Matilde.
Recordando este hecho, veíamos en clase un precioso vídeo titulado: La flor más grande del mundo; un vídeo precioso corto con un texto de José Saramago y música de Emilio Aragón.
Y junto al vídeo que nos habla de solidaridad, de pensar en los otros; otra actividad propuesta por el Equipo de Pastoral: un puzzle de Madre Matilde. Un puzzle que iremos construyendo, poco a poco, en los momentos relevantes de la vida de Madre Matilde.
Hoy, nos unimos  a toda la familia Tellista en la oración, sabiendo que “Vivo porque  vives
(Por cortesía del BLOG.EDUCASTUR)


domingo, 15 de diciembre de 2013

¿POR DÓNDE EMPEZAMOS A BUSCAR?


Si esperas una receta mágica, un protocolo de acción, para resolver esta pregunta es que todavía  no estas “despierto”. En todo lo que nos rodea, en todas las personas que están a nuestro alrededor está Dios.
Aquí os centro otro ejemplo de radiante actualidad. A vosotros os toca… ¡rematar!




LA CASA BLANCA
Oficina del Secretario de Prensa
Johanesburgo (Sudáfrica)
10 de diciembre de 2013
DISCURSO DEL PRESIDENTE OBAMA EN EL FUNERAL POR EL EXPRESIDENTE SUDAFRICANO NELSON MANDELA
Estadio First National Bank
Johanesburgo (Sudáfrica)
PRESIDENTE OBAMA: Gracias. [Aplausos]. Muchísimas gracias. Gracias a Graça Machel y a la familia Mandela; al presidente Zuma y a miembros del gobierno; a los jefes de Estado y de Gobierno, tanto pasados como presentes. Distinguidos invitados: es un honor singular estar aquí hoy con ustedes para celebrar una vida incomparable. Al pueblo sudafricano — [aplausos] —personas de todas las razas y clases sociales: el mundo le da las gracias por compartir con nosotros a Nelson Mandela. Su lucha fue la lucha de ustedes. Su triunfo fue el triunfo de ustedes. La dignidad y esperanza de ustedes encontraron sentido en su vida. Y la libertad de ustedes, la democracia de ustedes es su legado valioso.
Es difícil ensalzar a cualquier hombre —capturar en palabras no sólo los hechos y las fechas de que consta una vida, sino también la verdad esencial de una persona— sus alegrías y tristezas privadas, los momentos de tranquilidad y las cualidades singulares que iluminan el alma de una persona. Aún más difícil hacerlo con un gigante de la historia, que movilizó a una nación hacia la justicia y con ello movilizó a miles de millones en todo el mundo.
Nacido durante la Primera Guerra Mundial, lejos de los pasillos del poder, que de niño se crió arreando ganado bajo la tutela de los ancianos de su tribu thembu, Madiba emergería como el último gran libertador del siglo XX. Al igual que Gandhi, encabezaría un movimiento de resistencia, un movimiento que en sus comienzos tenía pocas posibilidades de triunfar. Al igual que el Dr. King, daría voz potente a los reclamos de los oprimidos y a la necesidad moral de la justicia racial. Sufriría un encarcelamiento brutal que comenzó en la época de Kennedy y Kruschev y que concluyó en los últimos días de la Guerra Fría. Al salir de prisión, y sin la fuerza de las armas, mantendría unido a su país —como lo hizo Abraham Lincoln—cuando le acechaba la amenaza de hacerse añicos. Y al igual que los padres fundadores de Estados Unidos, erigiría un decreto constitucional que protegería la libertad para las futuras generaciones, lo cual fue un compromiso con la democracia y con el estado de derecho que quedó ratificado no sólo por su elección, sino también por su deseo de entregar el poder después de un solo mandato.
Teniendo en cuenta lo mucho que abarcó su vida, el alcance de sus logros, la adoración que con tanta razón se ganó, es tentador recordar a Nelson Mandela como un ícono, sonriente y sereno, distante de los sórdidos quehaceres de hombres inferiores. Pero el propio Madiba resistió enfáticamente semejante retrato sin vida. [aplausos]. En lugar de ello, insistió en compartir con nosotros sus dudas y sus miedos, sus errores de juicio, así como sus victorias. “Yo no soy un santo, a menos que consideren que un santo es un pecador que persiste en el intento”, según dijo.




