domingo, 11 de mayo de 2014

¡¡¡¡ SALID A LOS VERDES PASTOS !!!!

LAPALABRA: Jn 10,1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» 

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. 
Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.




Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

 Domingo del Buen Pastor. Nosotros somos sus ovejas, por las que no
 dudó en entregar su vida. ¿Cómo se lo agradecemos? ¡Cuánto nos quiere
 Dios! Un abrazo, P. Alberto Bustos.

El buen pastor. Siempre que nos disponemos a escuchar la palabra de Dios debemos estar preparados para lo sorpresa. Aquí no vale decir: “Eso ya lo había leído yo antes”. Porque la palabra de Dios es creadora. Dejemos atrás conocimientos adquiridos. Busquemos sorpresas. Porque las hay.
En la primera Lectura de este domingo (4º de Pascua) nos leían que “el día de Pentecostés se presentó Pedro con los Once, levantó la voz y dijo: “Todo Israel esté seguro de que el mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías”. Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: ¿Qué tenemos que hacer?  Pedro les contestó: “Convertíos”.
Nosotros felizmente ya hemos sido bautizados, hemos recibido el Espíritu Santo, hemos sido perdonados muchas veces. Paro a lo mejor aún no hemos dado el primer paso: convertirnos, cambiar. Es muy fácil comentar: “Estoy leyendo un libro maravilloso”, “qué sermón tan interesante”… Si uno no ha arriesgado el corazón, si no ha advertido la necesidad de convertirse, de poco han servido el libro  y el sermón.
En la segunda Lectura el propio apóstol San Pedro nos advierte: “Si haciendo el bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios. Cuando al Señor le insultaban no devolvía el insulto”.
No suele ser ése nuestro proceder. “Frases como “estamos profundamente indignados…”, “ya hemos llegado al límite y por eso ya no podemos tolerar más…” resultan difíciles de imaginar en labios de Cristo sobre la cruz. Y tampoco valen, como excusas de nuestros enfados, abogar por la “causa de Dios”, “el honor de la Iglesia”.
Hay que convencerse de que, a imitación de Jesús, la causa de Dios se salva sobre todo con el silencio cargado de amor y la mansedumbre. Por lo menos eso fue lo que nos enseñó el Maestro. Levantar al voz, enseñar los dientes y las uñas significa colocarse fuera del misterio pascual.
Es cierto que el pastor tiene autoridad sobre las ovejas. Pero más que reivindicar la autoridad (que a veces se confunde con el poder), hay que reivindicar (¡y manifestar!) el amor y la delicadeza y al entrega que vienen de ese mismo Pastor. Uno no se hace amar porque tenga autoridad. Tiene autoridad sólo en la medida en que es capaz de “amar como él amó”.
Finalmente, decididos a imitar al Buen Pastor, pongamos no sólo “afán” en nuestro trabajo (en casa, en el propio oficio, en la Catequesis, en el convento). No tener nunca tiempo no significa necesariamente gastarse por los demás.
Recordaba en cierta ocasión un sacerdote, misionero en Tanzania: “He realizado en mi Misión una serie considerable de obras a costa de enormes sacrificios. Puedo asegurar que no he ahorrado esfuerzo alguno. Sin embargo el otro día, en la inauguración de mi última construcción que fui levantando ladrillo a ladrillo, una mujer me echó en cara una gran verdad: “Usted ha hecho en estos años muchas cosas por nosotros. Debemos reconocerlo. Pero mire: no necesitamos sus cosas. Le necesitamos a usted. Y no está nunca”.
Que no se nos olvide lo que hemos aprendido este domingo sobre el Buen Pastor que entregó la vida por sus ovejas. Él vino a darse. Y se nos va a dar dentro de un instante bajo la especie de un trocito de pan.
Señor, enséñanos a amar como tú nos amaste



OREMOS JUNTOS:
Sal 22,1-3a.3b-4.5

R/.
 El Señor es mi pastor, nada me falta


El Señor es mi pastor, nada me falta: 
en verdes praderas me hace recostar, 
me conduce hacia fuentes tranquilas 
y repara mis fuerzas. R/. 

Me guía por el sendero justo, 
por el honor de su nombre. 
Aunque camine por cañadas oscuras, 
nada temo, porque tú vas conmigo: 
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/. 

Preparas una mesa ante mí, 
enfrente de mis enemigos; 
me unges la cabeza con perfume, 
y mi copa rebosa. R/. 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan 
todos los días de mi vida, 
y habitaré en la casa del Señor 
por años sin término. R/.






No hay comentarios:

Publicar un comentario