sábado, 13 de abril de 2024

GRUPO DE ORACIÓN " CON MATILDE A LA LUZ DEL SAGRARIO." (14ABRIL2024)

 LA PALABRA:



Lectura del santo evangelio según san Lucas (24,35-48):

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.
Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.»
Dicho esto, les mostró las manos y los pies.
Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo que comer?»
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

Palabra del Señor



CON LAS VÍCTIMAS

Según los relatos evangélicos, el Resucitado se presenta a sus discípulos con las llagas del Crucificado. No es este un detalle banal, de interés secundario, sino una observación de importante contenido teológico. Las primeras tradiciones cristianas insisten sin excepción en un dato que, por lo general, no solemos valorar hoy en su justa medida: Dios no ha resucitado a cualquiera; ha resucitado a un crucificado.

Dicho de manera más concreta, ha resucitado a alguien que ha anunciado a un Padre que ama a los pobres y perdona a los pecadores; alguien que se ha solidarizado con todas las víctimas; alguien que, al encontrarse él mismo con la persecución y el rechazo, ha mantenido hasta el final su confianza total en Dios.


La resurrección de Jesús es, pues, la resurrección de una víctima. Al resucitar a Jesús, Dios no solo libera a un muerto de la destrucción de la muerte. Además «hace justicia» a una víctima de los hombres. Y esto arroja nueva luz sobre el «ser de Dios».

En la resurrección no solo se nos manifiesta la omnipotencia de Dios sobre el poder de la muerte. Se nos revela también el triunfo de su justicia sobre las injusticias que cometen los seres humanos. Por fin y de manera plena triunfa la justicia sobre la injusticia, la víctima sobre el verdugo.

Esta es la gran noticia. Dios se nos revela en Jesucristo como el «Dios de las víctimas». La resurrección de Cristo es la «reacción» de Dios a lo que los seres humanos han hecho con su Hijo. Así lo subraya la primera predicación de los discípulos: «Vosotros lo matasteis elevándolo a una cruz... pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos». Donde nosotros ponemos muerte y destrucción, Dios pone vida y liberación.

En la cruz, Dios todavía guarda silencio y calla. Ese silencio no es manifestación de su impotencia para salvar al Crucificado. Es expresión de su identificación con el que sufre. Dios está ahí compartiendo hasta el final el destino de las víctimas. Los que sufren han de saber que no están hundidos en la soledad. Dios mismo está en su sufrimiento.

En la resurrección, por el contrario, Dios habla y actúa para desplegar su fuerza creadora en favor del Crucificado. La última palabra la tiene Dios. Y es una palabra de amor resucitador hacia las víctimas. Los que sufren han de saber que su sufrimiento terminará en resurrección.

La historia sigue. Son muchas las víctimas que siguen sufriendo hoy, maltratadas por la vida o crucificadas injustamente. El cristiano sabe que Dios está en ese sufrimiento. Conoce también su última palabra. Por eso su compromiso es claro: defender a las víctimas, luchar contra todo poder que mata y deshumaniza; esperar la victoria final de la justicia de Dios.

José Antonio Pagola

Publicado en www.gruposdejesus.com



Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (3,13-15.17-19):

En aquellos días, Pedro dijo a la gente: «El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados.»

Palabra de Dios



Sal 4,2.7.9

R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor

Escúchame cuando te invoco,
Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. R/.

Hay muchos que dicen:
«¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro
ha huido de nosotros?» R/.

En paz me acuesto
y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor,
me haces vivir tranquilo
. R/.


Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (2,1-5):

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

Palabra de Dios


¡ÁNIMO Y ADELANTE...SIEMPRE ADELANTE!

Hablar de Pascua es hablar del paso de la muerte a la vida. 
Pero no son realidades para después. 
Como seguidores de Jesús Resucitado, nos mueve la pasión por la Vida. 

Empezando por nosotros mismos y siguiendo por los más próximos, conjuguemos verbos de vida plena: sonreír, comprender, animar, compartir, ayudar, defender, respetar, integrar y sanar entre otros muchos. 

Celebremos la Pascua de la Vida.
https://www.feadulta.com



Me vais a permitir que hoy me centre en la sonrisa. Esa que nuestros niños nos regalan a diario y que nos llena, nos hace mejores sin darnos ni cuenta, Esa que a nosotros nos cuesta sacar a pasear, a veces, porque nos parece que nos hace vulnerables, cuando tendría que ser nuestra tarjeta de presentación allí donde nos presentemos.
La sonrisa es una invitación, un puente, un paso seguro para los que nos rodean. 
El que sonríe, ama, busca y aprecia lo que encuentra.

Los que esta Pascua están practicando EL ABRAZO, saben que este es el mejor generador de sonrisas, porque la alegría también se contagia.

¡¡SEA TODA NUESTRA VIDA UN ACTO DE AMOR!!

Ánimo y ¡ADELANTE , SIEMPRE ADELANTE!




«La sonrisa es una caricia, un regalo de gran valor. Debemos aprender otra vez a sonreír, a dejarnos invadir por una alegría nueva».

Franciscus


                            

La alegría es un tema central de las enseñanzas del papa Francisco, aún más necesario en estos tiempos que corren. En unas páginas que son un mensaje para todos los hombres y mujeres del mundo, el pontífice afirma que Dios es dicha y la misericordia es la manifestación más profunda de la felicidad de Dios y el núcleo del mensaje cristiano. Las palabras del papa Francisco son una invitación a abrazar la verdadera belleza; a abrirse, encontrarse y compartir; a cambiar actitudes personales y sociales que fomentan la exclusión; a desenmascarar el descontento que se produce cuando nos encerramos en nosotros mismos; y a afrontar la vida con valentía y confianza, sin dejarse vencer por la tristeza y el pesimismo. Los ocho capítulos de este libro abarcan el tema de la felicidad de manera humana y profunda, conscientes de que la verdadera alegría no es un sentimiento efímero ni ilusorio ni un antídoto para quienes ignoran el sufrimiento: proviene de una esperanza concreta, que nada ni nadie nos podrá arrebatar. Es una alegría que tiene la última palabra, siempre. Y el deseo de compartir una sonrisa es el primer pequeño gran paso para vivirla, para renovarnos, para renacer.






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