domingo, 21 de junio de 2015

21 de Junio:Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

CRECER CREYENDO:


Mc (4,35-40):

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. 
Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!» 
El viento cesó y vino una gran calma. 
Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» 
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

Palabra del Señor
COMENTARIO:
1. El evangelio de Marcos narra el episodio de la travesía del lago de Galilea  después que Jesús ha hablado a las gentes en parábolas acerca del Reino de Dios. Es como si Jesús quisiera poner a prueba la fe de sus discípulos, a ellos que les explicaba el sentido profundo de sus parábolas. El lago, el bello lago de Galilea, en torno al cual se anuncia el evangelio, se convierte aquí en el misterioso y tremendo símbolo de una tormenta, que como en el caso del profeta Jonás 1, de donde se toman algunos rasgos del episodio, viene a aquilatar cosas importantes. Otras barcas le seguían, pero parece como si solamente quisiera centrarse todo en la barca donde estaban Jesús y los discípulos que había elegido. El mar de Galilea, a veces, es como una caldera hirviendo, por el viento. En la barca se muestran dos actitudes: la de Jesús que duerme tranquilo y la de los discípulos que están aterrados.

2. ¿Por qué esto? Porque Jesús sabe que su causa por el Reino de Dios debe levantar tormentas, como ésta del viento, que va a hacer temblar a los discípulos; Jesús está tranquilo porque confía en su causa, la causa de Dios. Es, pues, esta una escena pedagógica que pone de manifiesto una actitud y otra. Los discípulos son como Job, y no se explican muchas cosas que ocurren en la vida, llenándose de miedo. Jesús, que conoce la voluntad y el proyecto de Dios, se entrega a él con una gran serenidad  porque sabe que ha de vencer, como de hecho sucede con su "conminación" a la tormenta. Los Santos Padres siempre interpretaron esta escena de la barca como una imagen de la Iglesia que debía pasar por estos trances, pero que siempre encontraría a su Señor a su lado para otorgarle la serenidad de la fe.
 Fray Miguel de Burgos Núñez  Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura



REFLEXIÓN:

“¡Ay, quién maneja mi barca!
 ¡Ay, quién maneja mi barca, que a la deriva me lleva!”
Cantaba Remedios Amaya en Eurovisión y me sirve de enlace con la Palabra.
El que maneja la barca, de normal, debe ser cada uno, (aunque los casados dirán que la parienta, los solteros que sus padres y las religiosas que la Madre Superiora). La verdad es que en la barca nunca vas sólo, llevas tus circunstancias y los que las acompañan, pero el timón y el rumbo que con él marcas es cosa tuya.


Soy yo el que maneja la barca, en las calmas y en las tempestades, cuando me siento seguro o cuando nada sale. Por eso sin FE, sin ESPERANZA, sin CARIDAD, estoy perdido, vacío, hueco. A eso se refiere Jesús en la Palabra. Si yo estoy seguro del camino, no tengo que tener miedo.


No valen las escusas, los “y tú más”, las comparaciones. Si estamos firmes en la Fe, ya puede soplar el viento y caer el agua a mares que nuestra barca no zozobra.
La prueba más fuerte de esto que digo la tenemos cuando la enfermedad se nos presenta como compañera de camino. Da igual que sea de dos días, que se vuelva mediopensionista en nuestra vida, que sea incapacitante, que aparezca y desaparezca cual Guadiana o que, mal que nos pese, muestre ese atajo que, irremediablemente, nos llevará a la meta.
Puede que nos sintamos Pablo derribado del caballo o que nos sintamos Jonás en el vientre de la ballena. Da igual. Solo sé que el Señor está ahí con nosotros, en cada caricia, en cada palabra de los que nos acompañan. En cada abrazo, en cada gesto de nuestra familia y amigos.
Por suerte, sí he dicho suerte, esta lección la he tenido que aprender en primera persona, pues no es lo mismo aprenderla de palabra por terceros. Cuando Jesús nos dice que si queremos salvarnos tenemos que dejarlo todo y seguirle, nos indica que nuestro camino es un camino de cruz. Se nos olvida, pero es la propia vida la que se encarga de recordárnoslo.


Por eso, ahora que los alumnos han dejado las aulas hasta septiembre, y el vacío de los que han completado su etapa en  el colegio hace brotar las lágrimas y los recuerdos, tenemos que ser conscientes de cuál es nuestro lugar en el camino.

Vamos a DAR GRACIAS, por lo avanzado o retrocedido,
y PEDIR FUERZAS para completar otro tramo, con alegría y templanza. 
PONERNOS EN MANOS DEL SEÑOR, 
bajo la protección de María Madre de la Iglesia,
y repetir con Matilde, a la luz del Sagrario: 

¡Adelante, siempre, adelante!

No sé cómo estará nuestro particular mar de Galilea de revuelto, pero...

NO TENGÁIS MIEDO.









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