domingo, 8 de junio de 2014

¡ES OBRA DEL ESPÍRITU!

LA PALABRA:  Jn 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Que se note que somos Iglesia por nuestra valentía de vivir y anunciar 
aquello que creemos. Un abrazo muy cordial. P. Alberto Bustos 

 Espíritu Santo, ven. Hoy podíamos comenzar nuestro comentario sobre el evangelio de San Juan, recordando aquel pasaje en el que se nos cuenta cómo Jesús, nuestro Maestro, fue conducido ante los tribunales con esta acusación: “Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo…”
            La valentía es una de las características del cristiano auténtico, no del que finge que lo es.
            El milagro de Pentecostés puede evidenciarse en sus efectos, con la imagen de las puertas que se abren de par en par. Un grupo de individuos tímidos, miedosos, sale fuera, al descubierto y crean problemas. Los discípulos de Jesús, el día primero de la semana, estaban encerrados en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Todas las precauciones eran pocas. En esto entra Jesús, se pone en medio de ellos y les dice: ¡Paz a vosotros!”
             Si leemos las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles nos daremos cuenta de que están llenas de gente que va a la cárcel, que comparece ante los tribunales, que colecciona amenazas y castigos “ejemplares”. Y, a pesar de todo, continúa impertérrita, perturbando la tranquilidad pública.
            Fue lo mismo que un día dijeron de Jesús: “Hemos encontrado a éste alborotando la tranquilidad pública”. Pentecostés es un hecho que se realizó a la vista de todos, no un documento. Aquellos hombres que reciben el Espíritu Santo no tienen en si mismo las explicación de lo que dicen y hacen.
            La gente intuye inmediatamente que aquellos hombres dicen y hacen cosas que no viene de ellos: “Estaban todos estupefactos y perplejos, y comentaban: “¿qué significa esto?” Como si comentase: “No es posible. No son ellos”.  Hay incluso quien los acusa de haber bebido.
            No cabe duda de que algunos hubieran preferido que aquellos hombres paralizados por el miedo se quedasen para siempre quietos en casa y con las puertas cerradas. Pero el maestro los empuja hacia el mundo: ”Como el Padre me ha enviado así también os envío yo”.
            La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no está en el sitio que algunos querrían asignarle, que no respeta el guión impuesto, que no se resigna al rincón en que algunos querrían relegarla.
            Sabe permanecer largo tiempo en el cenáculo, pero no duda en salir fuera a las plazas y a los caminos para anunciar el evangelio que se la ha confiado. Atenta a las “cosas de Dios”, pero atenta también a las “cosas de los hombres”. La Iglesia, si es de veras la iglesia de Cristo y del Espíritu, no puede por menos ser una Iglesia incómoda. El testimonio de tantos mártires lo confirma.
            ¿Dónde encontrar al Espíritu Santo?  Si logras decir una oración es porque el Espíritu Santo la ha puesto en tu corazón. Si te interesas por algún pobre sin que nadie te vea, es el Espíritu Santo quien te ha empujado a ello. Si tienes fuerza para perdonar, es el Espíritu quien se hace sentir. Si lees una página resabida del Evangelio como si la descubrieras en ese momento, has sido guiado por el Espíritu Santo.
         Ven, Espíritu Santo, y renueva nuestros corazones.
                                                      

          
OREMOS JUNTOS:
Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34

R/.
 Envía tu Espíritu, Señor, 
y repuebla la faz de la tierra


Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.
Secuencia

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

PARA REFLEXIONAR:
No sé por dónde empezar. Pasan tantas cosas en un solo día que me cuesta centrarme.
La llamada del Espíritu, no es la lista del seleccionador nacional para el mundial,
ni las razones de la abdicación de nuestro Rey, pero la fe nos dice que en esto también tiene su influencia el Espíritu.
Quizá tengan que tomarse los temas de actualidad con cierta perspectiva, pero como vamos a la carrera, o nos pasamos de vueltas, o de frenada, con una facilidad pasmosa. Quizá la sonrisa de la lógica infantil nos de esa distancia, ese tiempo para poder pensar.
Porque el humor de los adultos puede estar cargado de buenas intenciones y a la vez tener muy mala leche.
Por eso, es el Espíritu Santo el que nos acompaña y recicla la tendencia a fallar en nuestras apreciaciones sobre los demás, a caer en las garras de nuestros instintos e ideologías, a encerrarnos en nosotros mismos.
Es el Espíritu en nosotros el que consigue superar la torre de babel en que habitamos y nos unifica en un único lenguaje, universal: ¡EL LENGUAJE DEL AMOR!
Es obra del Espíritu que yo encuentre un hilo argumental para hacéroslo llegar, pese a que estamos, de energía y de ideas, en la reserva. Es obra del Espíritu que nos cale la oración y nos sirva para el camino. Es obra del Espíritu que podamos ser un grupo de oración sin juntarnos a rezar., y que se acreciente nuestra fe, esperanza y caridad, al modo de MATILDE, un año más. ¡AMÉN!

 ¡ÁNIMO Y ADELANTE! ¡NO TENGÁIS MIEDO! ¡FELIZ PENTECOSTÉS!

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