Fue precisamente porque podía admitir que no era perfecto —porque podía estar rebosante de buen humor, incluso de travesuras, a pesar de la pesada carga que llevaba— que lo queríamos tanto. No era un busto de mármol, sino un hombre de carne y hueso: hijo y marido, padre y amigo. Y por eso aprendimos tanto de él, y por eso todavía podemos seguir aprendiendo de él, puesto que nada de lo que logró era inevitable. En el rastro de su vida, vemos un hombre que se ganó su lugar en la historia con la lucha y la astucia, con la persistencia y la fe. Él nos dice lo que es posible no sólo en las páginas de los libros de historia, sino en nuestras propias vidas.
Mandela nos enseñó el poder de la acción, de arriesgarse en nombre de nuestros ideales. Quizás Madiba tuviese razón al decir que heredó de su padre “una rebeldía orgullosa, una persistente sensación de la justicia. Y sabemos que compartía con millones de sudafricanos negros y de color la ira que nace de “mil desaires, mil indignidades y mil momentos no recordados… el deseo de luchar contra el sistema que aprisionaba a mi pueblo”, según dijo.
Pero al igual que los primeros gigantes del ANC —los Sisulus y los Tambos— Madiba controló su ira y canalizó su deseo de lucha en establecer una organización, y plataformas, y estrategias de acción, para que hombres y mujeres pudiesen luchar por el don divino de su dignidad. Además, aceptó las consecuencias de sus acciones, sabiendo que enfrentarse a poderosos intereses y a la injusticia tiene un precio. “He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He abrigado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal para cuyo logro espero vivir. Pero si es necesario, es un ideal por el cual estoy dispuesto a morir”. [aplausos].
Mandela nos enseñó el poder de la acción, pero también nos enseñó el poder de las ideas; la importancia de la razón y los argumentos; la necesidad de tener que estudiar no sólo a aquellos con los que uno está de acuerdo, sino también a aquellos con los que se disiente. Entendió que las ideas no podían estar contenidas detrás de los muros de prisión, ni podían ser extinguidas por la bala de un francotirador. Convirtió su juicio en una condenación del apartheid gracias a su elocuencia y su pasión, pero también gracias a su formación como defensor de causas. Utilizó las décadas que pasó en la cárcel para perfeccionar sus argumentos, pero también para difundir su sed de conocimiento a los demás que integraban el movimiento. Y aprendió el idioma y las costumbres de sus opresores, para que un día pudiera mostrarles de la mejor manera cómo su misma libertad dependía de la de él. [aplausos].
Mandela demostró que las acciones y las ideas no son suficientes. No importa lo correctas que sean, han de cincelarse en el derecho y en las instituciones. Era un hombre práctico, puso a prueba sus convicciones contra la dura superficie de las circunstancias y la historia. Fue inflexible en lo que respecta a principios fundamentales, motivo por el cual rechazaba las ofertas de liberación incondicional, recordándole al régimen del apartheid que “los presos no pueden celebrar contratos”.
Sin embargo, tal como mostró en las difíciles negociaciones para la transferencia del poder y la redacción de nuevas leyes, no temió al compromiso con el objeto de llegar a una meta más amplia. Debido a que no solamente era un líder de un movimiento sino un hábil político, la constitución que surgió era la adecuada para esta democracia multirracial, que se adhería verdaderamente a su visión de las leyes que protegen los derechos tanto de las minorías como de las mayorías, y las preciosas libertades de todos los sudafricanos.
Para concluir, Mandela entendía los lazos que unen al espíritu humano. Hay una palabra en Sudáfrica: ubuntu [aplausos], una palabra que capta el mayor regalo de Mandela, su reconocimiento de que todos estamos vinculados de formas invisibles a los ojos; que existe una unidad en la humanidad; que logramos para nosotros al compartirnos a nosotros mismos con los demás, y al importarnos aquellos que nos rodean.
Nunca podremos saber cuánto de esto era parte innata suya o cuanto fue adquirido en una oscura y solitaria celda. Pero recordamos los detalles, grandes y pequeños: presentar a sus carceleros como invitados de honor en su toma de posesión, lanzar un balón vestido con el uniforme del Springbok; convertir el dolor de su familia a causa del VIH/SIDA en una vocación a enfrentar esta enfermedad...estas cosas revelaban la profundidad de su empatía y comprensión. No solo encarnaba el ubuntu, sino que enseñó a millones a encontrar esta verdad en sí mismos.
Un hombre como Madiba no solo pudo liberar al preso, sino también al carcelero -- [aplausos] – para demostrar que hay que confiar en los demás para que ellos confíen en uno; enseñar que la reconciliación no es una cuestión de ignorar un pasado cruel, sino una manera de confrontarlo con inclusión, generosidad y verdad. Cambió leyes pero también hizo que cambiaran los corazones.
Para el pueblo de Sudáfrica, para quienes inspiró en todo el mundo, el fallecimiento de Madiba es un momento adecuado para el luto y un momento para celebrar su heroica vida; pero también considero que nos debe instar a todos a reflexionar. Con sinceridad, independientemente de nuestra situación o circunstancia, debemos preguntarnos: ¿He sabido aplicar sus lecciones a mi propia vida? Es una pregunta que me hago a mi mismo, como hombre y como presidente.

Sabemos que, como Sudáfrica, Estados Unidos tuvo que superar siglos de opresión racial. Igual que aquí, hubo que hacer sacrificios, sacrificios que incontables personas, conocidas y desconocidas hicieron para poder ver el amanecer de un nuevo día. Michelle y yo somos beneficiarios de esa lucha [aplausos], pero en Estados Unidos, en Sudáfrica, y en países de todo el mundo, no podemos permitir que nuestros progresos nublen el hecho de que nuestro trabajo no está aún terminado.
Las luchas que siguieron a la victoria de la igualdad formal o los logros universales puede que no contengan el drama y la claridad moral de las que ocurrieron en el pasado, pero no son menos importantes; puesto que en todo el mundo hoy día, todavía vemos niños que sufren hambre y enfermedades. Todavía vemos escuelas decrépitas. Todavía vemos jóvenes sin perspectivas de futuro. En todo el mundo hoy día, hombres y mujeres todavía están presos por sus ideas políticas, y todavía son perseguidos por su apariencia, por rezar a quien recen y por amar a quien amen. Esto está ocurriendo hoy [aplausos].
Y por tanto nosotros también debemos actuar en nombre de la justicia. Nosotros también debemos actuar en nombre de la paz. Hay demasiadas personas que acogen con alegría el legado de reconciliación racial de Madiba, pero resisten apasionadamente incluso modestas reformas que constituirían un reto para la pobreza crónica y la desigualdad creciente. Hay demasiados líderes que claman ser solidarios con la lucha de Madiba por la libertad, pero que no toleran la disensión en sus propios pueblos [aplausos]. Y hay demasiados de nosotros al margen, cómodos en el conformismo o el cinismo cuando nuestras voces se deben oír.
Las cuestiones que enfrentamos hoy: como fomentar la igualdad y la justicia; como sostener la libertad y los derechos humanos; como terminar con los conflictos y las guerras sectarias, son cosas no tienen respuesta fácil; pero no había respuestas fáciles para un niño nacido durante la Primera Guerra Mundial. Nelson Mandela nos recuerda que todo parece imposible hasta que se hace. Sudáfrica muestra que eso es verdad. Sudáfrica muestra que podemos cambiar, que podemos elegir un mundo definido no por nuestras diferencias sino por nuestras esperanzas comunes. Que podemos elegir un mundo no definido por el conflicto, sino por la paz y la justicia, por la oportunidad.
Nunca volveremos a ver a alguien como Nelson Mandela, pero permítanme decirle a los jóvenes de África y a los jóvenes del mundo: ustedes también pueden hacer propia la labor de su vida. Hace más de 30 años, cuando todavía yo era estudiante, aprendí sobre Nelson Mandela y las luchas que ocurrían en esta bella tierra, y ello agitó algo en mi ser. Me despertó mis responsabilidades hacia otros y para conmigo, y me colocó en el punto de partida hacia el viaje improbable que me ha traído hasta aquí hoy. Y aunque siempre quedaré corto ante el ejemplo de Madiba, él hace que yo quiera ser un mejor hombre [aplausos]. El convoca a lo mejor que cada uno llevamos dentro.
Una vez cuando este gran libertador esté en reposo eterno y una vez hayamos retornado a nuestras ciudades y pueblos y vuelto a nuestras rutinas diarias, busquemos su fortaleza. Busquemos su grandeza de espíritu en algún lugar dentro de nosotros mismos. Y cuando la noche sea oscura, cuando la injusticia nos pese en el corazón, cuando nuestros planes mejor preparados parezcan lejos de nuestro alcance, pensemos en Madiba y en las palabras que lo consolaban cuando estaba entre las cuatro paredes de una celda: “No importa cuán estrecho sea el portón, cuán cargada de penas la sentencia, soy el dueño de mi destino: soy el capitán de mi alma”.
Qué alma tan magnífica era. Se lo extrañará profundamente y que Dios bendiga la memoria de Nelson Mandela. Dios bendiga al pueblo de Sudáfrica [aplausos].




