La corona, el calendario, el tiempo... todo sopla con viento a favor para que nos enteremos de lo que va a pasar.
Por eso, quiero poner mi granito de arena, aun con las palabras de otro.
Dios me llama, me elige y me justifica
Por eso, quiero poner mi granito de arena, aun con las palabras de otro.
Dios me llama, me elige y me justifica
28 NOVIEMBRE,
2017 https://orarconelcorazonabierto.wordpress.com/tag/esperanza/
El
sentimiento de desánimo es consustancial a todo ser humano, es consecuencia de
los pensamientos negativos que nos embargan sobre nuestra realidad. Es habitual
sentirse atrapado por el desánimo cuando las esperanzas se ven frustradas, los
proyectos caen como castillos de naipes o las expectativas se ven truncadas. La
desilusión es la primera reacción que altera el ánimo. Cuando esta se eterniza
y perdura en el tiempo puede llegar a devenir en profundo desánimo y parece que
no haya cabida para la satisfacción o la alegría.
Cada uno es rehén de su propia vida. La manera de revertir esta situación depende de cada uno. Cuando te dejas hundir por la tristeza tu alma cae en la desolación y difícilmente puedes afrontar con valentía cualquier situación que se te presente.
La mente se resiente cuando el desánimo hace mella en el corazón. Y cuando más profundo es el desánimo mayor es también la ira que llena el arca del corazón. Así, es fácil verter la responsabilidad sobre Dios o sobre ser terceras personas sino a uno mismo.
No hay circunstancia más dolorosa que manejar de manera inconveniente una frustración porque mal llevada puede llegar a convertirse en motivo de desesperanza. ¿Cuantas veces mi frustración me aleja de los demás pues a nadie le apetece estar acompañado de un permanente quejica, de un amargado e, incluso, de un fracasado?
Dios no desea para nadie actitudes auto destructivas. Solo desea que uno confié plenamente en su misericordia, incluso cuando se vea asolado por los sentimientos más tristes y por las expectativas no cumplidas. Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. Lo recuerda muy bien san Pablo en su carta a los Romanos.
Todo lo que sucede en mi vida es un regalo de Dios para cada día; mientras peregrino por este mundo busca que me asemeje cada día a Cristo. Este es el gran propósito por el cuál Dios me —nos— ha elegido, me —nos— llama y me —nos— justifica, por mero amor y por mera gracia. Lo impresionante es pensar que en la perspectiva de Dios Él ve el futuro de cada uno glorificado en la eternidad del cielo. Si Dios nos ha entregado a Cristo, ¡cómo puedo dudar de que no nos entregará con Él cualquier cosa para hacernos sus semejantes!
Por tanto todo lo que suceda a mi alrededor debo entenderlo como un regalo de la bondad de Dios. Es parte integrante del plan que tiene ideado para mi crecimiento personal, espiritual, familiar y social.
Cada uno es rehén de su propia vida. La manera de revertir esta situación depende de cada uno. Cuando te dejas hundir por la tristeza tu alma cae en la desolación y difícilmente puedes afrontar con valentía cualquier situación que se te presente.
La mente se resiente cuando el desánimo hace mella en el corazón. Y cuando más profundo es el desánimo mayor es también la ira que llena el arca del corazón. Así, es fácil verter la responsabilidad sobre Dios o sobre ser terceras personas sino a uno mismo.
No hay circunstancia más dolorosa que manejar de manera inconveniente una frustración porque mal llevada puede llegar a convertirse en motivo de desesperanza. ¿Cuantas veces mi frustración me aleja de los demás pues a nadie le apetece estar acompañado de un permanente quejica, de un amargado e, incluso, de un fracasado?
Dios no desea para nadie actitudes auto destructivas. Solo desea que uno confié plenamente en su misericordia, incluso cuando se vea asolado por los sentimientos más tristes y por las expectativas no cumplidas. Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. Lo recuerda muy bien san Pablo en su carta a los Romanos.
Todo lo que sucede en mi vida es un regalo de Dios para cada día; mientras peregrino por este mundo busca que me asemeje cada día a Cristo. Este es el gran propósito por el cuál Dios me —nos— ha elegido, me —nos— llama y me —nos— justifica, por mero amor y por mera gracia. Lo impresionante es pensar que en la perspectiva de Dios Él ve el futuro de cada uno glorificado en la eternidad del cielo. Si Dios nos ha entregado a Cristo, ¡cómo puedo dudar de que no nos entregará con Él cualquier cosa para hacernos sus semejantes!
Por tanto todo lo que suceda a mi alrededor debo entenderlo como un regalo de la bondad de Dios. Es parte integrante del plan que tiene ideado para mi crecimiento personal, espiritual, familiar y social.
¡Señor, ayudarme a comprender que todo lo que sucede a mi alrededor son regalos que Tú me haces, que todo forma parte del plan que tienes pensado para mí! ¡Señor, que cada una de esta experiencias las lea desde el corazón, desde la fe y desde la confianza! ¡Hazme, Espíritu Santo, comprender que Dios conoce la historia de mi vida y que no va a permitir si pongo por entero mi voluntad que me desvíe del camino! ¡Ayúdame, Espíritu de Dios, a vivir cada una de las experiencias cotidianas con la confianza de saber que siempre está la mano misericordiosa y amorosa de Dios! ¡Concédeme la gracia de leer la vida con espíritu crítico para darle la dimensión que merece, para entender y comprender mi propia realidad, para no quedarme en lo superficial, para dar lo mejor de mi en cada situación! ¡Dame la capacidad, Espíritu divino, del compromiso alcanzar lo que Dios quiere de mí! ¡No permitas que el desánimo me embargue antes los problemas y dificultades! ¡Ayúdame a asimilar las incertezas y ser consciente de que Dios me ama profundamente y conduce mi vida a pesar del sufrimiento y el dolor! ¡Hazme ver que cada situación que vivo es una bendición de Dios, un instrumento útil de su enorme misericordia para mi propio bien!