sábado, 21 de junio de 2014

TIEMPOS DE COMUNIÓN...


 LA PALABRA:  Jn (6, 51-58)
51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.
52 Discutían entre sí los judíos y decían:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"
53Jesús les dijo: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 
54El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. 
55Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 
56El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. 
57Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
58Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron: el que coma este pan vivirá para siempre."
PARA REFLEXINAR:
Se cierra el curso, como lo recibimos, con Jesús Eucaristía. Es tiempo de enumerar, cuantificar, evaluar lo hecho y conseguido, pero también de pensar el futuro. Es tiempo de hacer realidad el ¡Ánimo y adelante! que nos acompaña, como lo hacen la sonrisa de Matilde y los brazos abiertos de María, Madre de la Iglesia.
Voy a dejar aquí varios ejemplos de COMUNIÓN, de presencia de DIOS muy actuales o reconocibles por todos nosotros. Los acontecimientos inesperados son los que nos hacen crecer más rápido como persona… nuestra capacidad de adaptación es un don de Dios. ¡No tengáis miedo! Él está con nosotros. ¡AMÉN!
El Rey apuesta en su discurso ante las Cortes por “la unidad y no la uniformidad de España”, porque “caben distintas formas de sentirse español". Diputados y senadores vitorean al jefe de Estado durante su discurso, en el que hace un emocionado homenaje a su madre, doña Sofía.

Gracias por ser los mejores durante los últimos seis años, gracias por habernos dado esas alegrías en Austria, Sudáfrica y Ucrania, gracias por habernos hecho vibrar con vuestros goles, con vuestras paradas...
Me parece muy triste que ahora vengan algunos iluminados y se dediquen a criticar a ésta gran generación de futbolistas, me parece muy triste que ahora de esta forma tan gratuita tachen a estos futbolistas de vagos, de falta de ganas, de no tener motivación....
A ver si resulta q ahora tendrían q estar ganando todos los Mundiales y todas las Eurocopas q se jugasen.
En fin, ahora más q nunca con la Selección Española.”
“Gracias a mis niños por hacer posible la felicidad que siento hoy después de un largo año de trabajo juntos...y por supuesto a dos de mis compañeras de batalla que me sacan una sonrisa todos los días!”











Gracias Señor por mi familia…porque siendo tan distintos todos, siempre nos juntamos para lo bueno, pero también para cuando hay que sobrellevar lo malo.
Gracias Señor por los amigos, los compañeros, los prójimos porque hacen inútil el silencio, porque leen rostros y miradas, porque están callados con el corazón a gritos. Son, sin saberlo, la luz que atraviesa las nubes de tormenta.
























Gracias Señor por acrecentar en nosotros la fe y la esperanza que hace que cada día sea una nueva oportunidad de llevar, con alegría, la Buena Noticia a los que nos rodean.

domingo, 15 de junio de 2014

LA IMPORTANCIA DE LA ORACIÓN... ¡FARO DE LA FE!



¿Qué es la jormada pro orantibus?

La Iglesia dedica un día del calendario para fomentar el conocimiento y la oración por todos aquellos religiosos y religiosas dedicados a la vida consagrada contemplativa. Ésta es una vocación poco conocida y entendida en el mundo de hoy, tan aferrado a sus comodidades, su libertad de movimientos y su utilitarismo. 


¿Qué tenemos que hacer los católicos en el día Pro orantibus?

Orar a favor de los religiosos y religiosas de vida contemplativa, como expresión de reconocimiento, estima y gratitud por lo que representan ellos y ellas, y el rico patrimonio espiritual de sus institutos en la Iglesia.

La Vida consagrada, una gracia de Dios.

