domingo, 11 de mayo de 2014

ALEGRÍA...

ALEGRÍA
hoja verde 
caída en la ventana, 
minúscula
claridad 
recién nacida, 
elefante sonoro, 
deslumbrante 
moneda, 
a veces 
ráfaga quebradiza, 
pero 
más bien 
pan permanente, 
esperanza cumplida, 
deber desarrollado. 
Te desdeñé, alegría.
Fui mal aconsejado. 
La luna 
me llevó por sus caminos. 
Los antiguos poetas 
me prestaron anteojos 
y junto a cada cosa 
un nimbo oscuro
puse, 
sobre la flor una corona negra,
sobre la boca amada 
un triste beso. 
Aún es temprano. 
Déjame arrepentirme. 
Pensé que solamente 
si quemaba 
mi corazón 
la zarza del tormento, 
si mojaba la lluvia 
mi vestido 
en la comarca cárdena del luto, 
si cerraba 
los ojos a la rosa 
y tocaba la herida, 
si compartía todos los dolores, 
yo ayudaba a los hombres. 
No fui justo.
Equivoqué mis pasos
y hoy te llamo, alegría.
Como la tierra 
eres
necesaria.
Como el fuego 
sustentas
los hogares.
Como el pan
eres pura.
Como el agua de un río 
eres sonora.
Como una abeja
repartes miel volando.
Alegría,
fui un joven taciturno, 
hallé tu cabellera 
escandalosa.
No era verdad, lo supe 
cuando en mi pecho 
desató su cascada.
Hoy, alegría, 
encontrada en la calle, 
lejos de todo libro, 
acompáñame:
contigo
quiero ir de casa en casa, 
quiero ir de pueblo en pueblo, 
de bandera en bandera. 
No eres para mí solo.
A las islas iremos, 
a los mares. 
A las minas iremos, 
a los bosques. 
No sólo leñadores solitarios,
pobres lavanderas
o erizados, augustos 
picapedreros, 
me van a recibir con tus racimos, 
sino los congregados, 
los reunidos, 
los sindicatos de mar o madera, 
los valientes muchachos 
en su lucha.
Contigo por el mundo!
Con mi canto!
Con el vuelo entreabierto
de la estrella,
y con el regocijo 
de la espuma!
Voy a cumplir con todos 
porque debo
a todos mi alegría.
No se sorprenda nadie porque quiero 
entregar a los hombres
los dones de la tierra,
porque aprendí luchando 
que es mi deber terrestre 
propagar la alegría.
Y cumplo mi destino con mi canto

PABLO NERUDA


“YO SOY LA PUERTA” dice el Señor, el Buen Pastor, y nosotros los que no escuchamos o los que no queremos escuchar. Somos como este precioso órgano de la iglesia de Támara de Campos. Tenemos todo para “sonar Bien”, pero somos poco accesibles. Vivimos encima de nuestra columna, donde nadie nos estorba, nos molesta. Seguros de nuestra originalidad, de nuestra importancia, mientras el tiempo nos desafina irremediablemente en esa soledad sonora.
“QUIEN ENTRE POR MI SE SALVARÁ…” dice el Señor, el Buen Pastor, y nosotros que ya estamos dentro, o hemos pisado el umbral de la puerta, nos ensimismamos en nuestra decisión y nos olvidamos del “…Y PODRÁ ENTRAR Y SALIR Y ENCONTRARÁ PASTOS.”
Nuestra fe no es la meta, es un camino. No sirve de nada si no se comparte, se hace camino en los demás, junto a los demás. Y esos son los pastos, el prójimo. Y por eso hay que ser oveja mansa pero inquieta, para “TENER VIDA Y QUE LA TENGAS ABUNDANTE”, porque para eso vino el Señor.
De ahí LA ALEGRÍA; la del poeta, la del enfermo, la de la embarazada, la del solucionador de problemas, la de la madre, la de la maestra, la del  triunfo deportivo, la de la superiora, la de la jubilada a su pesar, la de la que está pero no está porque no le da la vida, la de la que tiene novio, la de la directora, la de la currante…
Todos sienten la alegría en los otros, gracias a los otros, junto a los otros.
Por eso no somos YO, somos NOS-OTROS.
¡NO TENGAS MIEDO, ADELANTE!
¡SAL A ENCONTRAR LOS PASTOS! ¡AMEN!

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