viernes, 11 de junio de 2021

GRUPO DE ORACIÓN "Con Matilde a la luz del Sagrario." (11JUN2021)

 LA PALABRA:

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Palabra del Señor

La canción de cuna de Dios

Tenemos un Dios «enamorado de nosotros», que nos acaricia tiernamente y nos canta la canción de cuna así como lo hace un papá con su niño. No sólo: Él, primeramente, nos busca, nos espera y nos enseña a ser «pequeños», porque «el amor está más en dar que en recibir» y está «más en las obras que en las palabras». Lo recordó el Papa Francisco durante la misa celebrada el viernes 27 de junio, día de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

La meditación del Papa se inspiró en la oración colecta recitada durante la liturgia, en la que, dijo, «hemos agradecido al Señor porque nos da la gracia, la alegría de celebrar en el corazón de su Hijo las grandes obras de su amor».

Y «amor», de hecho, es la palabra clave escogida por el obispo de Roma para expresar el significado profundo de la solemnidad del Sagrado Corazón. Porque, señaló, «hoy es la fiesta del amor de Dios, de Jesucristo: es el amor de Dios por nosotros y amor de Dios en nosotros». Una fiesta que «celebramos con alegría».

Dos, en especial, son «los rasgos del amor» según el Pontífice. El primero está contenido en la afirmación: «el amor está más en dar que en recibir»; el segundo en la afirmación de que «el amor está más en las obras que en las palabras».

«Cuando decimos que está más en dar que en recibir —explicó el Papa Francisco— es porque el amor siempre se contagia, siempre contagia, y es recibido por el amado». Y «cuando decimos que está más en las obras que en las palabras», añadió, es porque «el amor siempre da vida, hace crecer».

El Pontífice delineó las características fundamentales del amor de Dios a los hombres. Y volvió a proponer así algunos pasajes de las lecturas de la liturgia del día, que, señaló, «dos veces nos habla de los pequeños». En efecto, en la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio (7, 6-11), «Moisés explica por qué el pueblo ha sido elegido y dice: pues sois el pueblo más pequeño». Después, en el Evangelio de san Mateo (11, 25-30), «Jesús alaba al Padre porque ocultó las cosas divinas a los sabios y las reveló a los pequeños».

Por lo tanto, afirmó el Papa, «para entender el amor de Dios es necesaria esta pequeñez de corazón». Por lo demás, Jesús lo dice claramente: si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos. He aquí, entonces, el camino justo: «Hacerse niños, hacerse pequeños», porque solamente en esa pequeñez, en ese abajarse se puede recibir» el amor de Dios.

No es casual, observó el obispo de Roma, que sea «el mismo Señor» quien, «cuando explica su relación de amor, busca hablar como si hablase con un niño». Y, de hecho, Dios «lo recuerda al pueblo: “acuérdate, yo te he enseñado a caminar como un papá hace con su niño”». Se trata precisamente de «esa relación de papá a hijo». Pero, advirtió el Pontífice, «si tú no eres pequeño», esa relación no logra establecerse.

Es una relación tal que lleva «al Señor, enamorado de nosotros», a usar «incluso palabras que parecen una canción de cuna». El Señor, en efecto, dice en la Escritura: «No temas, gusanillo de Israel, no temas». Y nos acaricia, pues, diciéndonos: «Estoy contigo, yo te tomo de la mano».

Esta, «es la ternura del Señor en su amor, esto es lo que Él nos comunica. Y da la fuerza a nuestra ternura». En cambio, alertó el Papa, «si nosotros nos sentimos fuertes, jamás tendremos la experiencia de las caricias tan bellas del Señor».

Las «palabras del Señor», afirmó el Pontífice, «nos hacen entender ese misterioso amor que Él tiene por nosotros». Es Jesús mismo quien nos indica cómo hacer: cuando habla de sí, dice ser «manso y humilde de corazón». Por ello, «también Él, el Hijo de Dios, se abaja para recibir el amor del Padre».

Otra verdad que la fiesta del Sagrado Corazón nos recuerda, dijo también el Papa, se puede sacar del pasaje de la segunda lectura, tomado de la primera carta de san Juan (4, 7-16): «Dios nos ha amado primero, Él está siempre antes de nosotros, Él nos espera». Por lo tanto, confirmó el Pontífice, «cuando nosotros llegamos, Él está, cuando lo buscamos Él nos buscó primero: Él siempre delante de nosotros, nos espera para recibirnos en su corazón, en su amor».

Recapitulando su meditación, el Papa Francisco reafirmó que los dos rasgos indicados «pueden ayudarnos a entender este misterio del amor de Dios con nosotros: para expresarse necesita nuestra pequeñez, nuestro abajamiento. Y necesita también nuestro asombro cuando lo buscamos y lo encontramos allí esperándonos». Y es «muy bello —constató— entender y sentir así el amor de Dios en Jesús, en el corazón de Jesús».

El Pontífice concluyó invitando a los presentes a rezar al Señor para que dé a cada cristiano la gracia de «entender, de sentir, de entrar en este mundo tan misterioso, de maravillarnos y tener paz con este amor que se entrega, nos da la alegría y nos lleva por el camino de la vida como un niño» que lleva «de la mano».

PAPA FRANCISCO

https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2014/documents/papa-francesco_20140627_cancion-cuna-dios.html


Lectura del libro del Deuteronomio (7,6-11):

En aquellos días, Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así sabrás que el Señor, tu Dios, es Dios: el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos, por mil generaciones. Pero paga en su persona a quien lo aborrece, acabando con él. No se hace esperar, paga a quien lo aborrece, en su persona. Pon por obra estos preceptos y los mandatos y decretos que te mando hoy.»

Palabra de Dios

Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.10

R/.
 La misericordia del Señor dura siempre,
para los que cumplen sus mandatos


Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios
R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16):

Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación para nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Palabra de Dios


DOY GRACIAS A DIOS POR ESTAS 1000 ENTRADAS EN ESTE BLOG DE PASTORAL.

Como nos recuerda MADRE MATILDE continuamente, en nuestro día a día de educador tellista:

 ¡¡Sea toda nuestra vida un acto de amor!! 

Y Ánimo y Adelante.

Alberto  (Un seglar en el Equipo General de Pastoral de las HMMI)

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