lunes, 21 de abril de 2014

LUNES DE PASCUA... REINICIAR EL CAMINO, PERO CON ALEGRÍA, PEREGRINO!!!!!

LA PALABRA: Jn 20,1-9
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. 
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Domingo de Pascua. Todo ha cambiado, todo es nuevo. Que se note en las
Lecturas de la Misa y... en nuestra cara. ¡Aleluya! ¡Feliz Pascua de
Resurrección! Saludos muy cordiales. P.  Alberto Bustos.
          
        El gozo de creer. Si hemos resucitado con Cristo (y es precisamente lo que estamos celebrando esta mañana), que no sólo sea porque lo confesamos de palabra, porque rezamos el Credo, sino porque en  nuestra vida se ha realizado un cambio abismal.
            A veces esperamos a que llegue la Pascua para estrenar. Sin embargo “cumplir con Pascua” no significa cambiar de traje, sino cambiar de vida. Si ser cristiano significa creer en la resurrección de Cristo, podemos añadir también que creer en la Resurrección de Cristo  significa aceptar que todo cambie.


            Significa ser hombres y mujeres resucitados; muertos a nuestras tristezas, a las angustias, al miedo, a los lamentos. Pensándolo bien, no es la muerte lo que a veces nos da miedo. Tenemos miedo a nacer, a cambiar.
            -¿Has ido a los Oficios de Semana Santa?
            - Sí, como el año pasado.       
            San Agustín cuenta cómo en la noche de Pascua los paganos no podían conciliar el sueño, presas de una extraña inquietud y quizás también de un poco de envidia. A la mañana siguiente, por la calle, se cruzaban con los neófitos cristianos que presentaban un rostro radiante, transfigurado por la luz del Resucitado. “En esta aparición –asegura San Agustín- muchos reconocieron a Cristo”.
            De todos modos, lo cierto es que, para saber si uno ha “cumplido con Pascua” no debería ser necesario preguntárselo. ¡Se lo deberíamos notar en la cara!
            El Apóstol San Pablo por su parte nos da un consejo maravilloso para este tiempo de Pascua: “Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba donde está Cristo (ya resucitado) sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”.
            Celebrar la Pascua no significa oír su narración por enésima vez, sino vivirla con el protagonista. Festeja la Pascua quien toma parte.
            Hemos escuchado el día el día de Jueves Santo decir a Jesús, el Maestro: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esa filosofía, esa doctrina le llevó a morir crucificado a manos de sus verdugos. Sin embargo él fue quien resucitó. Sus verdugos, no.
            Muchos de nosotros hemos contemplado a Jesús el día de Viernes Santo en los distintos Pasos de las procesiones azotado, coronado de espinas, muriendo en la cruz, sin vida ya  en los brazos de su Santísima Madre. Aquello parecía el final de todo.
            Y sólo era el principio. La victoria del bien sobre el mal. A partir del Sábado de Gloria lo cantamos tan felices al comienzo de la misa: “Victoria, tú reinarás. Oh Cruz, tú nos salvarás”
            Hagamos un propósito a partir de ahora. Puesto que es verdad lo que nosotros creemos y confesamos valientemente cuando rezamos el Credo: que nuestro Señor Jesucristo nació de Santa María Virgen, fue crucificado, muerto y sepultado, resucitó al tercer día, subió a los cielos, está sentado a la derecha del Padre y su reino no tendrá fin… Puesto que todo esto es cierto, gozosamente cierto, vivámoslo a partir de ahora con una profunda alegría. Y que se note. Y que contagie. Somos hombres y mujeres de Fe profunda. Basta mirarnos a la cara. ¡Y a mucha honra!
        


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