CRECER CREYENDO:
Lc 7,11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad
llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.» La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Palabra de Dios.
Salmo
Salmo responsorial: 29
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto;
por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío,
te daré gracias por siempre.
Señor, socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío,
te daré gracias por siempre.
COMENTARIO:
EL
SUFRIMIENTO HA DE SER TOMADO EN SERIO
Jesús
llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho muy triste.
Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un gran gentío. De la
aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una madre viuda,
acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo.
En
pocas palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es una
viuda, sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada por los
varones. Le quedaba solo un hijo, pero también éste acaba de morir. La mujer no
dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?
El
encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la Buena
Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, “el Señor la
miró, se conmovió y le dijo: No llores”. Es difícil describir mejor al
Profeta de la compasión de Dios.
No
conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y soledad, y se
conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer le llega hasta
dentro. Su reacción es inmediata: “No llores”. Jesús no puede ver a nadie
llorando. Necesita intervenir.
No lo
piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al
muerto: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Cuando el joven se
reincorpora y comienza a hablar, Jesús “lo entrega a su madre” para
que deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.
Todo parece sencillo. El relato
no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a
sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión
y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios
la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.
En la
Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida
propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción
sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige
justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos como vuestro
Padre es compasivo”.
Esta
compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de poder, todo se
tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se funciona como si
no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las comunidades de Jesús se tiene
que escuchar un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los
inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado socialmente como
algo normal pues es inaceptable para Dios. Él no quiere ver a nadie
llorando." José Antonio
Pagola. Grupos de Jesús
Parroquia San Vicente Mártir de
Obando - Bilbao.
REFLEXIÓN:
Ahora que es tiempo de recopilar y evaluar el trabajo de todo un
curso, flotamos sobre un estrés y un cansancio que fluye como un rio a punto de
llegar a una bellísima cascada. Somos velocidad y remolino, difícilmente
controladas. No nos pidas profundidad. Y esa es la paradoja. Cuando más se
necesita que seamos remanso, poza de agua cristalina o meandro en el rio,
resulta que nos encaminamos a un salto.
Y así nos pasa, que no somos capaces de ponernos en la piel del
otro. Y chocamos levantando espuma, generando corrientes que nos lanzan hacia
delante sin control. No nos paramos a pensar, por el afán de hacer, que otros
también tienen ese mismo afán y que cada uno debe aprovechar su tiempo para
conseguirlo. Puede que no lo veas ni a mitad de la caída y decidas romper
contra las piedras a sabiendas que lo único que conseguirás es ser vapor de
agua. No te quedes en el aire. Eso ya está hecho. NO TIENE REMEDIO, PERO SI
SOLUCIÓN.
Llevamos todo el curso hablando de la MISERICORDIA. Úsala.
Reconoce tus errores, no los errores del otro, los tuyos.
Se humilde y PIDE PERDÓN. Si lo haces de corazón, buscando la
mirada y el abrazo de: la pareja, el
amigo, el hermano, el compañero, los padres, los alumnos, etc. te habrás dado
otra oportunidad de ser río. Habrás resucitado por oír la Palabra de Jesús:
“LEVÁNTATE”.
Señor, que este fin de curso nos haga ver lo milagroso en lo
cotidiano. Que prevalezcan nuestros valores frente a las prisas. Que sepamos
ser justos con los que nos rodean, estén por encima o por debajo del concepto
que tenemos de nosotros mismos, o simplemente sean mediopensionistas.
¡¡¡QUE LA FUERZA DEL AMOR NO DISMINUYA NUNCA EN NUESTRO
CORAZÓN!!!
NO TENGÁIS MIEDO.
¡ÁNIMO Y ADELANTE!
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