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ADVIENTO TERCERA LLAMADA... ¡EL QUE BUSCA... !

 (3ª de ADVIENTO)



LA PALABRA: Mateo 11, 2-11

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a
preguntar por medio de sus discípulos:
—«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»
Jesús les respondió:
—«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo:
los ciegos ven, y los inválidos andan;
los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen;
los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio.
¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
—«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué
fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios.
Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?
Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito:
“Yo envío mi mensajero delante de ti,
para que prepare el camino ante ti.”
Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque
el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»


“Estad alegres en el Señor”. Es una orden. Muy grata, por cierto.
 ¡A cumplirla se ha dicho! Un abrazo fuerte.P. Alberto Bustos.
Domingo de esperanza y legría. Comienza hoy la eucaristía con un texto de aquel apóstol que en otro tiempo persiguió con saña a los creyentes, a los que, como nosotros, proclaman su fe en un Dios que es el Dios del amor, de la esperanza, de la felicidad.  
Y aquel perseguidor que más tarde se convirtió en un apóstol de las gentes; que sufrió el destierro, la cárcel y hasta la muerte por Cristo, a quien antes odiaba, hoy se dirige a nosotros con estas palabras : “Estad alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca”.
Da gusto leer textos como los de hoy. Pedir a Dios, como le hemos pedido nosotros: “Señor, concédenos llegar a la Navidad –fiesta de gozo y salvación- y poder celebrarla con alegría desbordante”.
Acoger a Dios. Pero debemos estar dispuestos a acoger un Dios distinto del que a veces nos imaginamos. Un Dios que no encaja con nuestros esquemas. Cada uno de nosotros tiene la tentación de prestar a Dios los propios sentimientos, gustos; a veces hasta los propios resentimientos, las propias mezquindades.
Estamos siempre dispuestos a sugerir a Dios cómo debe comportarse. Tenemos la pretensión de enseñarle  el… oficio de Dios. Y nos olvidamos de que, en todo caso, es él quien tiene el derecho de enseñarnos el oficio de hombre.          
En la primera de las Lecturas que nos han leído, aquel profeta, Isaías, que también se sintió defraudado porque no veía claro el final de los tiempos, hoy nos cuenta: “El destierro y el yermo se regocijarán. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite. Viene en persona y os salvará”.
En el evangelio nos contaban que también el precursor del Señor, Juan Bautista, hombre como nosotros, envía dos discípulos para que le pregunten al Señor si es él verdaderamente el Mesías. Si es Dios o hay que esperar a otro.
Pienso que nosotros le habríamos aconsejado que esperara a otro. Porque nosotros aguardamos siempre otra ocasión. Para fijarnos en el pobre esperamos otro pobre. Para convertirnos esperamos un momento más oportuno. Para abrir los oídos esperamos oír otro sermón, otro predicador, un tema más fácil. Para pensar en la muerte, esperamos el próximo funeral de un amigo. Es una pena no vivir dos o tres veces. Empezaríamos a vivir de verdad… en la próxima vida.
La respuesta de Jesús a los enviados por Juan no se hizo esperar: “Id a anunciar a Juan lo que habéis visto”.
A los innumerables Juanes que esperan, quizás con cierto desaliento, cansados ya de esperar, es preciso que vaya alguien a contarles no sólo lo que ha oído y leído, sino lo que ha visto. Son los hechos los que tardan en llegar. Son los hechos los que se hacen esperar más de lo debido.
Domingo tercero de Adviento. El camino del desierto este domingo se convierte en el domingo de esperanza y de alegría. Dios mismo viene a salvarnos. Y cuando nos encontramos a veces con esos raros sembradores de esperanza, tenemos la impresión de que también en nuestro desierto personal ha asomado al menos una florecilla.
Vamos a sembrar esperanza. Nosotros precisamente, los que creemos.
 