Las diversas formas de Vida Consagrada son para todo el Pueblo de Dios una gracia con la que el Señor nos bendice a cada generación cristiana. Efectivamente, son visibles y palpables los espacios en los que el ardor misionero de una evangelización eclesial explícita, el trabajo educativo con niños y jóvenes,
la solicitud caritativa hacia los pobres, los enfermos o los ancianos, llenan hermosas páginas de testimonio evangélico. Pero hay una presencia especial que por su peculiar índole, la Iglesia quiere subrayar de un modo particular: los monjes
y monjas contemplativos. Para todas las formas de Vida Consagrada tenemos ya una jornada mundial común el día 2 de febrero, pero para los contemplativos la Iglesia señala una fecha propia, celebrada –y no por casualidad– el domingo de la Santísima Trinidad: es la Jornada Pro Orantibus, la Jornada por aquellos que oran. Se trata de una cita discreta y silenciosa con cuantos discreta y  silenciosamente oran por toda la Iglesia y la Humanidad.



"Salió… al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos".
Cuando llegó la hora señalada por Dios para salvar a la humanidad de la esclavitud del pecado, Jesús se retiró aquí, a Getsemaní, a los pies del monte de los Olivos. Nos encontramos en este lugar santo, santificado por la oración de Jesús, por su angustia, por su sudor de sangre; santificado sobre todo por su "sí" a la voluntad de amor del Padre. Sentimos casi temor de acercarnos a los sentimientos que Jesús experimentó en aquella hora; entramos de puntillas en aquel espacio interior donde se decidió el drama del mundo.
En aquella hora, Jesús sintió la necesidad de rezar y de tener junto a sí a sus discípulos, a sus amigos, que lo habían seguido y habían compartido más de cerca su misión. Pero aquí, en Getsemaní, el seguimiento se hace difícil e incierto; se hace sentir la duda, el cansancio y el terror. En el frenético desarrollo de la pasión de Jesús, los discípulos tomarán diversas actitudes en relación a su Maestro: de acercamiento, de alejamiento, de incertidumbre.
Nos hará bien a todos nosotros, obispos, sacerdotes, personas consagradas, seminaristas, preguntarnos en este lugar: ¿quién soy yo ante mi Señor que sufre?
¿Soy de los que, invitados por Jesús a velar con él, se duermen y, en lugar de rezar, tratan de evadirse cerrando los ojos a la realidad?
¿Me identifico con aquellos que huyeron por miedo, abandonando al Maestro en la hora más trágica de su vida terrena?
¿Descubro en mí el doblez, la falsedad de aquel que lo vendió por treinta monedas, que, habiendo sido llamado amigo, traicionó a Jesús?
¿Me identifico con los que fueron débiles y lo negaron, como Pedro? Poco antes, había prometido a Jesús que lo seguiría hasta la muerte; después, acorralado y presa del pánico, jura que no lo conoce.
¿Me parezco a aquellos que ya estaban organizando su vida sin Él, como los dos discípulos de Emaús, necios y torpes de corazón para creer en las palabras de los profetas?
O bien, gracias a Dios, ¿me encuentro entre aquellos que fueron fieles hasta el final, como la Virgen María y el apóstol Juan? Cuando sobre el Gólgota todo se hace oscuridad y toda esperanza parece apagarse, sólo el amor es más fuerte que la muerte. El amor de la Madre y del discípulo amado los lleva a permanecer a los pies de la cruz, para compartir hasta el final el dolor de Jesús.
¿Me identifico con aquellos que han imitado a su Maestro y Señor hasta el martirio, dando testimonio de hasta qué punto Él lo era todo para ellos, la fuerza incomparable de su misión y el horizonte último de su vida?
La amistad de Jesús con nosotros, su fidelidad y su misericordia son el don inestimable que nos anima a continuar con confianza en el seguimiento a pesar de nuestras caídas, nuestros errores y nuestras traiciones.
Pero esta bondad del Señor no nos exime de la vigilancia frente al tentador, al pecado, al mal y a la traición que pueden atravesar también la vida sacerdotal y religiosa. Advertimos la desproporción entre la grandeza de la llamada de Jesús y nuestra pequeñez, entre la sublimidad de la misión y nuestra fragilidad humana. Pero el Señor, en su gran bondad y en su infinita misericordia, nos toma siempre de la mano, para que no perezcamos en el mar de la aflicción.
Él está siempre a nuestro lado, no nos deja nunca solos. Por tanto, no nos dejemos vencer por el miedo y la desesperanza, sino que con entusiasmo y confianza vayamos adelante en nuestro camino y en nuestra misión.
Ustedes, queridos hermanos y hermanas, están llamados a seguir al Señor con alegría en esta Tierra bendita. Es un don y una responsabilidad. Su presencia aquí es muy importante; toda la Iglesia se lo agradece y los apoya con la oración.
Desde este lugar santo deseo dirigir a todos un afectuoso saludo y deseo asegurarles que los recuerdo con afecto y los recuerdo con afecto. Los exhorto a ser testigos de la Pasión del Señor.
Imitemos a la Virgen María y a San Juan, y permanezcamos junto a las muchas cruces en las que Jesús está todavía crucificado. Éste es el camino en el que el Redentor nos llama a seguirlo. No hay otro, es este.
"El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí estará mi servidor".
PAPA FRANCISCO

TANTO AMÓ DIOS AL MUNDO...


LA PALABRA: Jn 3,16-18


Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
"Este versículo, que encierra la revelación más importante de toda la Biblia, debiera ser lo primero que se diese a conocer a los niños y catecúmenos. Más y mejor que cualquier noción abstracta, él contiene en esencia y síntesis tanto el misterio de la Trinidad cuanto el misterio de la Redención" (Mons. Keppler). Dios nos amó primero (I Juan 4, 19), y sin que le hubiésemos dado prueba de nuestro amor. "¡Oh, cuán verdadero es el amor de esta Majestad divina que al amarnos no busca sus propios intereses!" (S. Bernardo). Hasta dar su Hijo único en quien tiene todo su amor que es el Espíritu Santo (Mat. 17, 5), para que vivamos por Él (I Juan 4, 9).
ORAMOS JUNTOS:
Dn 3,52-56

R/.
 A ti gloria y alabanza por los siglos

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, 
bendito tu nombre santo y glorioso. R/. 


Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R/. 

Bendito eres sobre el trono de tu reino. R/.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines
sondeas los abismos. R/.

Bendito eres en la bóveda del cielo. R/.
FOTOS DE LA ORACIÓN POR LA PAZ EN ORIENTE MEDIO CELEBRADA EN EL VATICANO.
PARA REFLEXIONAR:
 
Si no fuera por el Espíritu, yo ya me hubiera rendido, ya me hubiera vuelto loco… Todo se está poniendo cuesta arriba en mi vida, pero yo no me rindo: lucho, rezo, comparto, busco… ¡Disfruto de las nuevas vistas que me da la altura!
No sé qué me deparará el Señor, pero estoy seguro de que todo lo que venga es obra suya para mí y que, por lo tanto, siempre estará a mi lado, ayudándome a  enfrentarlo, a comprenderlo y a superarlo.
No me digáis de donde me viene esa idea, siendo un pecador de primera división clasificado para la Champion como soy, pero lo siento como una certeza y por eso lo comparto.
¡Gracias por estar en el camino! ¡Ánimo y adelante! ¡No tengáis miedo!
 


domingo, 8 de junio de 2014

Jornada del Apostolado Seglar, en el 25 aniversario de la Exhortación Christifideles laici

Traigo hasta aquí un artículo de la revista ALFA Y OMEGA de esta semana.
¡ES OBRA DEL ESPÍRITU!

