Comenzamos con dos sorpresas:
http://www.vatican.va/auguri-francesco/pont_2014/sp/index.html#1
Frases PAPA FRANCISCO.
https://www.youtube.com/watch?v=Cj25UpcBDt0 CANCIÓN:CHANGE(FAUL&WAD ADvs
.PNAU)
LA PALABRA:
En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: «Señor, tu amigo está enfermo.»
Jesús, al oírlo, dijo: «Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.»
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: «Vamos otra vez a Judea.»
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»
Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: «¿Dónde lo habéis enterrado?»
Le contestaron: «Señor, ven a verlo.»
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: «¡Cómo lo quería!»
Pero algunos dijeron: «Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?»
Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús: «Quitad la losa.»
Marta, la hermana del muerto, le dice: «Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.»
Jesús le dice: «¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?»
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.»
Y dicho esto, gritó con voz potente: «Lázaro, ven afuera.»
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.
Jesús les dijo: «Desatadlo y dejadlo andar.»
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Palabra del Señor
PARA REFLEXIONAR:
Partamos de lo que dice el Catecismo:
http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p123a11_sp.html
El credo comentado: artículo 11. “Creo en la
resurrección de la carne”. Santo Tomás de Aquino.
En sus artículos finales del credo, se intensifica en el
dogma, Santo Tomás de Aquino nos conduce a uno de los problemas de siempre, lo
cual trata de que se esfume del ambiente de la fe; “Creo en la resurrección de
la carne o de los muertos”, al mismo San Pablo cuando llegó a este punto de
explicar la resurrección le dijeron: en otra ocasión te escucharemos.
No sólo santifica el Espíritu Santo la Iglesia en cuanto a
las almas, sino que por su virtud resucitarán nuestros cuerpos. Rom 4, 24:
“Creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos, Jesucristo Señor Nuestro”.
Y Cor 15, 21: “Porque habiendo venido por un hombre la muerte, también por un
hombre viene la resurrección de los muertos”. Por lo cual creemos, conforme a
nuestra fe, en la futura resurrección de los muertos.
Y ahora, sabedores de que la hermana muerte vendrá algún día
a visitarnos, nos queda la fuerza de la fe para recibirla, si no con alegría,
si en paz con los hermanos y con Dios.
Porque es esa fe en la RESURRECCIÓN la que nos distingue como
CRISTIANOS.
Pero aquí hay más factores en juego, porque una cosa es, la
teoría, que nos la sabemos de memoria, y otra, bien distinta, la práctica.
Tendremos que hablar de nuestra formación, humana y cristina, aparecerá nuestra
madurez personal y, sobre todo, la marca que haya dejado en nosotros la muerte
de seres cercanos.
Luego, la construcción de esta relación VIDA- MUERTE es
absolutamente personal y, como tal, solo puedo hablar desde mi experiencia. Así,
yo he pasado por las siguientes fases hasta llegar a donde ahora me encuentro.
* La verbalización
y el misterio, durante la infancia. Mis abuelos no los conocí, así que
son los primeros habitantes del CIELO de los que tuve constancia. Con 8 años
fallece mi abuela, a la que veo el viernes y el domingo… ¡está muerta! No me
dejan verla, ni participar en el entierro, para que no me impresione. ¡Ya
tenemos montado el misterio, con su porqué sin respuesta!
El diálogo con los fallecidos es algo fantástico, así como la
visita al cementerio. En mi pueblo, había catatumbas en la iglesia y los
lugareños nos forzaban a demostrar el valor (que yo nunca tuve) transitando por
ellas e imaginando mil aventuras.
* La
confusión, la negación, la rebelión y la rabia, durante la juventud: Aquel
joven tímido de los ochenta descubrió la casualidad/causalidad en un accidente
de unos compañeros de fiestas, que pasaron a mejor vida por culpa de un
bordillo y la imprudencia de los que se creen indestructibles.
Que el padre de mi mejor amiga falleciera, tras esperar un
trasplante infructuosamente, no me ayudó mucho. Mis preguntas sobre Dios, no le
“absolvían”. “Era un Dios caprichoso e injusto que actuaba fuera de toda
lógica.” La respuesta sencilla (“NO
EXISTES o NO ME SIRVES.”) no llegó a cuajar en mí, pero tuve una buena
temporada de enfado y distancia.
El diálogo con Dios, es un monólogo, por mi parte, por
supuesto.
No comprendo, pero busco, no me rindo…ese es el principio de
todo camino. (Curiosamente, con los mujeres tengo el mismo problema y mucho
peores resultados… ja, ja ,ja. Pero ese es otro camino.)
* El dolor, el perdón y la
comprensión, cuando ya uno va siendo solo joven de espíritu: La muerte de mi abuela, tras una penosa
demencia, es el primer punto de inflexión en mi descreimiento. La implicación
de todos, en mayor o menor medida, hace que te plantees, viendo a tu madre
pelear hasta el agotamiento, la fuerza que realmente tiene el amor. La fe de mi
madre, la misma que siempre nos trasmitió desde pequeños, es la clave para
comprender la entrega y el sacrificio.
Cuando es mi padre el mortalmente enfermo, repito el modelo
aprendido de mi madre y todas las piezas del puzle van encajando.
Mi padre lucha y su derrota es nuestra salvación. Nos une,
nos implica, nos habla a cada uno a su manera e imparte su última lección. El
amor al prójimo consigue cosas que no consigue ninguna medicación.
El dolor por la pérdida siempre está ahí, pero no amarga,
porque es parte del camino, un cachito de nuestra cruz.
Ahora, yo hablo mucho con mi padre, lo tengo a mi lado en
cada situación que a mí se me da como padre, bien porque me reconozco en él y
sus actuaciones, bien porque rememoro lo fácil que lo juzgué.
Esta COMPRENSIÓN del misterio de la muerte es la que me da la
paz. La fe en la resurrección hace el resto.
No sé en qué parte de tu camino te encuentras, pero te
aseguro que no estarás solo cuando llegues a la meta.
Mientras tanto…
¡QUE TODA NUESTRA VIDA
SEA UN ACTO DE AMOR! ¡AMÉN!
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