PARA REFLEXIONAR:

EN EL MONASTERIO DE MELK POR PAULO COELHO (ABC 01/12/2013)

Una vez al año voy al monasterio de Melk, en Austria, para participar en los Encuentros Waldzell, una iniciativa de Andreas Salcher y Gundula Schatz. Allí, durante todo un fin de semana, logramos lo imposible: hacer realidad una combinación de silencioso retiro espiritual con apasionadas discusiones sobre la situación actual del planeta.
Una vez al año me encuentro, por tanto, con el antiguo prior del monasterio, el abad Burkhard. No disponemos de una lengua común para comunicarnos, pero su presencia me transmite no solo paz, sino una especie de comprensión especial del sentido de la vida. En 2006 di una entrevista a la revista News en la que decía que Burkhard era mi silencioso mentor, advirtiendo allí mismo que a él no le gustaría que le llamaran así. Estaba claro que estaba en lo cierto: en un cariñoso artículo, él niega ese título que le di, pero mostrando a un tiempo, una vez más, su sabiduría. Recojo a continuación algunos trechos de las reflexiones que el abad escribió en dicho artículo, que he tenido que reducir y adaptar debido a la limitación de espacio:




En busca del sentido
«En uno de nuestros encuentros en los sótanos de la abadía, [Coelho] preguntó cuáles eran los pasos que debería dar toda persona para acertar con la buena dirección. Sin duda, hay muchos caminos equivocados en este mundo que pueden conducir a la destrucción y al arrepentimiento. Hay otra serie de acciones que podrían compensar todo eso, pero que no son siempre realizables, sin que entendamos muy bien por qué.
Incluso las personas que no tienen fe conocen la situación del mundo. Esta conciencia nos permite (si contamos con la voluntad necesaria) mover rocas o volver a encender todas las luces que se han apagado.
Cuando entré en la orden benedictina, yo tenía unas pocas razones para haber tomado semejante decisión. Poco a poco comencé a recorrer mi camino, a identificarme con él, al tiempo que no conseguía entender bien todo lo que pasaba a mi alrededor. Cada vez que sugería que algo debería cambiar, escuchaba la respuesta: ¿Qué es lo que quieres exactamente? En este monasterio fuimos educados para pensar en procesos de siglos, no en transformaciones instantáneas.
Este comentario no me ayudaba, y yo me sentía distante de todos los ideales que traía dentro de mí.

                                                

Finalmente, una conversación con un viejo monje cambió por completo mi visión del asunto. Cuando le comenté mi problema, me respondió:
¿Qué te molesta que aquí lo midamos todo en siglos? Sin problemas: no pienses más en esa cuestión y haz lo que mejor te parezca, a la velocidad que juzgues adecuada.
En ese preciso momento, me di cuenta de que todas mis grandes transformaciones interiores progresaban con gran lentitud y que la presencia del Señor en mi alma surgía gradualmente. No en el plano consciente, sino en un lugar más profundo, más denso, donde lo que se posa ya no lo barre el viento con tanta facilidad.
Para eso es necesario que la persona pueda equivocarse de camino, probando atajos que no deberían tomarse. Poco a poco, gracias justamente a estos altibajos de nuestras vidas, comenzamos a comprender cuál es el buen camino. Y entonces sentimos una inmensa libertad para seguir adelante.
Es necesario aprender a vivir con la energía que viene de nuestro interior y que mantiene despierto el entusiasmo por lo que hacemos. En lugar de buscar en las grandes cosas las respuestas que necesitamos, basta con prestar atención a los pequeños detalles que normalmente nos pasan inadvertidos. Hay que hacer como los niños: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a pequeños». [Mateo 11:25].
Así es como nos damos cuenta de nuestra transformación. Cuando alguien entiende que puede cambiar las pequeñas cosas, recupera el sentido de su vida y deja de tener prisa, pues está concentrado apenas en el próximo paso.
«Y cuantos más cambios logramos en lo pequeño, mayor es la transformación de lo grande»


Los recuerdos de la infancia son un referente de nuestras vidas. Lo que entonces nos marcó, permanece. Surge así una TRADICIÓN propia. La mezcla de las tradiciones familiares antiguas y de las nuevas es la que nos enmarca como personas. POR ESTA RAZÓN  hemos de adaptar el mensaje para que llegue a las nuevas generaciones. HAY QUE EXPLICAR A NUESTROS JÓVENES QUE ES EL AMOR, ¡Y NO EL DINERO!, EL QUE HACE REALMENTE FELICES A LOS HOMBRES. ¡Sencillo! ESE ES EL PODER DE LAS PEQUEÑAS COSAS.
Pura evangelización. ¡Que la “fuerza/fe” te acompañe!


Nuestro gozo hoy quiere cantar
por ver tres luceros brillar
con María esperamos al Niño
con alegría.


Hoy se enciende una llama
en la corona de Adviento
que arda nuestra esperanza
en el corazón despierto
y al calor de la Madre
caminemos este tiempo.