¡Bienaventurados los ciegos, porque ellos verán la luz!
Quería empezar este nuevo camino precisamente hoy porque, al igual que el apostol de los gentiles, uno ha de caerse del caballo (¡la beata Matilde casi de un borriquito!) y perder los sentidos para escuchar la voz de Dios y ponerse en camino.
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