Luz de la Iglesia en el mundo
Los domingos sale de casa con una misión, la de llevar el Cuerpo de Cristo a pequeñas aldeas con pocos habitantes y ninguna parroquia. Pero él no es sacerdote, sino un laico que ejemplifica lo que la Exhortación apostólica Christifideles laici, de Juan Pablo II, recoge del Código de Derecho Canónico como misión del apóstol seglar allí donde, como hoy ocurre con demasiada frecuencia, faltan sacerdotes. El laico no pertenece a la Iglesia, es Iglesia. Tanto, que, sin su acción, «el mismo apostolado de los pastores no podría alcanzar, la mayor parte de las veces, su plena eficacia»

Cada laico es, en su vida diaria, lo que las velas
a esta cruz. Todos ellos conforman la Iglesia en el mundo
Juan de Pano es esposo y padre de cuatro hijos. Católico, está convencido de que su misión está en su mundo diario. «Mi apostolado consiste en procurar planteamientos cristianos y mostrar mi convicción cristiana allá donde voy». Así era hasta hace cinco años, cuando recibió la llamada del obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón: buscaba católicos comprometidos, laicos que pudieran y quisieran llegar allí donde no llegaban los sacerdotes, responsables a veces de hasta más de 20 parroquias diseminadas por la geografía oscense, y dirigir las celebraciones de la Palabra en ceremonias sin presbítero.
«Llevamos la Palabra de Dios a los pueblos donde nos envía el cura y a los que él no puede llegar, y acercamos la Comunión. Lo que siento cuando asciendo en mi coche a nuestro Pirineo llevando a Cristo conmigo, y lo que disfruto anunciando la Palabra de Dios a quienes acuden a mí, es una satisfacción que sólo yo sé», decía el pasado 24 de mayo en el Encuentro del laicado cristiano en Aragón, celebrado a la luz del 25 aniversario de la Exhortación apostólica Christifideles laici, de san Juan Pablo II, auténtica hoja de ruta del apostolado al que están llamados todos los cristianos.
Tras haber asistido a misa en la ciudad, Pablo y otros miembros de este grupo suben al coche y recorren la zona del Pirineo. Las campanas que los improvisados campaneros tocan señalan el comienzo del encuentro. Llegan gentes de aldeas cercanas y, juntos, comienzan a leer el Evangelio. La pequeña comunidad cristiana recuerda, dice De Pano, a la Iglesia primitiva.
La vid y los sarmientos
«A la luz de un candil, de unas velas o del sol de la mañana y en medio de cinco o seis hermanos en Cristo, la lectura del Evangelio sabe a una alabanza nueva y a un sentimiento de intemporalidad y de unión con Él inexplicables». Esa especial unión la define la Exhortación Christifideles laici cuando recuerda que «los fieles laicos, al igual que todos los miembros de la Iglesia, son sarmientos radicados en Cristo, la verdadera vid, convertidos con Él en una realidad viva y vivificante». Decía también el Santo Padre, hace ahora 25 años, que «los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad», así como de servicio a los demás hombres.
A ese laicado comprometido apeló también el Papa Francisco, cuando todavía era el cardenal Bergoglio, tal como recoge el libro El Jesuita: «Nuestros sociólogos de religión nos informan que la zona de influencia de una parroquia es de seiscientos metros a la redonda. En Buenos Aires, la distancia entre una parroquia y otra es, ordinariamente, de alrededor de 2.000 metros. Por eso, una vez les propuse a los sacerdotes que alquilen un garaje y, si encuentran un laico disponible, lo envíen allí a que se quede un poco con la gente, que imparta catequesis y hasta dé Comunión a los enfermos».
Un garaje alquilado, salidas a la calle para evangelizar y llevar el kerygma a quienes no van a la parroquia, visitas a enfermos, labores asistenciales, comedores sociales, noches de adoración... Las oportunidades son casi infinitas y, tanto en España como en Iberoamérica, comienzan a tener cada vez más arraigo. Entre los jóvenes, se va superando el miedo a identificarse como católico y son muchos -Night Fever en Valencia, Totus Tuus en Madrid...- los que salen a las calles, en plena noche de sábado, para animar a los viandantes a pasar unos minutos de adoración al Santísimo.
Esta nueva evangelización hace frente, así, a la incoherencia contra la que alerta el documento pontificio La vocación del líder empresarial, que propone el apostolado también en el ámbito de la empresa: «La vida dividida no está unificada ni integrada. Está radicalmente desordenada y, por tanto, no consigue vivir de acuerdo a la llamada de Dios». Por eso no es creíble un empresario cristiano que no procure el bienestar de sus trabajadores con un salario digno, ni se entiende un trabajador católico que desprecie el esfuerzo. El laico se convierte así en protagonista de la doctrina social de la Iglesia. «Intentamos que la ética esté en el centro de la toma de decisiones, que se tenga en consideración», explica a Alfa y Omega el Presidente de Acción Social Empresarial, don Luis Hernando de Larramendi, que se muestra convencido de que «actuar conforme a los principios de la dignidad humana y el bien común, a veces puede parecer que es más difícil, pero siempre compensa», tal como transmitió, el pasado 5 de mayo, en el acto de presentación del documento pontificio, que contó con la presencia del cardenal Peter Turkson.
Empresarios como Hernando de Larramendi, o parroquianos como De Pano, son ejemplo de ese apostolado seglar que se conmemora este domingo, en el Día del Apostolado Seglar.
Más que no llevar hábito...
Recuerda el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, en el libro de memorias Rouco Varela: el cardenal de la libertad, cómo su maestro Mörsdorf les decía sobre el papel de los seglares en la Iglesia que, según el Código de 1917, «sólo hay dos cánones que se refieren expresamente a los seglares: que no pueden llevar hábito eclesiástico y que reciben de la jerarquía los sacramentos». Era, dice el cardenal, una caricatura, pero reflejaba una realidad que había que reordenar. Había que hacer, señala Rouco Varela, «un Código nuevo, en el que el papel del seglar en la vida de la Iglesia se entendiera por sí mismo, y no sólo por referencias y relaciones indirectas». El Código de 1983 ya corrige esta visión reducida del laico y dedica un título entero -De las obligaciones y derechos de los fieles laicos- a describir el papel del seglar.
«Ir de una valle a otro llevando la píxide con la Eucaristía, inunda el ánimo de certidumbre y fortaleza. Pensad en un momento de especial cercanía con el Señor y creed que algo así nos ocurre cada vez que nos llaman a la misión. Ante las necesidades actuales de nuestra Iglesia, siento que mi corresponsabilidad de laico se está perfilando en una dimensión más amplia». No es el Código, pero este testimonio de Juan de Pano refleja bien cómo late el corazón de un laico cristiano que vive, de verdad, su misión.
R. Cuervas-Mons

¡ES OBRA DEL ESPÍRITU!

LA PALABRA:  Jn 20,19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Que se note que somos Iglesia por nuestra valentía de vivir y anunciar 
aquello que creemos. Un abrazo muy cordial. P. Alberto Bustos 

 Espíritu Santo, ven. Hoy podíamos comenzar nuestro comentario sobre el evangelio de San Juan, recordando aquel pasaje en el que se nos cuenta cómo Jesús, nuestro Maestro, fue conducido ante los tribunales con esta acusación: “Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo…”
            La valentía es una de las características del cristiano auténtico, no del que finge que lo es.
            El milagro de Pentecostés puede evidenciarse en sus efectos, con la imagen de las puertas que se abren de par en par. Un grupo de individuos tímidos, miedosos, sale fuera, al descubierto y crean problemas. Los discípulos de Jesús, el día primero de la semana, estaban encerrados en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Todas las precauciones eran pocas. En esto entra Jesús, se pone en medio de ellos y les dice: ¡Paz a vosotros!”
             Si leemos las primeras páginas de los Hechos de los Apóstoles nos daremos cuenta de que están llenas de gente que va a la cárcel, que comparece ante los tribunales, que colecciona amenazas y castigos “ejemplares”. Y, a pesar de todo, continúa impertérrita, perturbando la tranquilidad pública.
            Fue lo mismo que un día dijeron de Jesús: “Hemos encontrado a éste alborotando la tranquilidad pública”. Pentecostés es un hecho que se realizó a la vista de todos, no un documento. Aquellos hombres que reciben el Espíritu Santo no tienen en si mismo las explicación de lo que dicen y hacen.
            La gente intuye inmediatamente que aquellos hombres dicen y hacen cosas que no viene de ellos: “Estaban todos estupefactos y perplejos, y comentaban: “¿qué significa esto?” Como si comentase: “No es posible. No son ellos”.  Hay incluso quien los acusa de haber bebido.
            No cabe duda de que algunos hubieran preferido que aquellos hombres paralizados por el miedo se quedasen para siempre quietos en casa y con las puertas cerradas. Pero el maestro los empuja hacia el mundo: ”Como el Padre me ha enviado así también os envío yo”.
            La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no está en el sitio que algunos querrían asignarle, que no respeta el guión impuesto, que no se resigna al rincón en que algunos querrían relegarla.
            Sabe permanecer largo tiempo en el cenáculo, pero no duda en salir fuera a las plazas y a los caminos para anunciar el evangelio que se la ha confiado. Atenta a las “cosas de Dios”, pero atenta también a las “cosas de los hombres”. La Iglesia, si es de veras la iglesia de Cristo y del Espíritu, no puede por menos ser una Iglesia incómoda. El testimonio de tantos mártires lo confirma.
            ¿Dónde encontrar al Espíritu Santo?  Si logras decir una oración es porque el Espíritu Santo la ha puesto en tu corazón. Si te interesas por algún pobre sin que nadie te vea, es el Espíritu Santo quien te ha empujado a ello. Si tienes fuerza para perdonar, es el Espíritu quien se hace sentir. Si lees una página resabida del Evangelio como si la descubrieras en ese momento, has sido guiado por el Espíritu Santo.
         Ven, Espíritu Santo, y renueva nuestros corazones.
                                                      

          
OREMOS JUNTOS:
Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34

R/.
 Envía tu Espíritu, Señor, 
y repuebla la faz de la tierra


Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R/.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R/.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R/.
Secuencia

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequia,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

PARA REFLEXIONAR:
No sé por dónde empezar. Pasan tantas cosas en un solo día que me cuesta centrarme.
La llamada del Espíritu, no es la lista del seleccionador nacional para el mundial,
ni las razones de la abdicación de nuestro Rey, pero la fe nos dice que en esto también tiene su influencia el Espíritu.
Quizá tengan que tomarse los temas de actualidad con cierta perspectiva, pero como vamos a la carrera, o nos pasamos de vueltas, o de frenada, con una facilidad pasmosa. Quizá la sonrisa de la lógica infantil nos de esa distancia, ese tiempo para poder pensar.
Porque el humor de los adultos puede estar cargado de buenas intenciones y a la vez tener muy mala leche.
Por eso, es el Espíritu Santo el que nos acompaña y recicla la tendencia a fallar en nuestras apreciaciones sobre los demás, a caer en las garras de nuestros instintos e ideologías, a encerrarnos en nosotros mismos.
Es el Espíritu en nosotros el que consigue superar la torre de babel en que habitamos y nos unifica en un único lenguaje, universal: ¡EL LENGUAJE DEL AMOR!
Es obra del Espíritu que yo encuentre un hilo argumental para hacéroslo llegar, pese a que estamos, de energía y de ideas, en la reserva. Es obra del Espíritu que nos cale la oración y nos sirva para el camino. Es obra del Espíritu que podamos ser un grupo de oración sin juntarnos a rezar., y que se acreciente nuestra fe, esperanza y caridad, al modo de MATILDE, un año más. ¡AMÉN!

 ¡ÁNIMO Y ADELANTE! ¡NO TENGÁIS MIEDO! ¡FELIZ PENTECOSTÉS!