CRECER CREYENDO:
Jn (14,15-21):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Palabra del Señor
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque. no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Palabra del Señor
Salmo
Sal 65,1-3a.4-5.6-7a.16.20
R/. Aclamad al Señor, tierra entera
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». R/.
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.
Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
Con su poder gobierna eternamente. R/.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
R/. Aclamad al Señor, tierra entera
Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». R/.
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.
Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
Con su poder gobierna eternamente. R/.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
COMENTARIO:
EL ESPÍRITU DE LA
VERDAD
Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ve tristes
y abatidos. Pronto no lo tendrán con él. ¿Quién podrá llenar su vacío? Hasta
ahora ha sido él quien ha cuidado de ellos, los ha defendido de los escribas y
fariseos, ha sostenido su fe débil y vacilante, les ha ido descubriendo la
verdad de Dios y los ha iniciado en su proyecto humanizador.
Jesús les habla apasionadamente del Espíritu. No los quiere
dejar huérfanos. Él mismo pedirá al Padre que no los abandone, que les
dé “otro defensor” para que “esté siempre con ellos”. Jesús
lo llama “el Espíritu de la verdad”. ¿Qué se esconde en estas
palabras de Jesús?
Este “Espíritu
de la verdad” no hay que confundirlo con una doctrina. Esta verdad no hay
que buscarla en los libros de los teólogos ni en los documentos de la
jerarquía. Es algo mucho más profundo. Jesús dice que “vive con nosotros y
está en nosotros”. Es aliento, fuerza, luz, amor... que nos llega del
misterio último de Dios. Lo hemos de acoger con corazón sencillo y confiado.
Este “Espíritu de la verdad” no nos convierte en
“propietarios” de la verdad. No viene para que impongamos a otros nuestra fe ni
para que controlemos su ortodoxia. Viene para no dejarnos huérfanos de
Jesús, y nos invita a abrirnos a su verdad, escuchando, acogiendo y viviendo su
Evangelio.
Este “Espíritu de la verdad” no nos hace
tampoco “guardianes” de la verdad, sino testigos. Nuestro quehacer no es
disputar, combatir ni derrotar adversarios, sino vivir la verdad del
Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandatos”.
Este “Espíritu de la verdad” está en el interior
de cada uno de nosotros defendiéndonos de todo lo que nos puede apartar de
Jesús. Nos invita abrirnos con sencillez al misterio de un Dios, Amigo de la
vida. Quien busca a este Dios con honradez y verdad no está lejos de
él. Jesús dijo en cierta ocasión: “Todo el que es de la verdad,
escucha mi voz”. Es cierto.
Este “Espíritu
de la verdad” nos invita a vivir en la verdad de Jesús en medio de
una sociedad donde con frecuencia a la mentira se le llama estrategia; a la
explotación, negocio; a la irresponsabilidad, tolerancia; a la injusticia, orden
establecido; a la arbitrariedad, libertad; a la falta de respeto, sinceridad...
¿Qué sentido puede tener la Iglesia de Jesús si dejamos que
se pierda en nuestras comunidades el “Espíritu de la verdad”? ¿Quién
podrá salvarla del autoengaño, las desviaciones y la mediocridad
generalizada? ¿Quién anunciará la Buena Noticia de Jesús en una sociedad
tan necesitada de aliento y esperanza?” José Antonio
Pagola Parroquia de San
Vicente Martir de Abando. Bilbao
REFLEXIÓN:
Hemos de dejarnos abrazar por el Espíritu.
Tenemos que notar la alegría de su presencia en nosotros.
Pese a todos nuestros peros, pese a nuestras circunstancias y pese
a nuestras escusas.
Si nos cerramos al amor de Dios lo que nos rodea empezará a
perder su color, mutará a los tonos grises y nos hará vulnerables al pesimismo,
la negatividad, la tristeza, el vacío y a la depresión (todas ellas expresiones
de la enfermedad de nuestra sociedad).
Sé que lo repito mucho, pero es parte de la verdad.
Somos nosotros los que hacemos que las cosas muten, es nuestra
actitud la que marca lo que nos sucede.
Ya nadie se acuerda del santo Job. Un hombre que pese a todas
las desgracias sigue confiando en Dios, en su amor.
Por eso, es momento de darle una oportunidad a nuestras vidas.
Abramos nuestro corazón a la fuerza del Espíritu.
Dejemos que los pequeños gestos nos calen para poder
realizarlos, de corazón, nosotros también.
Hagamos de la oración, no una rutina, sino un regalo que nos
hacemos.
Hemos de dejarnos abrazar por el Espíritu.
Tenemos que notar la alegría de su presencia en nosotros.
Así sea.
¡Ánimo y adelante!
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