domingo, 9 de noviembre de 2014

9 de noviembre: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».

CRECER CREYENDO



Jn (2, 13-22)

"Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
.
Palabra del Señor



COMENTARIO

"¿CÓMO ES NUESTRA RELIGIÓN?”
      
El episodio de la intervención de Jesús en el templo de Jerusalén ha sido recogido por los cuatro evangelios. Es Juan quien describe su reacción de manera más gráfica: con un látigo Jesús expulsa del recinto sagrado a los animales que se están vendiendo para ser sacrificados, vuelca las mesas de los cambistas y echa por tierra sus monedas. De sus labios sale un grito: “No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.

Este gesto fue el que desencadenó su detención y rápida ejecución. Atacar el templo era atacar el corazón del pueblo judío: el centro de su vida religiosa, social y económica. El templo era intocable. Allí habitaba el Dios de Israel. Jesús, sin embargo, se siente un extraño en aquel lugar: aquel templo no es la casa de su Padre sino un mercado.


A veces, se ha visto en esta intervención de Jesús su esfuerzo por “purificar” una religión demasiado primitiva, para sustituirla por un culto más digno y unos ritos menos sangrientos. Sin embargo, su gesto profético tiene un contenido más radical: Dios no puede ser el encubridor de una religión en la que cada uno busca su propio interés. Jesús no puede ver allí esa “familia de Dios” que ha comenzado a formar con sus primeros discípulos y discípulas.

En aquel templo, nadie se acuerda de los campesinos pobres y desnutridos que ha dejado en las aldeas de Galilea. El Padre de los pobres no puede reinar desde este templo. Con su gesto profético, Jesús está denunciando de raíz un sistema religioso, político y económico que se olvida de los últimos, los preferidos de Dios.

La actuación de Jesús nos ha de poner en guardia a sus seguidores para preguntarnos qué religión estamos cultivando en nuestros templos. Si no está inspirada por Jesús, se puede convertir en una manera “santa” de cerrarnos al proyecto de Dios que él quería impulsar en el mundo. La religión de los que siguen a Jesús ha de estar siempre al servicio del reino de Dios y su justicia.

Por otra parte, hemos de revisar si nuestras comunidades son un espacio donde todos nos podemos sentir en “la casa del Padre”. Una comunidad acogedora donde a nadie se le cierran las puertas y donde a nadie se excluye ni discrimina. Una casa donde aprendemos a escuchar el sufrimiento de los más desvalidos y no solo nuestro propio interés. 

No olvidemos que el cristianismo es una religión profética nacida del Espíritu de Jesús para abrir caminos al reino de Dios construyendo un mundo más humano y fraterno, encaminado así hacia su salvación definitiva en Dios”.


REFLEXIÓN

                                                                    
(Humor Gráfico: EL PAIS.es)

Estamos viviendo con los mercaderes del templo. Nuestro día a día transcurre siempre entre sus cosas. “¡Así no hay manera de llegar a DIOS!” Nos lamentamos inútilmente. Las noticias nos bombardean con datos, promesas y fracasos asentados en el mercado, no en el templo, en la moneda, no en el prójimo. Cunde el desánimo, la tristeza anida y el frio penetra en nuestro corazón.
Por eso la oración de hoy quiere ser látigo, pero para nuestras conciencias. Hay que parar. Tomar aire. Buscar silencio. No todo es caminar. Porque a veces se tiene la sensación de que no se pisa el suelo. Que la masa nos arrastra en volandas y nada está en nuestras manos.
Equivocarse es humano. Rectificar es de sabios.
Por eso traigo aquí hoy la definición más hermosa de la sabiduría.

Lectura del libro de la Sabiduría (6,12-16):

La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven fácilmente los que la aman, y la encuentran los que la buscan; ella misma se da a conocer a los que la desean. Quien madruga por ella no se cansa: la encuentra sentada a la puerta. Meditar en ella es prudencia consumada, el que vela por ella pronto se ve libre de preocupaciones; ella misma va de un lado a otro buscando a los que la merecen; los aborda benigna por los caminos y les sale al
paso en cada pensamiento.

Palabra de Dios
NOTA:inmarcesible (Del lat. immarcescibĭlis).1. adj. Que no se puede marchitar.


Sobreponerse al ritmo de vida que llevamos, porque nos lo imponen nuestras circunstancias personales será el primer paso para compartir esta sabiduría. A partir de aquí, se nos abrirán las oportunidades para que Dios se haga presente en nuestras vidas a través del prójimo.
¡Ahí es nada la tarea! Pero veréis que resulta fácil, como siempre, con la ayuda de Dios. ¡Amén!
Pongámonos manos a la obra.
¡Ánimo y adelante! No tengáis miedo.














1 comentario: