CRECEMOS CREYENDO
San
Mateo (21,28-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Palabra del Señor
COMENTARIO
“Hijo, ve a trabajar hoy en la viña”. Esta es la llamada que nos
hace Jesús a todos. Quiere que trabajemos en su viña. Este es el privilegio del
cristiano, el poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio,
colaborar con Él es ya un premio inestimable. Quien trabaja y vive sólo para sí
nunca se dará cuenta del gran tesoro que es dedicarse a trabajar por el Señor. Si reflexionamos nos daremos cuenta de que
hemos recibido muchos talentos, cualidades, dones que podemos poner al servicio
de la Iglesia y de los demás. A veces nos creemos cristianos porque decimos
unas cuantas oraciones o acudimos a la Iglesia. Esperamos recibir, pero estamos
poco dispuestos a dar. La autenticidad de nuestra fe se mostrará en la
capacidad de darnos a los demás en el servicio, en poner nuestros bienes a
disposición de los otros, en desprendernos de algo propio para compartirlo con
los demás. Encontremos nuestra felicidad
en cansarnos y desgastarnos por el Reino de los cielos.
Esta reflexión primera sacada de la web de los
Legionarios de Cristo Rey, muestra nuestra contradicción permanente como
cristianos. Al igual que los fariseos, creemos que servir a Dios es un
privilegio, y al igual que a ellos, la realidad nos sobrepasa, pues otros, los
que no se consideran, los que no cuentan, los que despreciamos, están llegando
a Dios sin necesidad de nosotros.
Yo no sé si puedo servir de ejemplo, porque la
parábola parece que interroga en lo más profundo de cada uno, pero ya sabéis que siempre digo que todo privilegio
es una carga, porque aumenta la necesidad de entrega y de servicio en uno, y no
siempre ese sobresfuerzo llega a los demás trasformado en frutos.
Ahora, que soy padre, llego a comprender el
sufrimiento de mis progenitores cuando yo decía sí, pero no lo hacía. Cuando
ante un requerimiento, soltaba el “ahora voy” o el “enseguida”, y me dilataba
hasta el enfado paterno o su rendición, pues mi hija, bendita genética, es un
calco de mí.
Quizá la mejor lección se aprende cuando uno es
colocado ante su imagen en el espejo. Así no hay excusa para culpar a otro.
Por esta razón es tan importante, en esta época
nuestra en la que faltan referentes o los que lo son destacan por sus
contravalores, mantener una mínima coherencia entre palabras y hechos.
Dice el Papa Francisco, y no le falta razón,
que es tiempo de santos, pues como en anteriores épocas convulsas de la
historia, estos aparecerán para ser guía y ejemplo de camino y de caminar.
Nosotros, los Tellistas, tenemos una suerte y
una esperanza, con el mismo nombre: Matilde.
La suerte es que contamos con sus palabras y
con sus obras (¡Y las de las HMMI!) para seguir poniendo en práctica esa
llamada a la viña. Ya no son las niñas necesitadas. Ahora es toda la sociedad
la que nos necesita.
La esperanza es la llegada de un milagro. Ese
que haga que los VALORES que nos legó Matilde se hagan visibles en nuestra
Comunidades Educativas y en la sociedad Por eso no debemos dejar de buscar la
sonrisa de nuestra futura santa en nuestros corazones y en la mirada de los que
nos rodean.
¡¡Fácil, como siempre!!
¡¡¡Ánimo y adelante!!!
¡¡¡Amén!!!
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